"Los intelectuales y el poder"

En la perspectiva marxista, los intelectuales somos revolucionarios o

reaccionarios, según los intereses políticos y económicos que defendamos. No existe el intelectual puro en la medida en que no existe una persona que pueda hacer abstracción de su condición social, o de su adopción, consciente o inconsciente, de tal o cual ideología.

Pero bajo mi perspectiva los acepto, a ambos, y establezco una diferencia entre ellos. Para los primeros, el intelectual revolucionario, el compromiso es con la revolución y su papel es llevarle la ideología a la clase revolucionaria llamada a cambiar el orden de cosas existentes. Y en relación con el intelectual puro, vale el principio de que la razón de Estado, o lo que es lo mismo, la razón de partido, de nación o también de clase, nunca debe prevalecer sobre las razones imprescriptibles de la verdad y de la justicia y agregaría, frente a la razón también imprescriptible de la libertad.

Y esta tesis está basada en otra que, en mi opinión, es objetiva, histórica y revolucionaria. Y es la de que «todo poder bajo cualquier forma es instrumento de opresión, de coacción, de dominio ciego y arbitrario (y) es, por definición, obtuso (enemigo de la inteligencia), inhumano (enemigo de la liberación del hombre), y despótico (enemigo de la libertad)» ; lo cual quiere significar, palabras más, palabras menos, que entre los intelectuales y el poder hay una pelea cruzada desde siempre que sólo dirimen el dinero, el exilio, la censura o la muerte. Y que las mismas condiciones objetivas antedichas colocan al intelectual de cara al poder, sin que sea menester la mediatización política, la que, la más de las veces, distorsiona su papel y su mensaje. Esta sola confrontación del intelectual con el poder lo coloca en el terreno político sin más intermediación que su propia libertad amenazada. Los intelectuales estamos llamados a ser los contradictores de los tecnócratas gerentes de la sociedad del conocimiento, nuestro papel se acrecienta pero no hasta el extremo y modo que le señaló Marx al proletariado, sino blandiendo la misma arma de los detentadores del poder: el conocimiento, en su variante humanista y reflexiva.

Desde esa perspectiva, un intelectual contemporáneo debe tener una posición crítica frente al poder pero de modo independiente, no vinculado a un partido o clase social; desde su propia práctica de intelectual y arguyendo los valores universales que el humanismo ha creado y enseñado en y con sus obras, literarias en su mayoría. Son las razones imprescriptibles de la verdad y la justicia. Esta posición se enmarca en la tesis de la «autonomía relativa de la cultura respecto de la política», lo cual quiere decir que las manifestaciones de la cultura no pueden estar mediatizadas por la política y menos por las relaciones económicas.

La reducción a la política de todas las esferas en las que se desarrolla la vida del hombre en sociedad o bien, la politización integral del hombre, la desaparición de toda diferencia entre lo político y como se dice hoy, lo personal (lo artístico, lo religioso, lo filosófico etc.), es la quintaesencia del totalitarismo. Lo anterior no quiere decir que se haga abstracción de lo político. El intelectual, el escritor, debe ser independiente pero no indiferente.

Debe estar en la política pero trascenderla y esto quiere decir, no dejarse atrapar por los dogmatismos y los fundamentalismos, no convertir el Estado, la doctrina o el partido en ídolos, en ideas absolutas al más puro estilo hegeliano, que lo haga decir: por fuera del Estado o del partido o de la ideología, nada; dentro de ellos, todo.

Sin perjuicio de considerar que un intelectual debe ser, básicamente, un mediador, esto es, un hombre cuyo fin político esencial es situarse en el centro de la coantroversia para encontrar una solución negociada, me atrevo a sugerir las siguientes posiciones, vistas desde la óptica enunciada arriba del intelectual humanista, demócrata y crítico natural del poder, y que, en mi modesta opinión, los escritores y demás intelectuales debemos asumir, incorporarlas a nuestro quehacer literario y periodístico, para contribuir a superar los obstáculos que nos impiden el goce de la libertad. Son ellas: l. Condenar y combatir la guerra, y la violencia en general, como fórmula de solución de los conflictos, internos e internacionales. Defender la soberanía de las naciones, propiciar la amistad y solidaridad entre los pueblos y combatir el chauvinismo, el racismo y el imperialismo, que son la negación de los anteriores valores. 2. Fomentar la tolerancia, el reconocimiento del derecho del otro a ser y a existir con sus valores e intereses. Lo cual implica que debemos situarnos en su lugar cuando pensemos en abordar su posición desde una perspectiva crítica. 3. Defender la democracia y los derechos humanos frente al despotismo y toda forma de coacción de la libertad por parte del Estado. Entendiendo por democracia no el gobierno de las mayorías, sino todo lo contrario, el gobierno que respeta los derechos de las minorías. 4. Combatir el mal uso del poder, que éste derive en monopolio de la verdad y que él se utilice en beneficio de un partido, de una clase o en beneficio particular. Un intelectual debe ser un enemigo de los abusos de poder, de la corrupción de los gobernantes y funcionarios y de la manipulación de la verdad desde las oficinas gubernamentales y de los medios que les sirven de apoyo. 5. Divulgar las ideas del humanismo filosófico, según las cuales la vida social debe estar en función de engrandecer al ser humano, de elevarlo social y espiritualmente y exaltar, en consecuencia, la solidaridad entre los seres humanos como fórmula de convivencia y estrategia de supervivencia de la sociedad. 6. No ser utópico, nihilista, dogmático ni extremista. Ser realista y propiciar las soluciones que mejoren la situación problemática que se pretende resolver. Si procedemos de acuerdo con esos seis puntos, le hacemos un gran favor al progreso, le prestamos un gran servicio a la humanidad, somos consecuentes con la razón de ser de nuestro oficio y fieles a nuestra posición de compromiso con la inteligencia y de enfrentamiento natural con la opresión y el despotismo del poder en todas sus formas.

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