Centenario de un héroe

Un encuentro signado por abrazos entre compañeros y celebrado en el tradicional Parque O’Higgins de Santiago de Chile marcó el comienzo de los festejos por los 100 años del natalicio de Salvador Allende. Si bien la fiesta correspondió a la organización del Partido Comunista de Chile para nadie pasa desapercibido que el simbolismo del afecto y la camaradería forjada en la lucha por la construcción de un mundo sin explotados ni explotadores, en la siembra de la recordada «vía chilena al socialismo» y sus mil días, durante la noche de la dictadura y en la reivindicación de un modelo alternativo al actual posdictatorial, los comunistas chilenos han sido siempre fieles compañeros del mártir combatiente en La Moneda.

La epopeya del verdadero 11 de setiembre, aquel desgarrador y oscuro en el clima y en la memoria colectiva de una mañana de 1973, que ahogara en sangre y tragedia a la patria de Salvador Allende, tuvo en su hazañoso final, la dimensión de un hecho tan singular en la historia de la liberación de América Latina, como lo fue en su momento el asalto al Cuartel Moncada o la gesta de Playa Girón, unido al posterior y enorme sacrificio del comandante Ernesto «Che» Guevara en la selva de Bolivia. Son hitos, son héroes de pueblos diversos y hermanos, son ejemplos de combatientes y demócratas a cabalidad que han ofrendado su más preciado bien por una vida digna para la humanidad entera.

El 26 de junio de 2008 se cumplirán 100 años del natalicio de un socialista fundador de su colectividad en el Puerto de Valparaíso, de un médico y Presidente de Chile, luchador social y político, distinguido en el mundo entero con plazas, monumentos y calles que llevan su nombre.

Queremos rendirle desde ya un humilde homenaje, reivindicando la construcción de utopías y la consecuencia que Salvador Allende tuvo hacia esas ideas y valores que marcaron su muy fecunda existencia. Es también un señalamiento y una demanda para quienes han hecho de la política una hoguera de vanidades y un instrumento para satisfacción de apetitos personales.

El calvario de sus minutos finales, impregnado del asfixiante humo y fuego producto de las bombas y balas que destruían el Salón Independencia, desde donde dirigió a las generaciones que le sobreviven su testamento político y moral, nos vuelve a emocionar y colmar de orgullo. Es la expresión más sublime del hombre dueño de sus actos y expuesto a las circunstancias más extremas, donde el carácter de héroe desdobla al animal político, al estadista, es la representación más genuina y pura del ser «imprescindible» al que nos retrotrae y martilla en la conciencia el dramaturgo alemán Bertolt Brecht.

Allende es el viejo pescador de Hemingway en «El Viejo y El Mar», es el Quijote luchando solo contra los molinos de viento, es cada unos de nosotros expuesto en esa inquietante y posible «hora de los hornos», es el hombre o mujer y su opción por la lealtad y entrega a una causa libertaria y justa.

En tributo a Allende y a otros héroes y tumbas que en forma indeleble sellaron el inconsciente colectivo de la Patria Grande, este gigantesco centenario de su natalicio nos brinda a quienes somos sus cultores, la preciosa posibilidad de proyectar su pensamiento y acción como forma de vida para los más jóvenes, reflexionando y actuando coherentemente, por cierto, en la gestación de una sociedad y un mundo donde parafraseándolo en su profético discurso final, se abran las anchas alamedas por donde pase el hombre libre.

(Esta nota fue escrita horas antes de la muerte de Volodia Teitelboim, veterano dirigente del Partido Comunista y escritor. Nuestro emocionado saludo).

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