Nuevamente Alvaro Alfonso y sus "secretos"

Sólo en función de objetividad histórica me veo impulsado a terciar sobre hechos en los cuales fui protagonista, y puedo testimoniar sobre los mismos, ya que era el secretario de organización del Partido Comunista en Montevideo. Entonces el PCU no existía, fue una resolución muy creativa tomada en el exilio.

Vayamos por partes: la consecuencia de la caída del fichero de afiliados. En Montevideo eran unos 25.000 encuadrados en un centenar de agrupaciones, de fábricas, oficinas, empresas, barrios, jubilados y mujeres. Cuando se pasa a la clandestinidad, nos encontramos con el subconsciente político tantas veces mencionado por Arismendi «de las ilusiones democráticas»; el razonamiento «aquí no va a pasar nada» que conllevaba pasividad en medidas organizativas y de inversiones para el repliegue. Eso para el PC fue terrible, tuvo que pagar un precio carísimo al resistir y replegarse y viceversa; las cifras están, no voy a escribir sobre eso. Sí digo que en ese cuadro de hostigamiento y cerco, las direcciones debían funcionar. La primera dirección intermedia en caer fue la del Regional 3; fue un operativo policial en una casa en el barrio de La Blanqueada. Fueron todos procesados al Penal de Punta Carretas. Se produce la primera víctima de torturas: el joven militante comunista Álvaro Balbi. Su padre, el maestro Selmar Balbi, escribió una estremecedora carta a Bordaberry. La dirección más estrecha del PC era el secretariado del comité central. En julio de 1973 se reúnen en una casa, cuando están reunidos, ¡oh casualidad!, hay un operativo rastrillo en la zona, operativos muy comunes en aquel entonces, por no decir «de rutina» ¿o no? ¡Sorpresa! Los agarran, se identifican: había diputados (Jaime Pérez y Rodney Arismendi), y un senador ­Enrique Rodríguez-, no pasa nada, pero, al decir de Jaime, la policía se encontró con muchos apuntes y nombres, y muchas opiniones sobre los mismos escritas. No cabe duda: buena cosecha. Meses más tarde también fue sorpresiva la caída de Rodney Arismendi. Antes había caído Jaime Pérez, nada más y nada menos que 1er. secretario del Comité Departamental de Montevideo, pero no es cierto lo que afirma Álvaro Alfonso, que Álvaro Coirolo era el brazo derecho de Rodney Arismendi, era Jaime Pérez, las áreas delicadas las atendía él, y hablo de las delicadas, y de su comportamiento ante la apertura hablan los hechos.

Entre las áreas delicadas estaba la 4ta. Dirección; sólo Rodney Arismendi y Jaime Pérez manejaban el relacionamiento y vínculos, toda la información llegaba a Jaime Pérez y Rodney Arismendi.

¿Que Álvaro Coirolo fue un traidor, un delator, un quebrado o un infiltrado?, eso lo saben bien los integrantes del OCOA y los servicios. Que Coirolo tenía responsabilidades y que acumuló información sería una tontería negarlo; que éste fue utilizado por la represión fue evidente. Pero la cuestión del fichero estalló por el lado de la Comisión Nacional de Organización, responsable de la documentación relativa a los miembros, así como el funcionamiento de la organización. En medio de la resistencia a los empujes represivos, se reunió el Comité Central, y separó al Secretario Nacional de Organización ­Alberto Suárez- y designó a Alberto Altesor para el cargo. Posteriormente Alberto Suárez en el exilio es reincorporado al Comité Central, como responsable del área financiera. Evidentemente, la dirección en el exterior hizo una evaluación objetiva de una situación y de un proceso muy complejo, donde lo más fácil era encontrar «cabezas de turcos».

Ya que los servicios, además de disponer de frondosa información (véase el prontuario de Rodney Arismendi de que disponía la policía) en ese estilo todos los cuadros principales estábamos fichados y refichados; años de seguimiento nos exponían a los golpes, en ese cuadro, atar cabos, seguir pistas, arrancar mediante torturas y guerra psicológica datos, información, indicios, comprobaciones, hacían que tuvieran en sus manos un caudal, un acopio de información que les permitió entrar en la estructura con «profundidad», lo que jamás midieron fue la capacidad de resistencia y aguante de los cuadros decisivos, y las raíces que existían en el seno del pueblo que posibilitaban la continuidad de la resistencia, que, en el tiempo, permitió unir fuerzas, aislar y derrotar a la dictadura.

Lo del fichero fue utilizado para desprestigiar a Arismendi y desmoralizar a la resistencia. El golpe principal, la joya de la corona, era demostrar la existencia de un aparato militar y ligarlo a la 4ta. Dirección Política (por lo demás pública) hacia las fuerzas armadas. En síntesis, el libro «Los Secretos del PCU», es un libro flechado. Se basa en informantes de los servicios y no respeta el valor de cientos de hombres y mujeres que afrontaron las más crueles torturas convencidos de su ideal. Que se busca una leyenda negra, enlodar, desprestigiar; para qué, para quién, sólo Álvaro Alfonso lo sabe.

En cuanto al fichero de los afiliados «reservados» que tanto le preocupa al señor Alfonso, que fue desvelo de «los Oscar», eso sí les puedo decir que se pelaron la frente, al lugar que fueron a buscarlo «en fija», la noche anterior una llamada telefónica de quien escribe con una contraseña acordada, fueron quemados cientos y cientos de fichas de «cuadros» de la estructura de Montevideo; los otros los incineró antes de irse del país el encargado de cuadros de Montevideo, Héctor Altesor ­alias «el Meme»- muerto posteriormente en combate en las tierras de Nicaragua.

Hay quienes me han dicho «al libro ese no hay que darle bolilla, no vale la pena»; sí, siempre vale la pena desenmascarar a esos seudodemócratas, y ha hecho muy bien Carlos Tutzó en recurrir al Poder Judicial y ventilar los oscuros procedimientos de una dictadura que se ensañó buscando destruir al PC, al decir de Gavazzo, «hacerlo desaparecer por cincuenta años».

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