Uruguay y el Consejo de Seguridad de las NU

El canciller Luis Almagro oficializó la aspiración del gobierno para integrar el Consejo de Seguridad de las NU­ Uruguay, por sus tradiciones democráticas, su identificación con los objetivos para los cuales se creó el organismo, su participación en las misiones de paz y, como expresara el ministro, por su propia tarea política interna en los órganos de las NU, tiene sobrados títulos que respaldan este propósito que, de concretarse, sería un justo reconocimiento a la trayectoria de nuestro país.

Poco después del retorno a la democracia, personalidades importantes del mundo político plantearon la candidatura de Uruguay al Consejo de Seguridad, pero en un período sensible de nuestra historia en el cual la prioridad era el cambio en paz, el presidente Sanguinetti mostró poco entusiasmo por la iniciativa. Integrar el Consejo de Seguridad impone tomar posición en conflictos que pueden aparecer en cualquier lugar del planeta.

Es lo más probable que en mucho de ellos el interés nacional no esté involucrado. Sin embargo, en la condición de integrante del Consejo de Seguridad, podría darse una situación en la cual Uruguay se pronuncie en un sentido contrario a determinado país con el cual tengamos importantes vínculos que nos interesa mantener. Si bien la postulación uruguaya merece el beneplácito de la ciudadanía, una vez presentada la candidatura, el éxito o el fracaso de la misma será decisión de los otros gobiernos de la región y el mundo, sin necesidad de que nuestra diplomacia intervenga en el proceso ulterior de negociaciones que generalmente se dan en estas situaciones. Esta prescindencia evitaría que nuestro país asuma algún tipo de compromiso en aras de obtener apoyos para su postulación.

Por otra parte, y completado el panorama, se constata un proceso de deterioro de las NU, concebidas originariamente como un organismo de carácter diplomático y que, sin embargo, se rige desde hace ya tiempo por principios parlamentarios. El carácter diplomático involucra la aceptación expresa o tácita de algunas pautas, tales como el recíproco reconocimiento entre los Estados y las negociaciones pacíficas para dirimir sus diferencias. En cambio, el carácter parlamentario determina que las resoluciones se aprueban por mayoría, y deben aceptarse incluso por la minoría. Pero esto funciona en el ámbito interno del país dentro del cual mayoría y minoría, integrantes de una misma nación, participan de un destino común, lo cual no es el caso del ámbito internacional, constituido por Estados soberanos. Una mayoría podría decidir medidas graves en perjuicio de otro país: ¿Podría obligarlo a suicidarse?

Esto implicaría, a mi juicio, la subversión de los principios sobre los cuales se asientan las NU. No es de extrañar que a lo largo de las últimas décadas, la solución pacífica de graves conflictos internacionales tuvo que negociarse fuera del ámbito de las NU.

A todo esto, no debe olvidarse que las NU, cuando fueron creadas estaban integradas por una gran mayoría de países democráticos. Pero, con el transcurso de los años se incorporaron una gran cantidad de países no democráticos, de manera que actualmente la democracia quedó en franca minoría.

El hecho es que países no democráticos pasaron a tener un protagonismo incontenible, utilizando el escenario de la Asamblea General de las NU para fines propagandísticos totalmente ajenos a lo que debe ser la naturaleza, el funcionamiento y los objetivos del organismo. Desfilaron por el podio de la Asamblea y fueron aclamados, personajes tales como Idi Amin, en cuyo frondoso prontuario figura nada menos que una afición por el canibalismo, Arafat desenfundando su revólver y colocándolo encima del pupitre mientras pronunciaba su discurso, emitiendo una señal incompatible con lo que deben ser las NU, y recientemente Ahmadinejad, quien no necesita carta de presentación. Como para muestra alcanza un botón, no es necesario proseguir con el catálogo de situaciones y personajes seguramente inimaginables para quienes hace 65 años, participaron en la primera Asamblea de la organización. Este panorama necesariamente repercute en el Consejo de Seguridad, cuyos miembros no permanentes son electos por la Asamblea General.

En el Consejo tienen lugar diálogos, negociaciones y decisiones de proyección planetaria, que lo convierte en un ámbito de resonancia internacional, en el cual los miembros no permanentes deberán negociar de igual a igual con las grandes potencias y con países que se manejan con concepciones y valores que están en las antípodas de los nuestros.

Son aguas tormentosas en las cuales Uruguay navegará en una pequeña barca para llegar a buen puerto. Se requerirá la máxima prudencia. Alguien podría preguntarse qué es lo que tenemos para ganar. Es verdad. Probablemente nada, pero es tiempo de asumir el desafío.

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