El maestro Julio Castro

El próximo miércoles, 1º de agosto, se cumplirá el trigésimo aniversario de la desaparición física de este destacado educador, periodista, ciudadano.

Así se cuenta la historia de sus tres últimos días:

– Salió de su casa el 1º de agosto de 1977, a las 10.30 de la mañana.

– Visita al Sr. Efraín Quesada, en la calle Llambí, y al salir se dirige a la calle Rivera.

– El ex soldado Julio Barboza denuncia en conferencia de prensa realizada en agosto de 1985, que intervino en un operativo de secuestro, en las calles Rivera y Soca, de «una persona mayor, entre 55 y 60 años, avanzada calvicie, canoso, usaba lentes, bajo», que fue obligado a salir de su camioneta Indio, de color amarillo y negro, vehículo que fue conducido por el oficial principal, de apellido Zavala, delante del que trasladó al prisionero, a una casa de la calle Millán 4269, padrón Nº 51426, del SIDE (Servicio de Inteligencia del Ejército).

-El periodista brasileño Flavio Tavares declara que en la noche del primero de agosto de 1977, fue introducido en su lugar de detención una persona «que tiene voz cascada, de viejo, a quien llaman el Veterano, y a quien dejan en esa pieza al día siguiente «con el ruido de cadenas de fondo», y de quien en la mañana del 3 de agosto escucha sus «ayes de dolor».

¡Con qué brutal frialdad se puede asesinar a un hombre en tres días!

Cuentan sus amigos, sus compañeros de trabajo, quienes lo conocieron, de su profundo sentido humano, de su hermosa sencillez, de su cálida amistad.

Uno de ellos dice que no es fácil escribir sobre Julio Castro. «hombre de múltiples dimensiones, en la riqueza de situaciones que vivió, en su vocación irrefrenable por ampliar su propio horizonte y el de los demás, en la facilidad con que se aproximaba, con invariable simpatía, a todos los pueblos y culturas.

Aún aquellos que durante tantos años fuimos sus compañeros, en latitudes y situaciones diversas, sentimos que la presentación de su personalidad, tan plural y tan singular a la vez, excede toda pretensión de síntesis.

Desde maestro rural, a Inspector Departamental, su carrera fue siempre un constante estímulo a la renovación pedagógica y a poner los pies sobre la tierra, para ver el niño, para ver el hombre. Reclamaba entender a la educación como una herramienta para mejorar la condición de los hombres, enraizada con sus necesidades.

Denunciaba «Una escuela inadecuada a la vida que la rodea, un maestro socialmente inadaptado al medio; una enseñanza y una orientación desvinculadas de las necesidades sociales que la circundan».

A partir de la década del 40 comienza un periplo por toda América Latina, recorriendo infinitos pueblos y comunidades, y contribuyendo a desentrañar las verdaderas raíces de las causas profundas de la situación de injusticia, explotación, y sometimiento de los países americanos. Así lo hizo, trabajando con organismos internacionales como la Unesco, en el Centro Regional de Educación Fundamental de América Latina (Crefal) con gobiernos que intentaban abatir las altas tasa de analfabetismo, como México, Perú, Ecuador, con los educadores americanos en nuestro país, en Venezuela, México, Cuba entre otros, con los trabajadores rurales, con las comunidades indígenas en toda la América Latina.

La profunda labor docente realizada durante gran parte de su vida, la complementa con la otra faceta, también rica y generosa de periodista. Su permanente y profunda labor en «Marcha», junto a Carlos Quijano y otros destacados hombres de nuestra cultura, nos ha permitido conocer la entraña profunda de nuestro Interior, y también de América Latina.

Sin lugar a dudas fue su labor una permanente docencia «a cielo abierto» para todos nosotros, docentes y trabajadores, que aprendimos a conocer el peso nefasto del imperialismo sobre los pueblos, y a reconocer la lucha heroica de los mismos, como Guatemala, Cuba, Nicaragua, entre otros.

Con palabras de Miguel Soler, «Esta sostenida acción en su patria y fuera de ella a favor de la liberación de los pueblos, no le fue perdonada. Su secuestro el primero de agosto de 1977 por la dictadura y su ulterior desaparición truncaron la vida y la obra de este compañero, fraterno, modesto y grande, como pocos en toda América».

Como homenaje al Maestro, debemos trabajar todos en la búsqueda de la verdad, de la justicia, como dijo Carlos Quijano, desde México en abril del 80.

Un día nosotros haremos justicia a Julio.

Y si el tiempo se nos va, otros lo harán por nosotros. *

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