Túnez, por la libertad y la dignidad

Todas las grandes noticias de los últimos días se han enfocado en el continente africano, particularmente en Túnez y Egipto , ello debido a las distintas movilizaciones populares que se están desarrollando en ambos países.

Mucho se informa acerca de la «revolución de los jazmines» nombre que no dejó de llamarme la atención para una revuelta popular. Al investigar el porqué de dicho nombre, encontré una denuncia muy interesante del comprometido fotógrafo tunecino Lofti Gharini quien además de estar viviendo directamente los acontecimientos, nos dice que «el término es elitista, quiere representar la imagen de un país de postal, porque de jazmines, ni la revuelta ni la represión desatada contra ella tuvo nada».

Más adelante en uno de sus reportes explica que los jazmines solo se ven y se disfruta su aroma, en la zona norte de Túnez, junto a la hermosa brisa Mediterránea, que solo se observan en las regias mansiones de la burguesía tunecina en las localidades de Hamanet, Cartago, La Marsa. Denuncia además que el pueblo, verdadero protagonista de la revuelta gusta de llamarla la «Revolución de la libertad y la dignidad».

Túnez era hasta diciembre del año pasado conocida en el mundo como el ejemplo a seguir por el conjunto de los países árabes, producto de su seguidismo a Occidente. Al punto que el presidente del FMI Dominique Strauss-Kahn pocos días antes de la revuelta colocaba a Túnez como el país ejemplo del Maghreb (la parte más occidental del Medio Oriente, que lo integran Marruecos, Argelia, Túnez, Libia y Mauritania).

Es decir que el derrocado dictador Ben Ali estuvo a disposición permanente durante todo el periodo de su gobierno (desde 1987) a los designios de EEUU y la Unión Europea, a costa de reprimir todo tipo de oposición.

Debemos saber que Túnez fue hasta el año 1956 una colonia francesa, pero en realidad Francia nunca dejó de entender que este país era «su protectorado». La friolera de 1.250 compañías francesas operan en Túnez y manejan aproximadamente 191.000 millones de dólares. No es casualidad que por ejemplo cuando comienzan las primeras movilizaciones la ministra de Relaciones Exteriores francesa Michelle Alliot le plantea al gobierno de Ben Ali, la asistencia policial que necesitara, obviamente cuando las cosas se fueron de las manos vino rápidamente el viraje y la diplomacia francesa criticó tal acción. Pero Francia siempre tuvo particular deferencia con el gobierno tunecino desde François Mitterrand (1981-1995) hasta nuestros días por parte de Nicolás Sarkozy. Objetivamente los intereses de la burguesía francesa tenían fuerte posicionamiento en el país. Al punto de que su actual ministro de Cultura Fréderick Mitterrand declaraba en el mes de diciembre pasado «decir que en Túnez hay una dictadura es una exageración». Es fundamental en el análisis de la situación política que se desencadenó, tener muy en cuenta que es producto de la crisis global del sistema capitalista, en Túnez en particular a partir de 2008 comienza una situación insostenible desde el punto de vista económico a pesar de su situación privilegiada, como lo tienen todos los países árabes que reprimen el islamismo beligerante. El desocupado tunecino hace unos años podía emigrar a Francia o Italia, pero desde que la crisis comenzó a apretar en Europa, también se les cierra esa posibilidad, debido a las leyes antiinmigrantes que los países del viejo continente han impulsado.

La farsa democrática montada por la familia de Ben Ali y su esposa Leila Trabelsi, donde todos los integrantes de la familia eran prácticamente dueños y copartícipe de las grandes compañías francesas, en el momento de escapar la pareja se llevó del país tonelada y media de oro (aprox. 60 millones de dólares).

La represión fue salvaje en las calles, pero la resistencia del pueblo compuesta fundamentalmente por la clase media baja, desocupados y trabajadores logra derribar al régimen. Esta situación tiene muy preocupado tanto a Obama como a los poderosos de la Unión Europea, ya que la revuelta no se quedó en Túnez, lo que ya era preocupante. Existe un efecto contagio que hace en estos momentos generar levantamientos en Egipto y Argelia, sobre todo en Egipto, movilizaciones virulentas que tienen en jaque al otro títere Hosni Mubarak. . Desesperadamente Obama en persona llamó telefónicamente a Mubarak a los efectos de poner fin a la situación el pasado 19 de enero. Quiero remarcar que la revuelta tunecina tiene que ver con un aspecto político trascendental para el equilibrio que EEUU y la Unión Europea habían logrado tener en la mayoría de los países del Maghreb. Frente a la brutal crisis, la descomposición de este equilibrio se transforma en un problema más para la suma de problemas sin resolver satisfactoriamente para sus intereses. La inmolación de Mohamed Bouazazi fue la chispa que desencadenó la revuelta de los desposeídos de esta parte del Africa ardiente. Jamás esperaron los poderosos del planeta que en países absolutamente controlados por ellos y promovidos como ejemplos a seguir, despertara gritando ¡libertad y dignidad!

A la fecha nadie adelanta un pronóstico político, pero lo real es que el despertar de estos pueblos por mayores espacios de libertad y democracia, modificarán el tablero internacional. De caer Mubarak en Egipto, que es lo más probable, se les complica en el Medio Oriente a los poderosos del mundo, que además de tener que atender sus brutales crisis internas deberán salir a apagar fuegos de difícil extinción.l

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