La cleptocracia latinoamericana como enemiga de la democracia

En estos días, el profesor Juan Gabriel Tokatlian, de la Cátedra de Relaciones Internacionales de la Universidad San Andrés de Buenos Aires, ha publicado un artículo en las columnas de opinión del diario El País de Madrid que merece ser glosado y en algunos tramos expresamente elogiado por su profunda sagacidad.

El académico empieza por valerse de una expresión de su propia factura: la de la existencia de los gobiernos cleptocráticos, vale decir de aquellos elencos con manifiesta propensión al hurto, a la constitución de grandes fortunas a expensas de los dineros públicos.

En el país donde algunos gobernantes del período reciente han sido objeto de procesos judiciales por enriquecimiento ilícito, es comprensible que sobre el tema se inventen giros y se bordoneen nuevas expresiones.

Tokatlian ubica bien el problema de la corrupción política. No lo hace exclusivamente en la zona de lo que significa el acto delictivo a secas, llevado adelante por la delincuencia de cuello blanco.

Al universitario argentino le preocupa la corrupción política por lo que esto significa para la democracia, para la credibilidad popular en las instituciones.

Examina la corrupción inscrita en el conjunto de problemas que han quedado sin resolver en los procesos de transición a la democracia que siguieron a la bancarrota de los regímenes militaristas y autoritarios.

Y ese es una manera aguda y acertada de examinar el problema de la corrupción y los males que engendra a nuestras repúblicas latinoamericanas que desenvuelven su vida institucional con democracias todavía convalecientes, con áreas estratégicas en manos de las sedes del poder despótico.

«Existe una amplia gama de términos que se usan para calificar el estado de la democracia en el área, apuntando con ello a su naturaleza defectuosa, inacabada y/o limitada: democracias no consolidadas, democracias formales, democracias delegativas, democracias tuteladas, democracias liberales, son las más usuales».

«El afianzamiento de la democracia», dice, «está muy distante y corre enormes peligros».

«En Sudamérica, en particular, varias democracias, de por sí incompletas o restringidas, están sufriendo un proceso regresivo de deterioro y degradación. Somos testigos de la gestación y robustecimiento de genuinas cleptocracias. Gobiernos de fachada democrática pero manejados por bandidos».

Hay distintos grados de desarrollo de estas cleptocracias. «Las más avanzadas están dominadas por un líder que concentra al poder (…) están protegidas de manera implícita por unas fuerzas armadas cada vez más autónomas y con poder de chantaje; están sustentadas en prácticas corruptas extendidas entre civiles y militares (…) y en el terreno político y económico está sostenida por una ética mafiosa de oscuras lealtades sociales, infames contubernios y están avaladas externamente por el silencio elocuente de los Estados Unidos (…)»

Tokatlian analiza el caso de Paraguay y especialmente el peruano bajo el régimen instaurado por Alberto Fujimori y Vladimiro Montesinos.

Según cree, la presencia de la presión diplomática de los EEUU fue fundamental para acelerar el desplazamiento del ex presidente, «aunque (EEUU) lo sostuvo casi una década gracias a que la CIA y el Pentágono lo vieron como funcional en la lucha anti-insurgente».

Y concluye diciendo «(En Perú) la transición hacia una elección legítima en abril de 2001 dará la medida de la futura estabilidad en ese país. Sólo la verdad y la justicia, derivadas de sendos juicios a Fujimori y Montesinos serán los indicadores de que los cimientos de la democracia se pueden establecer en el Perú».

Sin duda Perú, en los próximos meses, será escenario de las tensiones y conflictos provocados por los anhelos de verdad y justicia para los déspotas y cleptómanos encabezados por los hombres fuertes del régimen y los «razonables» componedores, los que exhortarán a mirar hacia adelante y no tener los «ojos en la nuca».

Son tópicos que los uruguayos conocemos. Y contra los que, todavía, estamos beligerando.

A raíz del partido de fútbol realizado en el Comcar entre los reclusos de ese establecimiento carcelario y el Basáñez Fútbol Club, equipo profesional de la Divisional B, evento totalmente elogiable que fue organizado por gente solidaria y que contó con la complacencia del ministro del Interior –antiguo arquero de la Liga Universitaria–, y presentado como hecho inédito en los anales carcelarios, queremos aclarar que hay un antecedente similar, hace exactamente 30 años, cuando el equipo profesional de Liverpool, de la Divisional A, concurrió al entonces Penal de Punta Carretas a protagonizar un partido con un equipo de presos integrado –y esta es la única diferencia– por presos denominados «comunes» y por presos denominados «políticos».

La idea del partido con Liverpool devino del hecho de que el entonces presidente de dicha institución tenía a su hijo tupamaro preso, el cual se había convertido en «libero» indiscutido de cualquier selección del penal.

Fue sin duda todo un acontecimiento en la vida de quienes estábamos presos, acontecimiento del que participamos todos, incluidos los carceleros. Cabe acotar que el fútbol era el eje de la vida social del penal, estando constituida la liga respectiva, con funcionamiento orgánico, y los respectivos tribunales, con poder sancionatorio. Pero casi nunca había problemas en la cancha. Solamente una vez se generó una gran trifulca, que terminó apenas la guardia de los muros sacó las fundas de las ametralladoras.

Esta breve historia tiene por objeto recordar un capítulo amargo pero extraordinario de nuestra vida, demostrando cómo la organización revolucionaria, compuesta de gente joven llena de ideales –y algunos veteranos que eran verdaderos padres– comenzaba a cambiarle la vida a los infelices que por cualquier motivo habían ido a dar al infierno carcelario.

Mientras la represión era cada vez más dura afuera, con la complicidad de legisladores eunucos y jueces complacientes que fueron colaboradores de la misma, contribuyendo al descaecimiento del Estado de Derecho, allanando el camino hacia la dictadura, adentro se trataba de organizar y rescatar la humanidad de todos.

El fútbol cumplió un papel muy importante en ello, así como todas las actividades que menciona el mismo Stirling, incluidas las solicitudes para rendir examen, de las que fuimos pioneros. En aquella época –al igual que hoy con LA REPUBLICA— solamente alguno de los tantos diarios clausurados de Fasano se hizo eco de las mismas.

Reflexión final

Este episodio del partido de fútbol en la cárcel –igual que el de aquella película «Match en el infierno», entre nazis y prisioneros– nos ha hecho rememorar la fraternidad y solidaridad de los revolucionarios enfrentados a condiciones de adversidad, valores que se van perdiendo a medida que esos revolucionarios van dejando de serlo en el camino hacia el poder (o hacia el gobierno). Marx decía que el hombre es producto de las condiciones materiales en que desenvuelve su existencia.

Esto vale también para los ámbitos de militancia política. Por ello se hace imperioso –nos parece– buscar el equilibrio entre los ideales y las prácticas políticas. Si bien pasó el momento de aquellos jóvenes dispuestos a darlo todo, incluida la vida por sus ideales, debemos impedir que llegue tan rápidamente el tiempo de los burócratas, acostumbrados a exigirlo todo, para llegar a pisar alfombras y a disfrutar de cargos remunerados.

Los acontecimientos que se vienen sucediendo en el seno de las fuerzas progresistas, con particular intensidad desde hace un año, ameritan buscar la resolución de algunas
grandes contradicciones, que no se encierran precisamente en vacuas definiciones, como «moderados» y «radicales», o en reduccionismos oportunistas de los problemas, como la atribución de los problemas en el Interior exclusivamente a la metodología de elección de candidatos departamentales.

Como se ha dicho que el fútbol y la política son las grandes pasiones de los uruguyos, y quien esto escribe no puede –por los años– jugar al fútbol y tampoco puede –por proscripto– la práctica política, agradezco, de la presente, su publicación periodística.

Escribano

 

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