Dos proyectos opuestos de integración

No cabe ya la menor duda de que en los procesos de integración que están en marcha en América Latina y en el Caribe se confrontan dos proyectos muy distintos y prácticamente incompatibles.

Hay un proyecto puramente economicista y que culminará en el año 2006, con un supermercado hemisférico desde Alaska a Tierra del Fuego, en el marco de los objetivos de la estrategia neoeconómica y geopolítica, y de los tremendos intereses corporativos contenidos en la iniciativa de las Américas del presidente Bush y mejor explicados en la cumbre de Miami. Es la versión «moderna» pero más sofisticada y tentadora del panamericanismo de la Doctrina Monroe, actualizada para la Guerra Fría.

Es la integración hegemonizada por el capital, más especialmente por el imperio de las finanzas, de los negocios, del mercantilismo, de la competitividad salvaje, del economicismo materialista, de las empresas globales que ya están emergiendo y serán las dominantes en el futuro inmediato.

Es el pacto de los mercaderes y de los especuladores que conciben y tratan a las gentes, a los pueblos, a las naciones como negocios, como mercancías, que convertirá toda la región en un siniestro cambalache, donde todo se vende y todo se compra, alimentado por un individualismo materialista –el sálvese quien pueda–, y por un pragmatismo cínico y completamente amoral. Es el proyecto que consolidará la primacía de las cosas sobre las gentes, sin ninguna sensibilidad humana ni social. Es el proyecto de una minoría altamente satisfecha, pero excluyente de la mayoría de los latinoamericanos y caribeños, que en número creciente están siendo hundidos en la pobreza, en la injusticia social, en el basurero de la sociedad. Es un proyecto totalmente desfavorable para los hombres y las mujeres que necesitan trabajar para vivir, para el mundo del trabajo y de los trabajadores, para sus organizaciones representativas. En la práctica es la sumatoria mecánica de lo que el neoliberalismo ya está imponiendo en todos los países de la región. Es el proyecto regulado totalitariamente por las leyes ciegas e irracionales del mercado, girando en el vacío, que es cuando produce sus mayores perversidades y aberraciones.

Es el proyecto que más se acomoda a la integración pasiva y sumisa a la tan mentada «globalización» (proyecto neoliberal para una nueva civilización y orden mundial), aun cuando desintegren sus raíces más vitales a nuestros pueblos, a nuestras naciones, y a nuestras personas. Es el proyecto que convertirá en el siglo XXI a América Latina y el Caribe en meras referencias geográficas, en una especie de magma deforme sin identidad, sin alma y sin historia, algo así como «el planeta de los simios». Hay muchos quinta columna, «satélite», caballos de Troya en América latina y el Caribe.

Pero hay otro proyecto de alcances comunitarios que no se agota con la mera eliminación de aranceles o de tasas aduaneras. Su objetivo es construir una comunidad de naciones relacionadas y unidas por lazos geográficos, históricos, religiosos y por un mismo destino y que deben integrarse sólidamente en el ámbito económico, comercial, social, político, cultural, ético y espiritual. Su raíz está en el sueño de Bolívar y de los principales paladines de la independencia política del siglo pasado. Es el proyecto de la segunda independencia, que completa, profundiza y culmina la independencia política como una nueva forma de independencia nacional, social y cultural.

Es la mejor respuesta y propuesta para una inserción activa, creativa con nuestra propia identidad y determinante dentro de un inevitable proceso de interdependencia globalizante, pero apostando a un orden mundial distinto, no sólo más libre y democrático, sino más justo, más solidario, que culmine la unidad humana en ambiente de amplia confraternidad.

América Latina constituida en la Patria Grande tiene mucho para aportar en este nuevo mundo.

Tenemos un gran desafío; de nosotros depende. Con él, los latinoamericanos como personas y como pueblos podremos tener en el más alto nivel nuestra propia dignidad y autoestima, dándole un nuevo sentido y nuevas perspectivas a nuestros proyectos de vida personal e institucional, y saber con más precisión y con más esperanza hacia dónde vamos y cómo vamos. *

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