¿A dónde quieren llegar?

Después de guerras, revoluciones y cambios cruentos, siempre quedan resabios, rencores, odios y sentimientos humanos, por supuesto, de venganzas siempre nefastas y, en lo posible, inmediatas. Si fueron padres o madres, hermanos o hijos torturados o asesinados es explicable y lógico que afloren reacciones de esa índole. Claro, aunque sea duro y hasta puede endilgarse de cruel, el mundo sigue andando y el tiempo tiende a adormecer después de su razonable respuesta de justicia, reacciones, evoluciones y consecuencias, que el resto de la Nación respectiva viva, pasada y sobre todo futura, regularizando su existencia, justicia y consecuencias naturales sin los rencores mencionados. Europa sufrió y lo que es más, fue el principal campo de batalla de dos guerras monstruosas mundiales. Hubo crímenes y torturas y terrorismo, aún lo hay, donde se inmolaron millones de seres humanos. Sin embargo, al poco tiempo de culminar esas conflagraciones, con sabias decisiones, recomenzaron y reconstruyeron sus historias, tradiciones, ciudades y pueblo en general, con los sistemas de vida habituales entre todos, incluyendo feroces enemigos de antaño.

La justicia se ha aplicado en lo posible y está bien. Pero contemos toda la historia completita en lo posible y no la que conviene políticamente. Sufrimos una guerra. En ese enfrentamiento es obvio, hubo dos bandos. No se tuvo en cuenta por los responsables de iniciar este proceso bélico, que el Uruguay era, pasiblemente, el país de América que menos necesitaba, ni por asomo, una presunta revolución con todas sus consecuencias. No lo digo yo precisamente; lo dijo el Che Guevara en el Paraninfo, que supongo que del tema debe haber sabido y mucho. Después vino todo lo que vino. Crueldades, torturas, crímenes y demás etcéteras. Y los dos bandos las hicieron. Y tampoco creo que las hicieran por placer sádico, masoquismo o mera ocurrencia. ¡No por cierto! La guerra lleva implícito inexorablemente esos efectos. Cuando se siguen buscando sagrados huesos que muy legítimamente sus deudos reclaman, víctimas de la represión ordenada por el estado de derecho electo democráticamente socavado arbitrariamente, el propio Che se los advirtió, se olvidan de homenajear y buscar los no menos o más sagrados huesos, de Pascasio Báez, el humilde peón rural por el que se decía hacer «la revolución» y lo asesinaron atado, con una inyección de pentotal. Ni a los cuatro guardias en la casa del General Graffigna que dormitaban en un Jeep, a mansalva. Ni a los policías de guardia en el Hospital Pedro Visca una gélida noche de invierno, de sorpresa.

¿Por qué al igual que a los deudos e incluso guerrilleros ex presos de la «revolución» se les indemnizan jugosos emolumentos como indemnizaciones de guerra, y a los hijos, esposas, padres y demás deudos, de los que defendieron la Patria, no se les da nada ni siquiera un modesto pero ruidoso «escrache» a su favor? Ellos no tendrían derecho también a similares odios por los que mataron o asesinaron a sus familiares con el fin de imponer doctrinas foráneas ajenas a nuestro sentir nacional? No torturó sólo el ejército o la policía. Ricardo Ferrez y el propio Molaguero y ni mencionar al inglés Davies (agrónomo) de edad provecta, sus pecados eran tener fortunas que no la robaron y sí las ganaron legítimamente. ¿No fue tortura haberlos rapado como a otros similares durante meses o años para darles una libertad a la que tenían derecho por ser gente inocente? Treinta y pico de años después lograron ese poder por el que lucharon, bastante cuestionable éticamente… ¿A donde lo piensan llevar como extremo si es que lo tienen? ¿a un país donde se quiere legalizar el crimen del aborto y la sodomía? Donde públicamente se exponen en los ómnibus y prensa en general, dos «machos» y otras tantas «hembras» besándose con pasión de «enamorados» al lado de una pareja aparentemente heterosexual normal. O sea, emparejando éticas, culturas y sentimientos de homo y heterosexuales. Ya se anda pergeñando la adopción de niños y criaturas recién nacidas por «matrimonios» de homosexuales. Enseñando y acostumbrando a los niños a una repugnante confusión, viendo a sus adoptivos padres en el «tálamo» nupcial como si fuesen los verdaderos. Esas revoluciones socialistas, comunes en sociedades moralmente decadentes, quieren acaso transformar al «paisito» en otra Sodoma y Gomorra? Esta patria con minúscula, no es la que quiso Artigas y el Libertador Manuel Oribe. ¡Sin rencores ni odios! ¡Orientales libres y moralmente formados en sanas costumbres cristianas de matrimonios y familias normales con las que se formó la Patria Vieja! Mirando siempre hacia el verde de nuestros campos y cuchillas interiores y no hacia decadentes países europeos con doctrinas foráneas que poco o nada tienen que ver con nuestro ser nacional. Somos muchos los que así opinamos y queremos vivir en paz, sin revolver más sepulcros donde los muertos descansen en paz. Y sin costumbres o cambios deformantes, enseñando a nuestros hijos las bases éticas con que nuestros mayores hicieron la Patria Vieja.

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