Tortura en el Ejército británico

Seis soldados británicos acusados de tratos inhumanos a detenidos iraquíes en 2003 salieron libres por falta de pruebas esta semana en Inglaterra, luego de una corte marcial que le costo al fisco mas de 40 millones de dólares.

Sólo un séptimo soldado, Donald Payne, resultó responsable de abuso físico sobre los sospechosos. Nadie fue encontrado culpable de la muerte de uno de los detenidos, el iraquí Baha Musa, de 26 años, quien falleció producto de 93 golpes.

La corte marcial chocó con un manto de silencio militar alrededor de los soldados involucrados en el caso, particularmente entre los soldados del regimiento Lancashire de la Reina (QLR).

De acuerdo a una investigación especial del programa inglés «Panorama», de la BBC, no sólo seis soldados fueron absueltos de los cargos en su contra, sino que otro pelotón cuyas acciones habían sido aún más salvajes sobre los detenidos, escapa de cualquier acusación.

El líder de la cuadrilla armada británica, el oficial Craig Rogers, considerado el cabecilla de los abusos físicos, fue promovido al poco tiempo de su retorno de Irak y hoy se encuentra adiestrando soldados en Alemania, que están camino de la ocupación de Irak.

El recientemente retirado comandante en jefe de las fuerzas militares británicas, el general Mike Jackson, relató a «Panorama» que «me hace sentir incómodo que los altos comandos militares británicos hayan sido incapaces de encontrar a los culpables de un obvio crimen de guerra y sentenciarlos».

El general Jackson agregó que «en cualquier sector social existen elementos mafiosos que hay que erradicar». Expresó también que «estoy seguro de que el fracaso de la corte marcial será estudiado en las altas esferas militares para que no vuelva a ocurrir».

De acuerdo al cronista investigador de «Panorama», «un muro de silencio entre sectores medios del Ejército británico decretó que fracasara la corte marcial». Las frases «no me acuerdo de lo que paso ese día» y «no recuerdo los acontecimientos» fue utilizada más de 667 veces por los soldados acusados en el juicio. Otros altos oficiales declararon que la técnica de ablandamiento había sido autorizada por oficiales desde el comando local.

Hoy en Londres una sensación de incredulidad política se cierne sobre las Fuerzas Armadas británicas al ser vistas como incapaces de descubrir actos mafiosos en el seno mismo de sus filas.

Los principales noticieros televisivos y los diarios titularon la noticia como «aberrante» para la reputación del Ejército británico.

Todo comenzó en una mañana en 2003 en la ciudad de Basora, al sur de Irak, cuando más de 10 mil efectivos británicos acababan de invadir ese país. Un atentado dinamitero insurgente ocasionó la muerte de un oficial británico y en la investigación somera que la siguió un delator informó que quienes habían perpetrado el ataque estaban reunidos en un hotel de la ciudad. Semanas mas tarde se descubrió que esa información era falsa y que los detenidos iraquíes eran inocentes.

Respondiendo a la delación, un pelotón al comando del oficial Rogers descendió sobre el hotel y efectuó una violenta redada de todos los empleados, incluyendo serenos, limpiadores y el recepcionista, Baha Musa.

Nueve empleados fueron llevados al cuartel británico que anteriormente había sido una cárcel del régimen de Saddam, y los sometieron a un interrogatorio sin descanso que duró dos días. Los sospechosos recibieron docenas de golpes por parte de unos 15 soldados y oficiales ingleses. También fueron encapuchados durante horas y puestos en posiciones de tensión, imposibles de soportar más de algunos minutos.

Al segundo día de torturas, el recepcionista Baha Musa falleció por asfixia provocada por la fractura múltiple de costillas.

«Los hechos son shockeantes», indico el periodista de «Panorama» de la BBC, Paul Kenyon. «No hay nada para la imaginación en la descripción de las heridas recibidas por Musa.»

«No era interrogación, no era detención: era tortura», dijo al periodista un testigo presencial de los hechos, bajo condición de permanecer en el anonimato, por temor a represalias desde algunas filas del Ejército británico.

«Panorama» informó que los sospechosos detenidos permanecieron también largas horas desnudos, atados, golpeados, durmiendo sobre sus propios excrementos y con bolsas de arena sobre sus cuerpos. Fueron torturados durante 36 horas ininterrumpidas. «Es un crimen de guerra que resultó sin culpables. Sectores del Ejército británico cerraron filas», señaló «Panorama».

Uno de los torturados expreso: «Al principio, apoyamos a los británicos por habernos liberado de Saddam. Pero después, la conducta de los soldados fue deplorable». *

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