EDITORIAL

Hablando de impresentables

Más allá de que el doctor Lacalle rehúya que se le encasille como un hombre de derecha y que su opositor, Jorge Larrañaga, se autodefina como progresista, resultan bastante pobres las alternativas que cualquiera de los dos pueden presentar a futuro a la ciudadanía.

Es más, ninguno de ellos tiene definido un programa de gobierno, es decir, lo que uno podría preguntarse es ¿para qué se presentan como candidatos presidenciales si aún no tienen claro qué proyecto de país le van a presentar a la ciudadanía?

Lo que el ciudadano medio se podría preguntar es ¿qué han hecho durante estos cinco años, salvo oponerse a todo lo que propusiera el gobierno? Es más, ¿por qué se oponían si a escasos meses de las elecciones aún no tienen definida la propuesta de gobierno a presentar a la ciudadanía?

Hasta ahora se han escuchado algunas propuestas de reforma o de anulación a lo que ha realizado el actual gobierno del Frente Amplio, pero al estilo de fogonazos de un flash, que gira sin rumbo buscando un objetivo al cual enfocar.

De todas maneras, Luis Lacalle ya ha ido mostrando su pensamiento. Sus críticas, planteos aislados y propuestas rumbean hacia la creación nuevamente de un paraíso fiscal en nuestro país (a pesar de lo que pasamos en 2001-2002 y de lo que estamos viviendo en estos momentos en el mundo entero).

Otra idea es la de realizar una especie de ajuste fiscal. Aclaremos que ajuste fiscal significa brusca disminución de la inversión, reducción de salarios y una drástica reducción de puestos de trabajo. Eso sí, para no pecar de hombre sin sentimientos, ya está proponiendo rebajas y eliminaciones de impuestos para el sector empresarial (del IVA no hablemos).

Complementa su propuesta con una apertura total del país, al estilo de la que realizó durante su presidencia, durante la que generó el cierre de un sinnúmero de empresas, grandes, medianas y pequeñas, porque no llevó adelante ninguna política previa de reconversión del empresariado. Claro, en cinco años, porque él sabía que ese era el plazo que contaba y nada más, tenía que facilitar la entrada de los grandes capitales y fortalecer a los empresarios grandes de nuestro país. Por ello se afilió rápidamente a aquel Mercosur neoliberal, apto sólo para comerciar entre las grandes empresas (léase de Brasil y Argentina y las multinacionales), pero donde no había cabida para la palabra integración, ni para los ciudadanos de a pie.

Estas son algunas de las ideas que ha ido deslizando y dejamos para el final la muy sabia decisión de endeudar al país con el FMI. ¿Con qué fin? Para salvar a las empresas de la crisis.

Parecería que no ha cambiado nada. Como decíamos, sigue siendo fiel a sus principios y a sus amigos. La trasnochada idea de proponer, ya de antemano, un endeudamiento del país, hasta parece sospechosa, porque hasta el momento nadie en el país, ni en los organismos internacionales que monitorean la situación en el mundo, han advertido de ningún peligro que se cierna sobre nuestro país, salvo los propios de un país pequeño inmerso en una crisis mundial provocada por una gran estafa financiera.

De Jorge Larrañaga, se sabe aún menos. De todas maneras, no parece que los vientos que soplan sean diferentes, ya que designó su ministro de Economía y la nominación recayó en uno de los hombres fuertes del gobierno de Lacalle: el economista Javier de Haedo.

En un país donde somos pocos y nos conocemos, la pregunta es: ¿quién es impresentable?

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