EDITORIAL

Sacándole punta al lápiz

Nuestros lectores vienen siendo debidamente informados de todo el proceso institucional que se ha estado discutiendo en estos últimos meses sobre un proyecto de Ley de Reparación a las Víctimas del Terrorismo de Estado.

Como no se trata de un tema menor, hemos informado de los distintos pasos que se han ido llevando adelante luego de cotejar debidamente la información. Se ha partido de dos hechos claros, indiscutibles: por un lado institucionalizar una reparación por parte del Estado y, dar respuesta a situaciones, en muchos casos acuciantes, que están viviendo muchos de los luchadores sociales. Existe un proyecto fruto, fundamentalmente del trabajo de tres legisladores que parece haber recogido un interesante consenso en la bancada frenteamplista y que recoge muchas de las limitaciones que contiene la ley 18.033, que instituyó una pensión a los ex presos por medio del BPS, equiparándolos a las pensiones graciables que dos por tres se votan en el Parlamento.

Craso error. Acá no se trata solamente de un tema económico, sino de concepción ideológica. Los ex presos y presas políticas no son pensionistas son víctimas del terrorismo de Estado. Esta confusión ideológica se trasunta hasta en algunos legisladores del gobierno. Hemos escuchado alguna manifestación en cuanto a que «no luchamos para que el gobierno terminara votándonos una pensión». Afirmación que es muy cierta. Como es cierto también que no se luchó para que ellos terminaran atornillados en la «colina Parlamento», durante las necesarias legislaturas que les aseguren una pensión interesante para toda la vida, ni tampoco para viajar ­pago por el Estado­ por el mundo. Nadie luchó ni sufrió tortura ni prisión por ninguno de los dos motivos. Sin embargo, las Naciones Unidas tienen definidas una serie de medidas que se deben adoptar para reparar situaciones como las que se vivieron en nuestro país y, casualmente , nuestro país es el único que no ha transitado ese camino.

Como la ley 18.033 de 2006 no contempló ni siquiera a los familiares de muertos en tortura, prisión, ni desaparecidos, ahora este nuevo proyecto busca, con gran amplitud, abarcar la mayor cantidad posible de situaciones vividas en esas oscuras épocas. Claro que el proyecto en estos momentos va y viene de Presidencia al Ministerio de Economía y Finanzas, analizando los costos del mismo. La primera reflexión que se nos ocurre es constatar qué lejos estamos de aquella alegría popular y solidaria que despertó entre los uruguayos la liberación del general Seregni, o la llegada de los hijos de los exiliados y qué decir de la decisión del entonces presidente Julio María Sanguinetti cuando resolvió amnistiar a los presos. Parecería que los pamperos han borrado recuerdos, han borrados memorias, han borrado solidaridades, han borrado principios que deberían ser imborrables.

Hoy priman mezquindades políticas que nos acercan a otras corrientes. Lo cierto es que el Ministerio de Economía le saca punta al lápiz para analizar el costo monetario de esta nueva ley que se proyecta y de las propuestas de aumentar la pensión de la ley 18.033 que resulta muy ajustada, para definirla benévolamente. Esperamos que, de tanto sacar punta al lápiz, no se queden sin lápiz. Por si acaso, humildemente sugerimos que, si falta dinero o hay poco para repartir entre las víctimas del terrorismo de Estado, como se hizo en otros países de la región, se recuerde que todos los responsables militares, todos los mandos de la época dictatorial, todos quienes llevaron adelante las prácticas de terrorismo de Estado están recibiendo una jubilación que supera los $ 120.000. ¿Los estamos premiando?.

No parece equilibrado que, para compensar a las víctimas del terrorismo, se esté tratando de dar lo menos posible y para quienes durante tantos años generaron y practicaron el terrorismo existan generosas jubilaciones por parte del Estado. La pregunta que surge es si en este terreno se estarán haciendo las cosas equilibradamente. Parecería que en realidad donde habría que sacar punta al lápiz, es sobre los ideólogos e instrumentadores del terrorismo y no sobre las víctimas que generaron. ¿Estaremos tan equivocados?

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