Racismo religioso feroz y consentido

En estos días se ha hablado de la defensa de gente cotidianamente considerada objeto de exclusión y no sujeto de derechos. Me refiero a los mineros rescatados en Chile, catástrofe que conmovió al mundo entero no sólo por lo increíble de los hechos ­bien dicen que la verdad supera la ficción­ sino por traer luz al asunto de la extracción minera, valuado frecuentemente en función del capital en detrimento del extremo riesgo humano.

Ojala las cámaras enfoquen con la misma atención otras historias de vida postergadas que pueblan la superficie del planeta, aunque sobrevivan tan profundamente hundidos como estaban los trabajadores de las minas chilenas. Visualizar injusticias graves en sociedades occidentalmente civilizadas y democráticas, haciendo autocrítica en la militancia por la equidad, nos lleva a reflexionar sobre las endémicas agresiones públicas soportadas por practicantes de religiones de origen afro en Uruguay, todas las noches desde hace más de una década al final de la programación de televisión abierta, ahora canal 10, perpetradas por representantes de la denominada Iglesia Universal del Reino de Dios.

El hostigamiento que hace la IURD contra los umbandistas continúa intacto.

Ante la impunidad que disfrutan han fortalecido métodos de agresión, llegando actualmente a mostrar ofrendas e incluso sesiones rituales de Umbanda como paradigma de destrucción, calamidades varias y espíritus malignos que, según dicen, generamos nosotros los «macumberos» u «ocultistas».

Esto tan doloroso y humillante para una parte de la población, lucha en la que nos hemos desgastado haciendo todo tipo de denuncias y solicitudes de atención sin éxito, sucede a vista y consentimiento tácito de quienes tendrían facultades de hacer algo para que cesara.

Autoridades de la cultura podrían revisar personerías jurídicas de los insultadores mediáticos, a ver si alguna normativa estatutaria les permite manifestar odio contra grupos en razón de su religión. Desconozco creencia cuyo núcleo de prédica sea difamar otras expresiones espirituales.

En Argentina les prohibieron usar terminología e imágenes propias de ritos de matriz afro en sus arengas.

Quienes regulan comunicaciones tendrían que observar ciertos contenidos.

Sufrimos hace demasiado tiempo los afroumbandistas, serias lesiones a la libertad de culto consagrada en la Constitución y las leyes, arbitrariedades que exponen discriminación feroz hacia una comunidad de fe proveniente de las culturas africana e indígena.

Para ponerse en piel, y pedimos disculpas por la grotesca ilustración, imaginen que a cada uno de ustedes noche a noche les insultaran a la madre por televisión.

Salvo por este medio que nos permite socializar, estamos muy solos en esta causa.

Hago esta queja pública como tantas estériles por otras vías, sin esperanzas de que alguien se inquiete por el secreto a voces, con ajeno pudor por los omisos en este caso, inmóviles y mudos pregoneros de igualdad.

Como dijo el padre Artigas: «nada debemos esperar sino de nosotros mismos».

Claro que el daño que soportan algunos trae mucha plata a otros. Proyectan una catedral en la capital y pagan cientos de miles de dólares por los espacios de TV usados para denostarnos.

¿El poderío económico proviene de los diezmos?

Acá transitan ostentosamente sin explicaciones, mientras en otros lugares son investigados por lavado de dinero actuando «San Dólar» como silenciador.

Entre otros recursos, en una oportunidad solicitamos intervención judicial y el juez Cavalli dijo que era «libre expresión» lo que hacían, olvidando el resto de la norma que habla de responsabilidad por abusos.

Tampoco los movimientos afro organizados han encarado orgánicamente ningún análisis, y parecen no reconocer como agresión racial la violencia dirigida a cultos ancestrales, derivada del racismo estructural que impregna el sistema.

Penosamente, no hemos encontrado sensibilidad ante tales atropellos.

Usando términos bíblicos sentimos a los Pare de Sufrir como el Anticristo o el Leviatán.

La discriminación contra un ciudadano ofende a toda la sociedad según la ONU. ¿Por qué esta no?

Si de integración se trata, no la veo con este germen de fractura social entronizado en medio del paisito.

¿Acaso lo que hacen no es persecución a un grupo religioso, crimen de lesa humanidad según Ley 18.026, Estatuto de la Corte Penal Internacional Art. 7 inciso h, hecho tipificado como delito, que la República Oriental del Uruguay tiene el derecho y el deber de juzgar según el derecho internacional refrendado?

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