Fernández Crespo conquista Montevideo

El 30.11.58, después de 93 años de absolutismo muchas veces arbitrario y totalitario, caía el poder colorado en el país. Viví de jovencito junto a mi padre, la noche tan esperada, que con amplia sonrisa y ojos humedecidos por la emoción, con paciencia también él había de niño visto, en las cuchillas de Soriano a vecinos y parientes marchar con el pendón en ristre Blanco unto al Comandante Anselmo Urán a unirse a las gestas de Aparicio Saravia. Se peleaba y/o se moría no por la obtención del poder sino para lograr las libertades públicas, como el voto secreto, la representación proporcional de las minorías, las libertades de opinar libérrimamente, enfrentando a los imperios extranjeros que apoyaban el despotismo batllista que llegaría a requerir la intervención del imperialismo yanki (Teodoro Roosevelt, 1904) con buques de guerra para terminar con Saravia.

Eran 93 años de lucha contra la «canalla» colorada imperialista que culminaba esa noche donde caía además, el bastión más emblemático y absoluto del batllismo: Montevideo. Era difícil imaginar que el «coto de caza» metropolitano, donde el coloradismo era dueño de villas y haciendas pudiese ser doblegado. ¡Lo fue! Y ese mérito sin perjuicio del esfuerzo del gran triunfador de la jornada nacional que sin dudas fue el Dr. LA de Herrera con toda una pléyade de tenientes y compañeros de sacrificios y entregas, en Montevideo específicamente, también tuvo como principal gestor y ejecutor a don Daniel Fernández Crespo.

Oriundo de San José (1901), humilde y dedicado maestro de escuela y posterior director de las mismas, forjó su personalidad y entrega al esfuerzo por la justicia social e igualitaria de las clases más necesitadas y olvidadas de esta capital. Su trabajo permanente en los barrios, solucionando necesidades de vida de las familias carenciadas sin olvidar sus inquietudes permanentes legislativas, consiguientes logros sociales como fue la ley de aguinaldos (13 y 14 sueldos), que desde su lista 51 impartió su promulgación.

Su vida austera de ejemplar padre de familia, vecino justo y político honrado sirvió de paradigma de generaciones futuras. Por supuesto, tuvo sus batallas internas cuando con derecho se independizó, fundando el Movimiento Popular Nacionalista (1953), del viejo Herrerismo. Marcó su propio perfil, tal vez no sólo populista, que el herrerismo también lo era, sino con un dejo más progresista o si se quiere más de izquierda ante una inclinación mayor por problemáticas sociales producto de una formación tal vez menos intelectualizada pero más empapada y sumida en aspiraciones laborales y sus mejoras ciudadanas. En su torno armó toda una estructura que prolija y dedicadamente siguió sus ejemplos en conductas y preferencias sociales, que marcó su principal característica dirigencial. Fue su lista 51 la más votada hasta hoy en la historia del Partido Nacional.

Alrededor de 75.000 voluntades en Montevideo como ítem máximo logrado en la capital. Ocupó seis veces la diputación, posterior senaturía (1955) hasta que en 1954 fue electo consejero nacional (Ejecutivo) por la minoría colegiada. En 1958, con el triunfo nacionalista es electo presidente del Consejo Departamental de Montevideo (intendente al equivalente actual). En su último postrer mandato (1962) obtuvo la Presidencia del Consejo Nacional de Gobierno en el segundo triunfo nacionalista del siglo XX.

Fallece el 28.07.64 en ejercicio del mandato, a los 65 años. Maestro, director de escuela, consejero honorario de la Caja Escolar de Jubilaciones y Pensiones. Integró Tribunales de consensos para maestros y profesores particulares de la época; educador vocacional. Primer delegado estudiantil a la Federación Magisterial Uruguaya y delegado posterior estudiantil magisterial ante el Comité Central Estudiantil creado en 1917. Reconocido y muy destacado deportista, con una pasión muy particular por el deporte del fútbol, donde ocupó la presidencia de su vieja institución de Liverpool.

Y según allegados consiguió la obtención y formación de la actual cancha de Belvedere. Como se dijo, diputado en seis períodos consecutivos, senador, intendente, consejero nacional de gobierno por la minoría en una ocasión y presidente en la otra por obvia mayoría. Culminó su vida dedicada a la sociedad, sin duda la más necesitada y a la niñez, y honró a su viejo Partido Nacional, al que dedicó sus mayores desvelos, como partido fundador de la Patria.

Nadie le puede negar a lo largo de su vida el compromiso que tuvo con esa causa nacionalista y blanca. Integra sin dudas, la mejor galería de próceres que junto al Libertador y fundador de la Patria Manuel Oribe, Saravia, Leandro, Timoteo, Herrera, Lamas o Wilson entre tantos, Fernández Crespo tiene su mejor sitial, al que se le debe admiración y respeto. Haya paz y gloria eterna en su tumba de ejemplar blanco.

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