Severa derrota de la Revolución Cubana

Es indudable que las circunstancias de la liberación de presos «políticos» en Cuba convierten a este acto en una severa derrota táctica de la Revolución. El Estado cubano, por primera vez en cincuenta años, fue incapaz de mantener la iniciativa estratégica frente al cártel delincuencial formado por la Unión Europea, el Vaticano y Estados Unidos. La incógnita es si el Partido Comunista de Cuba (PCC) logra convertir esta derrota en un futuro triunfo o si terminará en una derrota estratégica.

1. Problema de poder, no derechos humanos.

El problema con los delincuentes del cártel nunca fueron los derechos humanos, sino la intención imperialista de destruir a la Revolución. Los mismos actores del cártel lo dicen sin ambages. Por ejemplo, las resoluciones del Parlamento Europeo hablan abiertamente de la necesaria «transición política hacia una democracia pluripartidista» y «una transición pacífica en la isla». Si esta es la naturaleza del conflicto, entonces hay que analizarlo y tratarlo como un problema de poder, no de derecho internacional. La ley le importa un comino al imperialismo.

2. Dos debilidades de la Revolución.

El cártel ejecuta su plan operativo mediante diferentes papeles en una división subversiva del trabajo. En jerga futbolística diríamos que los delanteros visibles son el canciller español Moratinos, el cardenal cubano Ortega y la derecha del Parlamento Europeo. El director técnico está sentado en la Casa Blanca, dirigiendo la ofensiva. Esta se dirige hacia dos puntos débiles de la defensa cubana: a) la prioridad política de conseguir el levantamiento de la injerencista «posición común» de la Unión Europea, introducida por el falangista Aznar en 1996, antes de setiembre de este año y, b) conseguir la liberación parcial del bloqueo económico estadounidense, para alivianar la crisis económica del país. La liberación de los presos es el resultado de la presión combinada de esta pinza, envuelta en algodón por la Iglesia Católica, para ocultar sus dientes de acero.

3. Pérdida de poder e iniciativa estratégica.

La pérdida de poder de la Revolución se manifiesta en el hecho de que, por primera vez en medio siglo, ha cedido a las presiones del exterior. La pérdida de la iniciativa estratégica se nota, entre otra cosas, en el hecho de que no fue el Partido Comunista de Cuba que liberó en plena autonomía a los presos, sino que lo hizo bajo la presión externa y de la Iglesia Católica. El crédito público mundial e interno por esta medida recae ahora sobre el Vaticano, no sobre el Partido Comunista. La Iglesia Católica aparece como el sujeto de cambio progresista, el Partido como un ente estático que tiene que ser empujado para actuar.

Esa pérdida de la iniciativa estratégica se nota también en el discurso oficial frente a los acontecimientos. Hasta el día de hoy no hay una explicación coherente del cambio cualitativo en la política de derechos de los disidentes. De hecho, el aparato propagandístico cubano, notoriamente deficiente frente a los nuevos desafíos del siglo XXI, no se hace notar en ninguna función vanguardista.

4. ¿El futuro?

Mientras la dirección cubana actúa bajo el doble yugo de evitar la «posición común» del imperialismo europeo y del pronto levantamiento del bloqueo estadounidense, no podrá recuperar la iniciativa estratégica que la ha caracterizado desde su triunfo en 1959. La interrogante es si existe una alternativa a su posicionamiento actual que le devuelva la posibilidad de volver a controlar la situación frente al cártel. La respuesta es positiva y tiene dos aspectos: un paquete «Marshall» de emergencia económica y la audacia política mostrada por Lenin en «La Gran Iniciativa».

Para tener un tiempo de tranquilidad económica y por la dimensión del problema económico, Cuba necesita unos diez mil millones de dólares como fondo de emergencia.

Entre China, Rusia y los países latinoamericanos debería ser posible obtener esta suma. Con la tranquilidad económica que generan esos fondos, el Partido realiza el VI Congreso a mediados de 2011, donde presenta las reformas estructurales en las relaciones de producción ­el problema económico fundamental del país­ y en la superestructura política (participación), que son necesarias para salir de la crisis y del cártel agresor.

Todo depende ahora de «La Gran Iniciativa». La pregunta es por lo siguiente. ¿Actuará la fracción leninista del Partido con la rapidez y audacia necesarias para la sobrevivencia?

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