A 45 años de la creación de la "Unión Popular"

Este año se cumplen 45 años de la creación de la Unión Popular, iniciativa política del Partido Socialista que lo llevó a una derrota aplastante y lo sumió posteriormente en un desconcierto ideológico que lo hizo prácticamente desaparecer de la escena política y precipitó la renuncia de Emilio Frugoni a su propio partido que había fundado en 1905. Los socialistas, pues, quedaron divididos entre «frugonistas» y «antifrugonistas».

En el Partido Socialista, hacia mediados de los 50 comienza una serie de discusiones que operan como antecedente de un cambio que lo lleva a perder su propia identidad. Emilio Frugoni, alejado por razones de salud, da paso –al menos visiblemente– en la Secretaría General a Vivian Trías. Esto iba a ser el inicio del asesinato de la línea del concepto marxista de la «evolución revolucionaria» y en delito continuado el homicidio del crecimiento electoral sostenido del socialismo democrático.

Y es que un grupo de militantes, de reciente data, desencadenan en el PS una lucha interna mediante la cual el partido se vio forzado a distraer su tiempo en permanentes enfrentamientos intestinos. Este grupo era implacable en aplicar la piqueta demoledora contra todo cuanto se había hecho en el largo trajinar histórico de la organización desde su fundación. Nada le venía bien: ni los dirigentes, ni la ideología, nada, y recién llegado, no se le preguntó si no se había equivocado de puerta. Se dedicó a destruir para sustituirlo al partido ya existente. Comenzó a forzar la convocatoria a Congresos ordinarios y extraordinarios, y en ellos se desencadena una lucha por momentos salvaje. Con motivos o sin ellos, sumaba votos de censura sobre la dirección del partido, siendo Frugoni el blanco predilecto de las embestidas. Sobre su cabeza y las de los que con él coincidían, acumuló, uno tras otro, votos de censura. No se buscaba modificar, se quería destruir.

Frugoni, sin perjuicio de desenfundar, alguna vez desde la presidencia, su garra de duro combatiente con la que tanta veces había infligido históricas derrotas a los adversarios, observaba aquellos Congresos con filosófica serenidad. En tanto y simultáneamente se pretendía generar polémicas internas respecto de la ideología, llegándose incluso a posturas «originales» de carácter histórico nacional. Trías, trataba de imprimirle al partido un nuevo sesgo imbricante con el Partido Nacional y los blancos. Se alineó directamente en la tendencia historiográfica del «revisionismo histórico», y no disimuló su admiración hacia el argentino Jorge Abelardo Ramos, inspirador indirecto de lo que será la Unión Popular.

Caso extraño el de Ramos, que desapercibido en su país hizo escuela en el nuestro. Influyó con su libro «América Latina, un país» editado en 1949 y vuelto al público en 1969, con correcciones en las que acentúa su admiración bolivariana y su aversión al «Che» Guevara.

Su nueva versión se tituló «Historia de la nación latinoamericana», pero era Ramos un hombre de definiciones confusas. Marxista, trostzquista y peronista, proclamó una suerte de izquierda federal, y provinciana que ejerció influencia en ciertos círculos intelectuales montevideanos. pero habrá quien completa el pensamiento de Ramos y determina gran influencia en Trías, el ex ruralista y herrerista Alberto Methol Ferré. Católico y antimarxista, fuertemente influido por Herrera, coincide con Enrique Erro en el «revisionismo» pro blanco y en la crítica al gobierno nacionalista que ambos habían integrado. Sobre esta base intelectual encuentran su confluencia con el pensamiento de Trías y echan las bases pragmáticas de lo que luego será la Unión Popular. Se forja pues, la teoría «madre» de un nuevo partido político, que solamente debía ser contrastable con la experiencia. Se formaliza el acuerdo entre la Lista 41 de Erro, escindido del Partido Nacional, el Partido Socialista con sus problemas internos y un grupo de independientes donde se puede mencionar a Carlos Real de Azúa, José C. Williman, Carlos Martínez Moreno, A. Methol Ferré, Guillermo Vázquez Franco, Ricardo Martínez Ces, Roberto Ares Pons, Horacio Ferrer, entre otros, y cuya mayoría pertenecía a la agrupación «Nuevas Bases». Hay que hacer notar, que en su proceso evolutivo, Trías había tenido enormes esperanzas en la figura de «Chicotazo», por lo que no ha de sorprender que muchos de los participantes del ruralismo se alinearan en la Unión Popular. Se pensaba que con estos grupos escindidos parcialmente de los partidos tradicionales se obtendría no sólo un crecimiento electoral, sino que se incorporaba una contextura moral e ideológica que los representaba; tan justo la que el socialismo había combatido toda su vida. Era una «revolución» de la izquierda con gente de derecha. Y así se iría a los comicios de 1962.

El XXXIII Congreso del P.S. realizado entre los días 23, 24 y 25 de marzo de 1962 decide la incorporación del partido a la Unión Popular. Se opone el diputado Dr. Arturo Dubra y el también diputado Germán D’Elía expresa sus reservas, aceptando lo resuelto por disciplina partidaria.

En las negociaciones con Erro, éste se llevó la parte del león como si hubiera negociado con niños. Se le concedió cuanto pidió, sin que representara nada, ni arriesgara nada.

Obtuvo tres de los cinco primeros lugares en la lista a Diputados y el segundo lugar al Senado, cuando en principio sólo se contentaba con un cargo saliente para él. Encabezó casi todas las listas del país, que además se repitieron en idéntica forma. El resultado electoral decidió que los dos diputados que entraran al Parlamento fueran herreristas. El socialismo queda sin representación parlamentaria y sobreviene la furiosa polémica con Frugoni y la renuncia de éste al partido.

Frugoni jamás pudo pensar que sus últimos años habrían de verse signados por la más dolorosa y profunda crisis partidaria que debía enfrentar. La que trajo como consecuencia la destrucción del viejo partido que trabajosamente había cimentado durante casi sesenta años.

La que comenzó con la Unión Popular, su rotundo fracaso y el triste final que arrastró a las viejas banderas socialistas que fueron sepultadas junto a la gloria que ellas representaban. Y que continuó por un sinuoso camino que lo condujo por el leninismo, apartándolo radicalmente del socialismo democrático que había sido su esencia y razón de ser.

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