Contrarrevolución y geopolítica regional

En el año del bicentenario de la iniciación del proceso de independencia de nuestra América, y antes de aproximar a la actualización del concepto de revolución en el mundo y la región, es necesario advertir sobre la contrarrevolución en marcha acelerada.

El mundo actual tiene algunas características de amplia aceptación. El sistema capitalista domina mundialmente con algunos «agujeros negros», especialmente la República Popular China, dignos de análisis profundos. «La economía capitalista de libre mercado se está desmoronando ante nuestros ojos», afirma Eric Hobsbawn. La enfermedad del sistema arrastra a una crisis global de civilización, en la que se arriesga cada vez más la vida del planeta. El fracaso de la Cumbre de Copenhague esclarece que al ciclo natural del calentamiento, se suma la criminalidad de quienes sólo atienden a la búsqueda del lucro, desentendiéndose de medidas para evitar que se agrave el calentamiento por la acción humana. De la consigna «Socialismo o barbarie», de Rosa Luxemburgo, pasamos a la de «Socialismo o extinción».

EEUU, potencia unipolar hasta hace poco, pierde terreno. Su crisis profunda es bancada por sus socios (incluso China), conocedores de que el hundimiento de su economía puede arrastrar a las suyas. De ahí que aún se mantiene la supremacía del dólar, cada vez más jaqueado. Pero, en cambio, EEUU conserva indiscutible hegemonía militar. Esa crisis ha llevado al gobierno a una fracción no fascista, triunfante en el Partido Demócrata y en las elecciones nacionales. Sin embargo, es evidente, que este gobierno nació separado del poder del complejo militar-industrial, dominante en el Pentágono, que lo arrastra cada vez más detrás suyo.

Pero mientras el imperialismo norteamericano se debilita, en su otrora patio trasero una larga cadena de gobiernos progresistas lo desafía. La respuesta latinoamericana es variopinta, desde los países del ALBA ­proyectados hacia el socialismo, al rescate de su soberanía, a la ampliación de la participación popular­ hasta los eslabones más débiles de la cadena, por ausencia de claridad ideológica, de fuerzas políticas comprometidas, de bloque social activo que amplíe la conciencia, la organización y la lucha.

EEUU, cada vez más urgido por apoderarse del petróleo, la biodiversidad y el agua de América Latina y el Caribe, se dispone a la agresión. Su principal foco operativo es la Colombia satelizada, desde donde sus bases militares amenazan la región. La reactivada 4ª Flota ­después de medio siglo de desaparición­ refuerza la amenaza. EEUU avanza aún más con el golpe de Honduras, que ahora directamente apoya a los continuadores golpistas «electos». La consumación de la agresión tienta a nuevos golpes político-mediáticos ­tal como los definiera la presidenta argentina­ posibles en la medida que las Fuerzas Armadas sean cómplices activas o pasivas.

Pero ya no sólo peligran Cuba, Venezuela, Ecuador, Bolivia o la Amazonia con primacía brasileña. El «hondurazo» tienta a los golpistas paraguayos. El gobierno de Lugo, una heterogénea coalición, ha encontrado todo tipo de dificultades para afirmarse, mientras las campañas mediáticas acerca de la «inmoralidad» del presidente, apuestan a su caída.

¿Y qué no decir de la probable victoria de Piñera en Chile? Chile era ­o¿sigue siendo?­ el modelo a imitar de Vázquez, de Astori y de otros frenteamplistas. Pero la experiencia de la Concertación indica el papel de la socialdemocracia, de la democracia cristiana y del liberalismo: hacer leves reformas que alivien la miseria para algunos, sin tocar las estructuras, hasta que el bloque dominante recobra, ante la indiferencia de las masas populares, la conducción del gobierno como parte de su poder general.

Los que todavía persisten en «chilenizar» a Uruguay, de vencer en su propósito liquidarán la experiencia del Frente Amplio. Al contrario, de Chile debe concluirse que los movimientos populares que desafían al poder del imperialismo y sus socios, aunque sea en mínima parte, están obligados a avanzar siempre interpretando las aspiraciones de sus pueblos, contra las reglas de juego del sistema. Si la aparición inesperada de Bachelet hace cuatro años salvó a la Concertación, la miopía política de quienes no se atrevieron a arriesgar la quiebra de esa Concertación admitiendo el retorno de Frei, la hunde ahora, y con ella puede hundir a Chile.

Con la contrarrevolución en marcha, la nueva geopolítica regional dibuja desde Panamá al extremo sur chileno, recostada en el Océano Pacífico una América Latina satelizada, con la excepción de Ecuador, muy cercado. Y al este, otra América Latina que brega por su liberación, en una marcha sinuosa y contradictoria. El imperialismo, tigre de papel estratégico según Mao, tácticamente goza de colmillos afilados. Limitarse a «arreglar las veredas» sin prevenirse ante este tsunami ascendente o, a la inversa, afirmar que «todos son iguales» (Mujica o Lacalle, etc.) son manifestaciones de estupidez a combatir y erradicar. En ese combate nos va la vida.

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