El precio de la vida

A EDUARDO GALEANO

Es lamentable que un escritor de la talla de mi compatriota Eduardo Galeano sea quien firme los párrafos tan llenos de incomprensión, ignorancia y hostilidad, como los aparecidos en la versión digital del periódico español ABC, bajo el título «El precio de un solo israelí». En referencia a la situación de guerra hoy en curso, y hablando por cierto sólo de los «ininterrumpidos ataques israelíes sobre la Franja de Gaza» pero sin mencionar siquiera los ataques de misiles desde Gaza hacia el sur de Israel que llevan ya ocho años, Galeano plantea la ecuación, con evidente cinismo: «La muerte de una víctima israelí justifica la muerte de cientos de palestinos».

La relación numérica que Israel busca desesperadamente desde su fundación es otra totalmente distinta: que sus vecinos comprendan que una víctima israelí no vale menos que una árabe. Si esa ecuación hubiese sido aceptada por los vecinos de Israel, no habría ahora 400 muertos palestinos en Gaza… ni habría habido guerras en esta parte del mundo.

La situación actual, en la que tras ocho años de ataques con misiles, cohetes y morteros desde Gaza hacia su población civil en el sur del país , Israel decidió finalmente reaccionar para tratar de poner fin a los disparos, no se debe medir solamente en términos de muertos y heridos. Lo que hay a los dos lados de la balanza es otro tipo de desigualdad, no sólo el de cuántos muertos cobraron los misiles por un lado y cuántos los bombardeos israelíes por otro. Lo que va sobre la balanza es la desigualdad de intenciones. Los radicales palestinos dispararon durante años, en forma intencional, hacia población civil, con el expreso deseo de dar en el blanco en casas particulares, escuelas y hospitales. Es sólo el extremo grado de precaución al que se acostumbró la población-y quizás algo de ayuda de arriba- lo que impidió que haya decenas de muertos cada día, algo que sin duda corresponde al potencial asesino de cada misil.

Y del otro lado, una intención totalmente distinta. Durante mucho tiempo Israel pensó diariamente en los civiles del otro lado de la frontera. Fue por eso que no respondió debidamente a los ataques con cohetes… porque captaba claramente que los terroristas abrían fuego desde barrios habitados, desde patios de casas particulares, escuelas, mezquitas, clínicas médicas.

Mientras su población vivía aterrorizada por los disparos desde Gaza, Israel se abstenía de responder precisamente por el riesgo que la reacción supondría para civiles del otro lado, entre los cuales se ocultaban los terroristas con los lanzacohetes. El problema no terminó, sino que se intensificó con la retirada israelí de Gaza hace más de tres años. Recuerdo el tono en que en una entrevista que realicé un mes antes de la retirada a uno de los jefes de Hamas, Mahmud al Zahar, en su casa en Gaza, quedaba claro de antemano que los ataques no cesarían, que los palestinos no aprovecharían la retirada israelí para iniciar una nueva página de desarrollo y crecimiento, sino de más terror. El odio a Israel podía más que el amor a su pueblo.

Y los ataques no cesaron… sino que se intensificaron. Israel advirtió repetidamente. También el Presidente palestino Abbas lo hizo, exhortando a Hamas a dejar de disparar los cohetes, estimando que eso terminaría mal, que la paciencia israelí se agotaría. Egipto advirtió. «El aviso estaba en la pared», dijo el Canciller de Egipto Ahmed Abul Gheit criticando a Hamas por la situación actual.

Pero nada sirvió. Ante los ojos de Israel, no sólo continuaban los ataques, sino que aumentaba diariamente el arsenal de Hamas. Ello quedó confirmado estos días, cuando sus misiles demostraron un alcance de más de 40 kilómetros. Eso no se fabrica en Gaza. Eso se trae de afuera…

Hasta que Israel decidió que no va más. Que seguirá intentando lo más posible evitar víctimas civiles entre los palestinos, pero que en definitiva, la responsabilidad por las mismas, si las hubiera -y lamentablemente las hay- sería de Hamas que continúa disparando.

Y empezó el operativo, intenso, fuerte, masivo sin duda, pero con blancos precisos, relacionados a Hamas. A pesar de lo potente del ataque, se largan volantes desde el aire para avisar a la población alejarse, cuando hay intención de atacar una determinada zona donde hay depósitos de armas y explosivos—-para reducir al mínimo el riesgo a los civiles. Se llama por teléfono (¡) a la casa de un jefe terrorista, antes de atacarle, para que los civiles salgan….pero Nizar Rayyan opta por quedarse con sus esposas, hijos y ayudantes, un día después de haber exhortado por la televisión de Hamas a su gente que «disparen lo más lejos posible, porque ésta es una guerra santa».

La pregunta, señor Galeano, no es sólo cuántos israelíes murieron desde el comienzo de este operativo y cuántos palestinos, sino quién trató de evitar víctimas actuando durante años con contención, frente a quién se esfuerza diariamente por ensuciar la vida de su propio pueblo con más muerte.

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