La metamorfosis, sin Kafka

Una vez más, el señor Luis Sabini, a quien no conozco, dedica un artículo entero a atacarme. Hablando en términos futbolísticos, es como si algún director técnico le hubiera encargado hacerme una marcación cuerpo a cuerpo, artículo por artículo, no sea que haga algún gol. Dicen los franceses que el «tono hace la música» y el tono de sus artículos no es precisamente amistoso. No es el tono de alguien que escribe en el mismo diario dirigiéndose hacia un colega. Su propósito evidentemente no es dialogar ni cambiar ideas, ni discutir sobre la base del respeto mutuo. Su propósito es atacar, condenar, denigrar, estigmatizar, descalificar.

Para mí el periodismo es algo totalmente distinto. Mi principal ocupación periodística a lo largo de más de medio siglo ha sido la crítica cultural, fundamentalmente crítica de música y de teatro, y me he acostumbrado a tratar con respeto a los artistas cuyas actuaciones ana- licé. La misma actitud la he tenido en otras formas del periodismo que practiqué incluyendo el político. Por ello, me niego a entrar en el lodazal de recriminaciones mutuas y a la guerra de guerrillas periodística a la que quiere arrastrarme el Sr. Sabini y quiero dejar en claro que esta será mi primera y única respuesta a sus ataques.

En su primer artículo titulado «El abordaje violento de barcos a Gaza» el Sr. Sabini se ocupa de mi artículo «Enemistades íntimas» en el cual no toqué para nada el tema de la flotilla turca de apoyo a Hamas que tanto lo obsesiona. Allí intenté buscar analizar y comprender el complejo y doloroso problema del rechazo de algunos judíos de sus raíces y su identidad para congraciarse con los enemigos del estado judío. Este tema es obviamente soslayado por mi detractor. A él solo le interesa demonizar a Israel y describe una situación tan grotesca como falsa según la cual Estados Unidos sería el único sostén económico de Israel entregando una cifra sideral todos los días a sus arcas.

La verdad es que Israel tiene una de las economías más dinámicas y productivas del mundo y un alto grado de desarrollo científico. Muchísimos países querrían tener el nivel de ingresos por Israel.

Algunos datos : en materia de agricultura : la producción de leche de la vaca israelí es la más alta del mundo, 12 mil litros de leche al año. Tras ella, Estados Unidos, en el segundo lugar con 9500 litros y Europa Occidental en el tercer lugar con 7500 litros por vaca. El método de riego por goteo ahorra cantidades enormes de agua al mundo, que tiene cada vez menos líquido vital a su disposición. Israel exporta un producto agrícola : semillas de tomate, de un tipo especial, mejorado. Un kilo cuesta más que el oro ; 350.000 dólares. Pero sus cosechas superan de lejos lo mejor que producen las semillas corrientes. Cuando un virus sumamente dañino causó estragos en China en los campos fértiles de China, fue la pequeña Israel la que creó un antídoto para el virus que reconstruyó la producción de la enorme nación. Pese a su pequeñez geográfica (invito a los lectores a buscar el puntito que es en el mapa) es uno de los países más avanzados en materia científica. El número de sus investigadores en relación a la población es de 6 por cada 1000, lo que coloca al país en el segundo lugar mundial. Israel es uno de los ocho países de la tierra que cuentan con la capacidad de enviar naves al espacio. Tanto en medicina como en computación los logros de Israel son muy significativos. En Israel se desarrolló un método avanzado para la detección temprana del cáncer, así como el programa VOIP de transferencia de voz en Internet (Datos de Ben Dror Yemini, diario Maariv, 20.4.10). El segundo artículo del Sr.Sabini se titula ¡El mundo tiene cada vez más judíos antisionistas! pero su contenido no tiene nada que ver con el título. Cree haber encontrado una fórmula definitoria de quién es sionista y quién no, en una vieja y muy controvertida declaración de Golda Meír y dictamina que quien no concuerda con ella no es sionista. Al parecer, no está informado de que ni Israel ni los judíos del mundo responden a «la línea del Partido» de ningún dirigente sionista por más importante que sea, porque Israel es una democracia y entre los judíos del mundo existe una bendita pluralidad de opiniones. Pero obviamente la intención del Sr. Sabini no es analizar las viejas ideas de la Sra. Meír, sino desviar la atención del hecho que no puede refutar que muchos países árabes y musulmanes que gastan millones de dólares en propaganda para los palestinos a la hora de la solidaridad verdadera no quieren saber nada con ellos.

La ofuscación del Sr. Sabini con el Estado de Israel no es original. Es el antisemitismo del siglo XXI mal cubierto con la hoja de parra agujereada del antisionismo. El antisemitismo clásico atacaba a los judíos como individuos. El antisemitismo de la era de la Jihad odia al judío colectivo en su único, diminuto país en el mundo. El utilizar una vez más al chivo emisario clásico simplifica muchas cosas. Si sirvió a la Inquisición, si sirvió al zarismo, si sirvió a la alta burguesía europea en el siglo XIX y XX, si sirvió a Stalin para liquidar a sus rivales, si fue el gran motor del nazismo que le permitió llevar a la muerte a 55 millones de personas ¿ Porqué no habría de servir a los huérfanos de la guerra fría que se quedaron con la repentina necesidad de llenar un gran vacío? ¿ Qué mejor que llenarlo de odio?

Pero el problema del Sr. Sabini es que se ha convertido en un cómplice voluntario o involuntario del fascismo islámico, al estilo de Irán y de Hamas o del mundo feliz islámico que nos deparan el Sr. Bin Laden y sus aliados, los talibanes. Lo triste es que hay personas que se creen de izquierda y que seguramente estarían entre las primeras víctimas en un régimen de la Sharia como el que apoyan con su anti-israelismo, que se han convertido sin comprenderlo en militantes de la extrema derecha más reaccionaria que ha conocido la historia. Con esta definición anti-histórica y anti-progresista han enviado al diablo las ideas de fraternidad, libertad e igualdad de los pueblos. No sólo rompieron con las mejores tradiciones humanistas de la izquierda democrática, sino también con las banderas de la Revolución Francesa.

Se trata de una horrenda metamorfosis, pero sin Kafka y sin la gracia redentora de la lite- ratura.

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