Lenguaje, mensaje e identidad de clase

El desprecio tiene significación social, y en una sociedad escindida en clases enfrentadas, tiene significado de clase. Los «cultos» en el sentido burgués ­de respeto a las reglas del mercado, de la propiedad privada y del buen decir y hacer para favorecerlas­ desprecian y temen a quienes no se identifican con esas reglas, porque no son las de su diario vivir. Clasista es el proceder de esos patrones y doctores unidos para defender sus intereses ­los del sistema capitalista­ atildados en el vestir, pulcros en el hablar, pero «habilitados», eso sí, al ejercicio de profesiones con moral de pistoleros.

Los trepadores en el sistema se suman a ese desprecio. Así, un hombre público reconocido, «profesor» de los que consiguieron su título sin rendir exámenes, afirmó que si ganaba Mujica había que pensar a qué estado había llegado el país y que pensaría en irse de él. Ese «profesor» ­otro menudo contribuyente a la campaña de desprestigio­ se hacía ver con un personaje promovido como vocero de los «planchas» antes de que éste se quitara la vida, para obtener votos de los «despreciables», que a la hora de elegir también cuentan.

¿Que Mujica carajea? ¿Que putea? Esa es la forma de expresión, que a unos atrapa y a otros molesta. Pero el motivo preocupante no es la forma sino el contenido de su mensaje, su significado de clase. ¿Qué dice el «Pepe» para tanto odio?

«Me siento representante de los astrosos, de los desarrapados, de los incultos… Sé que cometen errores en pila, pero son los míos».

«Hay un sentido de pertenencia en las clases sociales, mi clase casi no sabe leer, tiene unas dificultades bárbaras, deletrea, parecerá primitiva, y lo es, pero es mi clase».

«Tienen razón cuando dicen que no tengo pinta de presidente, porque los presidentes que han tenido esa pinta pertenecen a la otra clase, o se suben en otra clase» .

«Vamos a construir la alternativa: rompete el orto y las guampas y pagá el precio de la liberación.» «Me indigna un país en el que 7 pesos se gastan en la costa y 3 en el resto del país… el acento hay que ponerlo en arrancar al interior profundo del ostracismo».

¡Un líder del Frente Amplio con mensaje clasista! ¡Cuidado! Ese mensaje ­de contenido clasista y de forma pintoresca no siempre compartible­ ha sido eliminado cuidadosamente por los «renovadores» y «pragmáticos». Pero, a pesar de la difusión de ideas neoliberales y posmodernas, llega al pueblo profundamente. Y asusta y desacomoda ya que ni las elites ni los «renovadores» pueden trasmitirlo porque contraviene las reglas de la «cultura». «Cultura» que, en cambio, autoriza y difunde cuanta ordinariez haya de éste, del otro lado del Plata o de donde sea.

Pero el Pepe va más allá de ese mensaje de clase. Afirma otras verdades de viejo cuño:

«Lo importante es qué queremos: ¿partido de opinión o fuerza que contenga militantes? El partido es el futuro… es el pacto tácito intergeneracional, es los que van a venir y recoger la bandera. Lo otro es la agencia de publicidad, es la consultora, son los asesores… Más claro: ¿se precisan militantes o no?» .

A Vázquez «lo sacaron de La Teja, lo rodearon de asesores. Es posible que no haya tenido el olfato de ver más abajo, la estructura del FA es gloriosa, hay que respetarla».

«Pongo el alma en la cancha, no tengo precio, no soy negociable». «Yo tengo más flancos […] pero tengo el inmenso honor de haber puesto la carne en la parrilla [..]. Yo pertenezco a esa generación de tipos que se pueden haber equivocado, pero pagamos por eso. Y no reclamamos nada».

Con un hombre definido en su pertenencia de clase, en su pertenencia a la izquierda, en su pertenencia a la moral que no reclama nada para sí, dispuesto a defender el programa aprobado por el congreso del Frente, sí es posible que gobierne el pueblo y se oiga la voz del Frente. Para asegurarlo, junto al Pepe y a su izquierda, habrá miles de voluntades para garantizar el rumbo.

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