Alvaro Balbi: 35 años de un crimen

En una reunión clandestina del Regional 3 del Partido Comunista, en 1975, en la que se encontraban entre otros que recuerdo Raúl Viñas, Raúl Rezzano (secretario), «el canario» Juan Alonso, Javier Tassino, Alicia Carazus, Elena Rolandez, el «petiso» Ribeiro y Alvaro Balbi, el más joven, integraba la UJC del Regional, ocurrió un allanamiento, fue un allanamiento dirigido, no fue casual, ¿hubo seguimiento o fue entregado? posteriormente, a lo largo de varias caídas, la dirección departamental de Montevideo empezó a asociar ciertos arrestos de compañeros con un hombre que había sido conserje en la Casa Central de Sierra y que provenía de la Seccional 20 del Regional 3, muy popular el susodicho, era conocido como el «gallego» Vázquez; de gallego no tenía nada y sí mucho de traidor, pues fue una pieza clave para detectar y entregar militantes. Se pagaba el precio, es bueno decirlo, de lo que Arismendi había catalogado como «las ilusiones demócratas» una fuerza política, tantos años en legalidad, a diferencia de aguerridos partidos como el Portugués, con una vasta experiencia en la labor clandestina, de sus rigurosas reglas imprescindibles para blindarse de mínimos errores, con los cuales siempre especulan y medran las operaciones de inteligencia de las dictaduras. El PC del Uruguay pagó un duro precio (por ser un partido de una larga tradición de funcionamiento en la legalidad, por lo demás proclive también a la infiltración) al pasar al trabajo clandestino, donde la carencia de infraestructura se sintió, y además sus dirigentes éramos muy conocidos; a ello hay que agregar que la línea principal «impedir que se consolide la dictadura», exigía la presencia de nosotros, los dirigentes, así como movilidad, y participación en reuniones en todas las escalas: Agrupación, Seccional, Regional, Departamental y el propio Comité Central, que es bueno decirlo, siempre funcionó en la ilegalidad, por lo demás los instrumentos de acción de la organización política eran tres: los de masas, particularmente el movimiento sindical y universitario, que exigía presencia, atención y sobre todo orientación; la política de alianzas con sectores tradicionales y el tercero, la propia organización que hay que atender, porque hay que informar, distribuir la «carta», volantes, pintadas, etc; además hay que seguir funcionando, y eso exigía dinero, vínculo con los afiliados y amigos, y finanzas, además relación con el Centro en el exterior, y todo lo que es la sociedad civil, estudiantes, cooperativas, etc., y también la solidaridad con los presos, sus familias, etc.

Una labor clandestina exige una enorme dedicación en la cual siempre estás expuesto y nunca, nunca, te sentís seguro. El desgaste psíquico es de tal magnitud, es tan grande el peso de la responsabilidad que, cuando caés todo se simplifica, la cuestión es encerrarte en tu propia estructura, necesariamente de hormigón, para entonces ahí preservar lo más preciado de tu existencia, los compañeros, las casas, la organización. Es cuando la vida personal pasa a un segundo plano.

En esa se vio Alvarito, soportando la brutalidad y fiereza de la tortura a mansalva, exigiendo nombres y contactos, y sobre todo lo que los desesperaba: Carta, como se distribuía, quiénes y dónde se imprimía.

El golpe al Regional 3 fue uno de los primeros golpes a la organización en Montevideo, costó una joven vida pletórica, llena de esperanza y frescura. El velorio al cual (pese a todo el operativo montado por la represión, para intimidar y aterrorizar) no me amedrentó y ahí estuve dándole el último adiós, abrazando a Lile, y demostrando que la dirección estaba y que la valiente Carta a Bordaberry de su padre Selmar Balbi no era una sombra en el desierto, era un acto de protesta, de hidalguía, de valentía democrática, de un padre que no se resignaba ante el terror de sentir la muerte de un hijo querido.

Sí, Alvaro sigue entre nosotros, fue y sigue siendo imagen de una actitud ante la tortura, la barbarie y la esquizofrenia fascista.

De sus huesos hechos polvo por el tiempo siempre recibimos el mensaje de la voz alegre, del joven músico que amaba la vida, a su familia y la lucha.

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