La derecha senil y la izquierda infantil

El liberalismo es la ideología de la burguesía. La concepción socialista se le contrapone, y sus principales exponentes señalan el carácter de clase ­es decir, al servicio de la burguesía­ del liberalismo. Uno de los conceptos liberales es que el gobierno y el poder son equivalentes: quien detenta el gobierno detenta el poder. Así, los tres grandes poderes del mundo actual, el del dinero, el de las armas y el de los medios de comunicación no contarían. Sólo tendría poder quien posee el gobierno. James Petras ­marxista estadounidense­ refuta:

«Primero, debemos hacer una distinción fundamental entre Régimen y Estado. […] En muchos escritores hay una confusión básica al discutir acerca de la política: no reconocen la diferencia entre ‘Estado’ y ‘Régimen’. Estado refiere a un conjunto de instituciones políticas y relaciones legales y de propiedad. La formación histórica del Estado nos aporta una comprensión acerca de la construcción de las instituciones políticas permanentes: las fuerzas armadas y de seguridad, el sistema judicial, la administración pública jerárquica, el Banco Central, y sus vínculos con las relaciones dominantes de propiedad y la estructura de clase.

Régimen refiere a las instituciones políticas temporales que elaboran cotidianamente la política a través del presidente, el Congreso y los legisladores locales, en el caso de la democracia. Los regímenes están estrechamente vinculados a las reglas y relaciones de clase que funcionan al interior de un determinado Estado. Puede haber regímenes civiles o militares, electos o dictatoriales, liberales, conservadores o socialdemócratas. Una crisis política sobreviene cuando el régimen político entra en contradicción con la estructura de clase y propiedad del Estado: se produce una situación inestable que casi siempre se resuelve a favor del Estado. Cuba revolucionaria de 1959-62 y Chile de 1970-73 son dos ejemplos. En Cuba, el Estado revolucionario entró en conflicto con un régimen burgués y este régimen fue derrotado. En Chile, el régimen del gobierno popular de Salvador Allende entró en conflicto con el Estado burgués y el régimen fue derrotado. […] Las instituciones claves del Estado tienen un relativo grado de autonomía e independencia de los regímenes, existen independientemente del régimen, sea ésta una dictadura o una democracia. Las definiciones más importantes, de largo plazo, y de gran alcance, se toman a niveles de las instituciones del Estado: las fuerzas armadas, la policía y las agencias de inteligencia, el Banco Central, el sistema judicial. Sus altas jerarquías administrativas generan e implementan políticas, con base a sus propias ‘conexiones históricas’ con las clases dominantes.» (James Petras, «Globaloney. El lenguaje imperial, los intelectuales y la izquierda». Colección Herramienta. Editorial Antídoto. Pág. 75-76. Los subrayados son suyos).

Los que con tanto regocijo repiten los insultantes juicios contra Evo Morales o José Mujica del Petras ignorante de América Latina, en cambio, desconocen, o peor, desfiguran sus verdaderos aportes. Comparemos estos juicios: 1) «Votar a Mújica sería darle todo el poder a un Frente Amplio que no es el de Vázquez»; 2) «El Frente Amplio tuvo todo el poder desde la hegemonía del Ejecutivo hasta las mayorías parlamentarias.» Ambas apreciaciones tienen de común el concepto de que tener mayoría en el gobierno equivale a ‘todo el poder’ Quienes coinciden son el Dr. Lacalle (El País del 8 del corriente) y los autores de «Por qué votar a la 326″.

La afirmación del Dr. Lacalle es coherente con su condición reaccionaria. En cambio, es llamativo que la auto-rotulada ‘izquierda auténtica’ confunda ganar las elecciones en un Estado burgués con conquistar el poder, o sea, con hacer la revolución. ¡Piden peras al olmo! Y cada vez que comen el fruto seco de éste, repiten indignados: ¡esto no es una pera, no es una pera! En consecuencia, no se limitan a señalar medidas negativas del gobierno, sino que calumnian de modo efectista al decir: «Fernando, preso de Tabaré» si un juez procesa a una persona; o si el aparato burocrático ­administrativo, diplomático o militar­ distorsiona la aplicación de una decisión, es más efectista culpar al gobierno. Así confunden para que no se distinga entre gobierno y poder. En esa ‘izquierda auténtica’ hay doctores liberales, jóvenes ‘rebeldes’ sin formación y una gama de sectas de nomenclatura rimbombante: ‘guevaristas’, ‘marxistas leninistas’ , ‘comunistas revolucionarios’ , ‘bolcheviques’ y algunas más.

Mientras la prensa y los dirigentes reaccionarios asocian cada acto de los embajadores de Bolivia, de Venezuela, de Cuba o hasta de Argentina con la figura de Mujica, la ‘izquierda auténtica’ contrapone en términos absolutos los regímenes revolucionarios al gobierno de Vázquez y al futuro de Mujica. La conclusión ‘obvia’ es que Lacalle y Mujica son la misma cosa. La reacción agradecida: esos dirigentes echan leña al fuego de la contrarrevolución.

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