Los dos demonios: una teoría falsa e inmoral

En una columna del Pepe Preguntón publicada en El País el 4 de marzo bajo el título de «Verdad y Justicia», el conocido escriba revela que firmó a favor de la anulación de la Ley de Caducidad (¡mirá vos!), y que ahora está esperando que le vengan a pedir la firma para anular la Ley de Amnistía de marzo del 85 (¡no faltaba más!). «Si alguien cometió un delito ­sentencia el Pepe­ quiero saber quién fue y estar seguro de que pagará por ello. Sea quien sea» (sic). La cuestión es empardar e igualar los tantos, aunque esa versión extrema de la teoría de los dos demonios constituya una grosera falsedad, y la equiparación entre ambas leyes (la de Amnistía y la de Impunidad), una inmoralidad.

Siguiendo fielmente un razonamiento retorcido, considera que la Ley de Amnistía de marzo del 85 fue producto de una «fuerte presión popular» y significó un «perdonazo, sin matices, a los delincuentes y criminales que cuando este país vivía en democracia, robaron plata y armas, pusieron bombas, secuestraron, mataron e hirieron a militares, policías e inocentes» (sic). Entiende este distinguido intelectual que aquella norma impidió saber quién hizo qué cosa y «qué clase de delincuente se esconde detrás de algunos prohombres» que hoy ocupan bancas o cargos de gobierno (¡andá llevando!).

Se ve que la sed de justicia del ilustre escriba es insaciable aunque se parece más a la saña que a la justicia: él desearía que el Ñato Huidobro, el Ruso Rosencof, el Pepe Mujica y algún otro vuelvan a los aljibes; que nuestra Justicia pida la extradición de Henry Engler a Suecia para volver a encarcelarlo; que los que lograron zafar de los tribunales militares, de la tortura, de los cuarteles y de las prisiones gracias a que pudieron exiliarse, comparezcan ante la Justicia y paguen supuestos delitos que aparentemente quedaron impunes.

Al respecto ­y haciendo honor a su seudónimo­ plantea una serie de interrogantes para avalar su postura. Enumera un total de siete (7) hechos de violencia (básicamente detonación de bombas en empresas extranjeras), la mayoría ocurridos en 1965, y cuyos autores nunca fueron individualizados quedando, por tanto, impunes; y exige saber quiénes fueron.

Con ese sabio espíritu equitativo, el Preguntón equipara esas explosiones (que no causaron ni una sola víctima ni heridos sino solamente destrozos materiales) con las acciones de los terroristas de Estado; para él son la misma cosa los atentados con artefactos explosivos a que hace referencia que los secuestros, los tormentos infligidos, la tortura psicológica, las detenciones arbitrarias, las parodias de juicio, los asesinatos, las desapariciones, las apropiaciones de bebés.

Yo no sé quiénes pusieron las bombas en la Bayer, en la Coca-Cola, en General Electric, en Colgate Palmolive, en All American Cables y en la Western Telegraph a mediados de los sesenta, y lo lamento pues ello me impide responder a las preguntas que formula el mentado analista. Pero fuerza es señalar que tampoco logró averiguarlo la policía de entonces. De donde se concluye que no fue merced a la Ley de Amnistía del 85 que esos atentados quedaron impunes.

Y ahora es mi turno de preguntar, aunque mis preguntas, estas sí, refieran a acciones que tuvieron efectos trágicos:

¿Quién efectuó los disparos presumiblemente dirigidos a Ernesto Che Guevara y que terminaron matando al profesor Arbelio Ramírez en 1961? ¿Quiénes dibujaron cruces gamadas en las piernas de Soledad Barret (y de otros militantes de izquierda) en 1962, mediante incisiones con una hoja de afeitar? ¿Quiénes pusieron la bomba que mató al niño de cinco meses Olivio Raúl Píriz en un local del Partido Comunista? ¿Quiénes se dedicaban a emboscar y golpear a médicos (preferentemente judíos y de izquierda) a comienzos de los sesenta? ¿Quiénes asesinaron a Susana Pintos, a Hugo de los Santos, a Ramos Filippini, a Ibero Gutiérrez, a Heber Nieto? ¿Quiénes pusieron la bomba que en 1991 redujo a cenizas y hierros retorcidos el Volkswagen del entonces diputado Hugo Cores estacionado en la puerta de su domicilio?

De más está aclarar que no espero respuesta alguna, y menos del Pepe Preguntón porque no me interesa dialogar con cierto tipo de gente. Los comentarios que anteceden están dirigidos a los lectores de LA REPUBLICA para que no olviden dónde está el adversario.

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