La ética de la renuncia y los DDHH

Ignoro si estas líneas servirán para cuando sean publicadas. No obstante, digo lo que pienso y actúo en consecuencia. Parecería que toda la República se viera conmovida, como si al país le hubiera pasado por encima otro huracán, por una sola palabra dicha por el Subsecretario de Defensa tras un cúmulo de expresiones castrenses contradictorias y hasta desmentidas por los hechos, que harían perder la paciencia al mismísimo Job. Con esto, no pretendo ni por asomo avalar el yerro padecido por la infeliz expresión, que ocasionara una «crisis militar» virtual. Pero tampoco pasar por alto la más infeliz infidencia y/o espionaje que la franqueare.

Hace más de quince años que de un modo u otro vengo soportando el karma de estar vinculado al MDN, por lo que alguna experiencia creo haber adquirido en la materia. Más todavía, si le sumo el trato que, por las cargas inherentes a mi desempeño en la función pública, soporté entre 1980 y 1984 en el Municipio de Flores, intervenido por coroneles. En total, casi veinte años de un «Proceso» que, en lo personal, pareciera una condena sine die, apenas suspendida por mi paso por PLUNA.

En esta hora, artificiosamente crítica, me vienen a la memoria un sinfín de vivencias, en las que siempre he actuado conforme a los máximos valores democrático republicanos. Aún sabiendo que me exponía –parafraseando a Albert Camus– a un probable «exilio interno», agravado por actos de las pasadas jerarquías «cívico-militares» de «Ministerio de la Defensa» del Prof. Fau & Cía. Nunca toleré, con mi firma, un apartamiento a las normas de contratación, ni a la aplicación del arbitrario Acto Institucional 7, etc. Ahora resulta fácil decirlo, pero no lo fue mientras todos, como ha dicho la legisladora Topolanski, vivíamos de un modo u otro prisioneros de la dictadura. Desgraciadamente, tampoco luego.

Allende las experiencias padecidas, uno es uno y sus circunstancias, retomo la lectura del Gral. Martín BALZA y su ejemplarizante «Dejo constancia». Allí, en sus Memorias, el ilustre Comandante del Ejercito argentino reclama «la necesaria coherencia». Publicadas en setiembre de 2001, expresaba: «En la actualidad, Galtieri y otros indultados continúan participando de ceremonias oficiales en distintos ámbito militares y civiles. Por ejemplo, Díaz Bessone a fines del 2000 fue invitado a participar de una ceremonia en el Salón Blanco de la Casa Rosada que presidió el actual Presidente, Doctor Fernando De la Rúa. Nadie se indigna ni se irrita, nadie exige explicaciones como me las pedían a mí. ¡Cuidado, seamos coherentes!, no vaya a ser cosa que con actitudes vacilantes o timoratas avalemos el pasado».

«Domínguez, el último Ministro de Defensa de Menem, me pidió que no hablara más de los derechos humanos, que ya había dicho todo, pues si continuaba en esa actitud se ofenderían oficiales de otra Fuerza. Por supuesto que no acaté su pedido» (op. cit. pág. 228).

«Quienes mandan a las FF.AA. por mandato del pueblo deben ejercer sus facultades constitucionales sobre ellas. Eso es lo que quieren las FF.AA.; ¡ser mandadas y respetadas en su dignidad! Cuidado con facilitar, por falta de mando, una sovietización a la criolla».

«Los indultados lo están haciendo desde 1989 y 1990, tienen prerrogativas legales que yo no les otorgué y mi disenso con ellos es público y notorio. En la actualidad –agrega el Gral. Balza– muchos camaradas están comprensiblemente preocupados por figurar en listas de jueces de países extranjeros. Ello los obliga a cobijarse dentro de las fronteras de nuestro país, lo que constituye un hecho paradójico» (ídem, p. 230). Esta paradoja también se reproduce, mutatis mutandi, en Uruguay, a tal grado que, por lo obvia, no necesita mayores explicaciones. El «affaire Berríos», que es una de las asignaturas pendientes del Plan Cóndor, lo ejemplifica mejor que ningún otro episodio.

Concluiré, como el Gral. Balza, en que «Las FF.AA. no sólo están subordinadas al poder civil, sino que deben ser mandadas por éste con eficiencia, coherencia, firmeza, comprensión y afecto. La política institucional de las FF.AA. –dentro de ella el tema Derechos Humanos– la tiene que establecer el poder civil, de lo contrario se coloca el «carro delante del caballo»…» (ibidem).

En cuanto a la posibilidad de la renuncia o no del Subsecretario del ramo, en función de los acontecimientos que han ido suscitándose, «…habría que entenderse, y es un hecho que da lugar a muchas discusiones, sobre la moral de las renuncias. Por regla general, renunciar a un cargo cuando el ciudadano que lo desempeña no se encuentra de acuerdo con las tendencias del superior, es considerado un acto muy elevado; pero hay ciertas confusiones sobre lo que ofende y lo que no ofende –sobre lo que deshonra y sobre lo que no deshonra en tales casos. Voy a ponerlos en guardia contra la (esta) confusión…». (Vaz Ferreira, Carlos «Moral para intelectuales», Losada, Bs. As. 1962, págs. 107 108). No creo, como no lo creería Vaz Ferreira, que de llegar a efectivizarse la renuncia que se demanda al Dr. Bayardi, al margen de lo inoportuno que pudiere haber resultado una sola palabra suya, se favorezca a la res publica. *

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