¡Alerta! Comandos Septuagenarios en acción

Quien escribe confiesa que pese a su condición septuagenaria, todavía no se sentía tan diferente. Hace lo que todo ser humano: come, duerme, tiene relaciones sexuales, trabaja, lee, piensa, practica deportes, ve espectáculos, grita a los jueces de fútbol, juega con sus nietos, en fin, lo común. Sin embargo, su amigo el Presidente le incita a actividades insospechadas. La primera es ejercer la locuacidad y decir todo lo que uno piensa, sin necesidad de abstenerse sospechando que otros puedan creer que se está gagá. La segunda es pensar actividades futuras, pues ha quedado impactado y meditabundo con eso de que se legislará para que los reclusos con más de 70 años y con enfermedades incurables tengan prisión domiciliaria. Como el Presidente es partidario de la igualdad y habrá patria para todos, habrá prisión domiciliaria también para todos…los violadores, raptores de bebés, torturadores, etcétera.

Las indulgencias eran gracias que concedía la Santa Iglesia Católica Apostólica Romana para los pecadores. En los albores de la modernidad, urgida la Santa por el vil dinero, mandó a convincentes predicadores a vender indulgencias. Lutero se indignó con otro alemán como él, Tetzel, que después de tocar las fibras íntimas de su auditorio con frases tales como «tu madre, o padre, arden en las llamas del purgatorio» proseguía con la pregunta inquietante: «¿Has pensado que puedes terminar con su sufrimiento?», con lo que el oyente quedaba turulato porque jamás lo había pensado. Y a continuación la propuesta, tirando el mangazo, con la conclusión: «En cuanto el dinero suena en el cofre, el alma salta del purgatorio.»

Ante las indulgencias del Santo Presidente, este cronista propone trocar la famosa frase por esta otra: «En cuanto la ley sea aprobada el alma podrida salta de su contención». Entiendan, caros lectores, que este septuagenario está ejercitando libremente el pensamiento como el Presidente. La Justicia militar nos condenó por «graves» delitos y sin embargo nuestros galones son harapos frente a las prendas de los graduados en la Escuela de las Américas, recluidos en las cómodas instalaciones del hotel de Domingo Arena. Porque no cometimos actos patrióticos tales como violar, torturar, raptar bebés y fusilar a sus madres, con lo que al lado de estos fieles oficiales somos niños de pecho (no es delicado escribir viejos de pecho).

En nombre de la sagrada igualdad, recordamos que casi todos los septuagenarios poseemos enfermedades incurables, desde asma o artritis hasta las coronarias u oncológicas. Y seguros de poder acreditar estas credenciales conducentes a una cómoda prisión domiciliaria, podríamos pasar a tener otros roles protagónicos. Por ejemplo, ¿por qué no formar Comandos Septuagenarios para defender, como los oficiales encarcelados, justas causas patrióticas? O, sin tan profundas pretensiones, pensemos que si un violador de carrera a sus 30 o 40 años es liberado por tener ahora 70, una violacioncita de septuagenarios amateurs apenas sería merecedora de una tarjeta amarilla que los jueces interpretarían en adusto lenguaje jurídico. Los septuagenarios habríamos alcanzado el Nirvana: los y las jóvenes tratarían de poner a recaudo su anatomía ante la presencia excarcelable de los veteranos y veteranas. Y ya en tren de meditar posibilidades abiertas, podríamos abogar ante los narcos para que, en vez de usar a niños o a mujeres, empleen a septuagenarios con enfermedades incurables, dada la ventaja de su pronta excarcelación.

La brillante idea presidencial encontrará eco seguro en el casi septuagenario senador Lacalle, también muy creativo, que ha propuesto que las FFAA reactiven su preparación antiguerrillera. En ese sentido, para que vayan haciendo boca, como quien juega amistosos antes del campeonato, la preparación podría comenzar contra los Comandos Septuagenarios. Estos serían papita para el loro porque ni siquiera tendrían moral alta para la conquista del gobierno, debido a que en éste ya están los septuagenarios. Y si aceptamos las propuestas de tabarecistas y cuquistas pronto estarán los octogenarios.

Uruguay aceleraría su conversión en país del primer mundo si a los índices de crecimiento macroeconómico se agregaran los de estupidez. No dudamos de que los septuagenarios ­con el Presidente y el jefe de la oposición a la vanguardia­ puliremos estas notables ideas. Ante el derrame de tanto talento sólo nos atrevemos a lanzar al ruedo de la Semana Criolla una consigna: ¡Septuagenarios ocurrentes de todos los partidos, uníos!

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