EDITORIAL

Después de las internas, alarma y esperanza

Una vez conocidos los resultados de las elecciones internas celebradas el pasado domingo 28, se ha generalizado entre los frentistas y en todos los niveles una sensación mezcla de frustración y de alarma.

Frustración, por la baja participación del electorado frentista en esa instancia de las primarias, lo que relegó a la coalición de izquierda al segundo lugar detrás del Partido Nacional que celebró exultante la alta votación obtenida. Y alarma, por la sospecha de que ese resultado sea reflejo de la tendencia del electorado hacia los comicios de octubre.

Ante esta sensación, varios son los especialistas en cuestiones políticas que han salido a relativizar la situación y a emitir mensajes tranquilizadores dirigidos a la masa frentista. A tal efecto, recuerdan los resultados de las internas de junio de 2004, cuando el FA apenas superó por un punto al Partido Nacional y sin embargo en las nacionales de octubre se alzó con la victoria por varios cuerpos. Ese solo dato sirve para aventar alarmas y para corroborar que las internas no deben ser nunca tomadas como un indicador de las preferencias del electorado hacia la instancia de octubre. El mero hecho de que las elecciones primarias no sean obligatorias lleva a que una enorme cantidad de ciudadanos –entre los cuales la mayoría son potenciales votantes del Frente– hayan preferido salir de vacaciones o simplemente quedarse en casa, indiferentes a la puja interna por suponer de antemano quién habría de resultar vencedor en la interna de cada partido; en ese sentido no caben dudas del efecto que tienen las encuestas de opinión, que venían anunciando los resultados desde meses atrás y los confirmaron pocos días antes del cierre de campaña.

Sin embargo, no se puede negar el impacto psicológico que ha tenido la ventaja de varios puntos del Partido Nacional sobre el Frente. Para la militancia blanca ha sido un factor de tonificación y de confianza de indudable valor. Y si a eso sumamos el «coup de théâtre» de la noche del domingo, cuando en sesión solemne del H. Directorio quedó sellado el acuerdo y ambos ex contendientes se abrazaron en el balcón ante el fervor de la multitud, debemos reconocer que la vieja colectividad de Oribe tiene motivos para su optimismo entusiasta.

Queda, sin embargo, un asunto no menor. Estamos hablando de la confirmación de un hecho que se viene consolidando desde hace unos cuantos años y del que se habla con frecuencia también desde hace tiempo: la caída del fervor militante de la izquierda. Es un hecho incontrastable que debe mover a reflexión y que trasciende la circunstancia de la baja votación del Frente Amplio el domingo 28 de junio. Una indiferencia, una suerte de peligrosa apatía, ha ganado a la masa frentista que ya no acude a actos y movilizaciones demostrando que la fuerza política ha perdido parte de su poder de convocatoria. Atrás quedaron los tiempos de oro en que los comités de base registraban una febril actividad y los jóvenes participaban tanto en charlas como en pegatinas o pintadas. Los pocos militantes «de fierro» que aún concurren a los comités rondan la sesentena y no han sido capaces de transmitir la mística militante a las generaciones posteriores.

Es preciso comprender que los tiempos han cambiado, que ya no vivimos los años fermentales de lucha contra el autoritarismo de fines de los sesenta. Hoy los jóvenes tienen otros intereses, y muchos de ellos no encuentran tiempo para la militancia.

De todos modos, hay que reflexionar y analizar el funcionamiento del Frente Amplio como estructura partidaria; hay que buscar imanes que atraigan a la masa frentista, algo que vuelva a enamorarla y haga renacer la pasión por una forma distinta de hacer política.

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