EDITORIAL

Las bardas en remojo

La derecha y centro derecha ganaron las elecciones parlamentarias en Europa, sufriendo socialistas y socialdemócratas un duro revés.

De esta forma, los ciudadanos que acudieron a las urnas otorgaron su apoyo a los partidos conservadores, que detentan el poder en la mayoría de gobiernos de la Unión Europea.

Como bien dijo El País de Madrid «Las alternativas de la izquierda socialista y socialdemócrata a la profunda recesión que padece Europa no resultaron creíbles y no merecieron el apoyo de los ciudadanos».

Agrega, además, que «sólo un 43,39% de los europeos decidieron votar, lo que representa un nuevo descenso de dos puntos respecto al mínimo histórico del 45,47% de 2004″.

La derecha se expresa según el principal periódico de España, sólidamente en Alemania y crece en Francia, Italia, Reino Unido y Polonia. En España, el triunfo del Partido Popular, con 23 diputados sobre los 21 del socialista José Luis Rodríguez Zapatero no fue tan definitorio.

Dos polémicos líderes como son Nicolás Sarkozy en Francia y Silvio Berlusconi en Italia, fueron claramente triunfantes. Por su parte El Partido Popular Europeo (PPE) volverá a ser la primera fuerza del Parlamento Europeo con una representación de entre 263 y 273 diputados, aventajando al Partido de los Socialistas Europeos (PSE), que se mantendrá entre 155 a 165 escaños. El mayor fracaso de los socialistas ha sido notable en el Reino Unido y Francia, pero también en Dinamarca, Holanda y Hungría.

Los liberales se ubican en tercer lugar (de 78 a 84 eurodiputados), menos que en el Parlamento anterior, aunque presentan avances notables en Alemania, Francia y Holanda. Los verdes son la fuerza que emerge con más impacto, al obtener entre 52 y 56 escaños, frente a los 43 que ya tenía.

Esta realidad europea no debe sorprendernos, en tanto es común que, ante situaciones de crisis graves como es la que está viviendo el primer mundo, la ciudadanía asuma posturas conservadoras que rechazan las propuestas de cambio por miedo a lo desconocido.

Pero esta nueva realidad puede llegar a no ser sólo un fenómeno europeo y que, como la Gripe A, se traslade a otras zonas del mundo, aunque en un principio no tenga el efecto de una «pandemia» político-electoral.

En América del Sur no estamos, por cierto, vacunados contra la derechización del electorado, incluso sabiendo que venimos en un permanente avance de las posturas progresistas.

No vienen buenas señales, según las encuestas, desde Chile y Argentina, donde la Concertación y Néstor Kirchner, podrían quedar en segundo lugar en los próximos comicios. A esto se unen las dificultades que encuentra Lula para conseguir un sucesor o sucesora. A la vez, en nuestro país, si bien el Frente Amplio crece, aún no ha llegado al 50% de adhesión.

Sería bueno que la dirigencia política de la izquierda uruguaya ponga las bardas en remojo y sepa actuar con inteligencia y serenidad, para que la ola derechista sea detenida en las fronteras.

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