Querido Ruben Castillo

El 13 de julio del 2002 falleció un ser entrañable, un comunicador con un enorme magnetismo aplicado a esparcir la cultura y el arte entre todos aquellos que quisiéramos escuchar, aprender, sentir, comprender, cambiar, transformarnos, ser mejores personas. Ruben dedicó su vida a ser maestro. Desde su Rivera natal se vino con su vocación docente. Su destino no estaba en las aulas, sino en la comunicación masiva. Pero fuertemente impregnado por una actitud abierta, participativa, intentando despertar, sensibilizar, permitir el descubrimiento, el interés, la participación de los demás. En suma, la verdadera actitud docente, que inspira, motiva, abre caminos, acompaña la búsqueda, en vez de atosigar con datos inútilmente eruditos o conferencias aburridoramente largas y autocomplacientes del ego de quien las propina.

Ruben fue un revolucionario de los medios de comunicación. No sólo por la forma en que hizo radio, a través de su querido «Discodromo», primero en Sarandí, luego en Centenario, siempre haciendo sentir, pensar, participar, expresarse, sino por sus contenidos. No sólo defendió, promovió, incentivó y alentó la música uruguaya, a través de la radio y del querido «Discodromo» por Canal 12, sino que nos trajo del mundo lo mejor. A través de su labor de investigación, de recolección, de sabio, paciente y delicado difusor, conocimos artistas y géneros de todos los rincones.

Fue un gran hombre de teatro, director, autor, crítico, integrante de la Asociación de Críticos, donde desarrolló una tarea muy fructífera.

Cosechó premios locales e internacionales en teatro, radio y televisión; escribió «Silencio, estamos en el aire», una historia viva de la radio en nuestro país, y también escribió cuentos.

Tal vez ­ para mi gusto­ el máximo reconocimiento haya sido conducir la conferencia de prensa cuando su querido general Seregni fue liberado. Fue un luchador, un valiente que nos convocó desde la radio aquel 9 de julio de 1973 «a las cinco de la tarde» a expresar que para nuestro pueblo el «tiranos temblad» era innegociable.

Fue una luz siempre prendida, un fueguito avivado cada día, durante aquellos oscuros y fríos años.

La vida le jugó el máximo desafío. Una parálisis facial lo dejó sin su radio en los últimos años de su vida. Tremendo. Para él que era un generoso, un entusiasta del encuentro con los demás, debe haber sido terrible. No se entregó. Escribió, se dedicó al periodismo teatral, fue activo dirigente de los críticos, fue a cuanto espectáculo hubo y a todos les dio su aliento, acompañado siempre con amor y admiración por Cecilia.

Sé que por más que me esmere no hay palabras que hagan justicia con todo lo que Ruben fue para nosotros, sus oyentes de todos los días. No hay palabras que expliquen la emoción de escuchar los primeros acordes de Aguaviva que abrían el programa a un mundo vivo de intensa y enriquecedora comunicación humana.

Te seguiremos extrañando siempre.

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