"¡Estudien, vagos… hagan como Armando!"

La frase del título, dicha hace un montón de años por Doña Alba de Gregorio y dirigida a su hijo, a mí y a otros estudiantes de Derecho que por aquellos tiempos soñábamos con ser abogados, solíamos escucharla cuando perdíamos algún examen o dejábamos de darlos para salir de jarana, ir a las carreras o dedicar el tiempo a una que otra chica linda de la que creíamos estar enamorados. El ejemplo de Armando siempre afloraba en esas ocasiones, dado que éste era un estudioso de esos que se ven de tanto en tanto, un auténtico «traga» como lo suelen definir los que no son tan afectos a dedicar días y noches a los libros y que muchas veces, terminan por abandonar la carrera y dedicarse a un trabajo de oficina pública o privada. Que en viejos tiempos, no eran tan difíciles de conseguir.

Hijo de un hogar humilde, Armando siguió su lucha por alcanzar el título, en tanto si bien a los años otros lo consiguieron, algunos optamos por la otra vía menos sacrificada. Por eso no fue de extrañar que al cabo de una larga y fructífera carrera judicial, aquel estudioso que no era otro que el Dr. Armando Tommasino, finalmente llegara a la cumbre resultando un día Presidente de la Suprema Corte de Justicia. Nada más ni nada menos! Días atrás y ya pasados los ochenta años. el Dr. Tommasino dejó de existir, lo que causó honda tristeza tanto en el ámbito familiar como de quienes lo conocieron a lo largo de su fecunda y honrosa vida! Ausentes del país por unos días, no pudimos estar para acompañarlo hasta su última morada. Aunque nos acotaba un amigo que fueron muchos los «olvidadizos» presentes en el país que tampoco estuvieron incluyendo a colegas y funcionarios judiciales, con los cuales, único caso en la historia del Uruguay, un día el Dr. Tommasino ejerciendo la presidencia de la Suprema Corte y ante un conflicto gremial, salió a la calle a dialogar con ellos allí al frente del Palacio Piria, sede del máximo organismo de Justicia!

«Aunque estuvo presente un ex Presidente de la República –nos dijo un familiar días después– fueron muchos los que no lo acompañaron en la despedida, pese a que en vida como abogado, como juez y como Presidente de la Corte, vaya si recurrieron a él cuando necesitaron de sus servicios!». Y en verdad tampoco en la prensa, observamos algún tipo de noticia respecto al hecho, habida cuenta de lo que dentro y fuera del ámbito de la Justicia significó el Dr. Tommasino o simplemente «Armandito», como desde los tiempos de la juventud solíamos aludirlo tanto familiares como amigos de su querido barrio Goes y desde hace mucho tiempo al presente los de Malvín, adonde varios integrantes de la familia habían «emigrado» y por supuesto, gozaban de múltiples simpatías en un barrio donde también nosotros siempre tuvimos las muestras.

Perteneciente a una familia donde lo judicial siempre estuvo muy ligado, el Dr. Armando Tommasino tuvo también un hermano abogado, el inolvidable «Gordo» Humberto, un tío, también ex Presidente de la Suprema Corte de Justicia, el Dr. Julio César De Gregorio y algunos primos, caso de Tabaré, Yamandú y Jorge también dedicados al Derecho. Desde aquellos tiempos del barrio Goes, de cuyo equipo de básquet era hincha ferviente, como casi toda la familia, a estos más cercanos de Malvín, donde muchos sábados y domingos se le veía conversando con vecinos y amigos en cualquier lugar, al Dr. Armando Tommasino siempre se le veía portador de una sencillez en el trato aún para la gente más modesta, condición que lo acompañó –hecho no muy frecuente en quien llega tan alto– durante toda su vida!’

Para el periodista las notas necrológicas son doblemente difíciles cuando el que se fue es un amigo de verdad. Pero flotando en la polvareda de los recuerdos lindos, no sólo queda la admiración hacia un hombre que desde abajo luchó y obtuvo mucho en la vida tanto dentro como fuera de la profesión. También, la bronca sincera de que gente como él, no sea posible aparezca con más asiduidad, habida cuenta de lo mucho que significan en un Pueblo. A su ex esposa, a sus dos hijos y a su compañera de los últimos años, doña Esther, como también familiares, nuestro sincero sentimiento de pesar. Y una simple reflexión: ¡vaya si aquel consejo de doña Alba valía la pena escucharlo!

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