Elecciones en Argentina, saber de qué se trata

Hace dos domingos en su programa «Hora Clave», Mariano Grondona y el presidente de la Sociedad Rural Argentina, Hugo Biolcatti, especulaban socarronamente con la posibilidad de que según fuera el resultado de las próximas elecciones, el vicepresidente Julio Cobos se hiciera cargo del gobierno. La Sociedad Rural ha sido tradicional aliada de todos los golpes militares y sus consecuentes dictaduras, ocurridas en mi país desde 1930. Una notable fidelidad con la perversión. Otro tanto se puede decir del profesor Mariano Grondona. Este habitual columnista del diario «El País» ha sido desde 1955 el vocero y mentor de las minorías blindadas que azotaron la Argentina. En su empeño didáctico, llegó al paroxismo de justificar no sólo a López Rega ­fundador de la Triple A­ sino también al terrorismo de Estado implantado con crueldad inédita, a partir de la muerte del general Perón. Del vicepresidente Julio Cobos, que intentó desmarcarse del diálogo destituyente, pocos entienden que mientras permanece en su cargo, al que accedió junto a la presidenta y en base al programa del gobierno, se dedique a armar listas opositoras para las próximas elecciones.

Pero volviendo a Grondona y a Biolcatti, digamos que estos personajes y los intereses que representan, no cejan, ni cejarán, en su intento por recuperar el escenario perdido que, no nos equivoquemos, no es ni el de la República y sus instituciones, ni el consenso social, ni el diálogo plural, sino el control del poder económico que ven amenazado.

El episodio descrito no hace más que poner en blanco y negro lo que se juega en la Argentina en las próximas elecciones. No se trata de una simple elección legislativa más, aunque formalmente así lo sea. Se trata de detener o no un proceso que, ya insinuado a partir de 2002, se consolidó y profundizó durante la gestión de Néstor Kirchner y el casi año y medio de gobierno de Cristina Fernández. Este proceso en lo sustancial y para no aburrir con cifras y estadísticas, consiste en el más formidable intento de transferencia de poder ensayado desde 1973 hasta la fecha. A partir del golpe del 55 con algunas breves interrupciones y muy especialmente a partir de 1976 con la masacre más brutal de nuestra historia, se intentó con éxito destruir la Argentina peronista y reinstalar en el poder real a las minorías que la gobernaron ­con excepción del interregno irigoyenista­ entre 1852 y 1946. El gobierno de Kirchner y el actual de la presidenta han osado desafiar, desnudar y en algunos casos arrebatarles poder a los dueños ocultos de la «torta argentina» amasada y horneada sobre la postergación de los trabajadores y la marginación de millones de compatriotas.

No es entonces una disputa electoral más, donde se debaten estilos o modales republicanos. No estamos invitados a una cena donde lo que se discute es la mejor o peor educación de los comensales, su manera de vestir, de sentarse, de comer o de beber. Lo que se discute en esta cena es la distribución de la comida que pretenden decidir unos pocos mientras llenan o vacían los platos a su gusto, en el ámbito siempre oculto y recoleto de la «cocina». Entre tanto, los inquilinos legítimos de la casa, intentan ­con aciertos y errores, avances y retrocesos­ que a la mesa se sienten todos, que todos coman según su necesidad y disfruten de lo que en verdadera justicia les pertenece, poniendo fin a la gula de los menos saciada con el hambre de los más. No estamos optando entre el gobierno y el arcángel San Gabriel, como alguna vez dicen que dijo, Raúl Scalabrini Ortiz.(*)

Se trata nada más, pero tampoco nada menos que del esfuerzo por continuar en la recuperación del poder que las minorías expropiaron por la fuerza a las mayorías argentinas. Pero también se trata de que una vez contados los votos, seamos capaces de volcar todos los esfuerzos en el fortalecimiento de las organizaciones que expresan al movimiento popular. Porque no hay victoria que pueda defenderse ni traspié que pueda superarse sin la más amplia participación de las organizaciones libres del pueblo.

Perón decía que «Sólo la organización vence al tiempo» y podemos agregar nosotros: y garantiza la victoria de los pueblos. En la tarea de restituirnos el control de nuestro propio destino, no hay procesos químicamente puros. Existen los éxitos y los fracasos, los claros y los oscuros, las grandezas y las agachadas. Los únicos que no puede faltar y flaquear son los principios, los compromisos y la voluntad de contribuir, aunque más no sea modestamente, a escribir una historia de justicia y esperanza.

(*) Intelectual y escritor argentino (1898-1959). Fundador de Forja y autor entre otros de «El hombre que está solo y espera».

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