EDITORIAL

El agua es un derecho humano

Más de 1.000 millones de personas carecen de acceso al agua, un problema que se agravará por el crecimiento de la urbanización y la falta de infraestructura adecuada a esos cambios.

Todos los gobiernos deberían reconocer la verdadera naturaleza de la crisis. Por estos días la ONU lanza la alerta por el Día Mundial del Agua, instando a todos los gobiernos a que reconozcan la auténtica naturaleza de la crisis del agua en las zonas urbanas: una crisis de gobernanza, ocasionada por las medidas ineficaces y la mala gestión, más que por un problema de escasez.

Este año, la jornada se recuerda con el tema «Agua para las ciudades», dado que se estima que en poco más de una generación, el 60% de la población del mundo vivirá en centros urbanos y ciudades, y la mayor parte de este aumento se producirá en los barrios marginales y en los asentamientos ilegales del mundo en desarrollo. La vital interrelación entre el agua, los alimentos y la energía plantea uno de los problemas más difíciles a los que nos enfrentamos y, sin agua, no hay dignidad, ni se puede escapar de la pobreza.

Si no se logra convertir el agua en un instrumento para la paz, en un futuro podría ser una importante causa de conflicto. La situación más alarmante ocurre en la urbanización de los países en desarrollo, ya que las ciudades crecen en un promedio de 5 millones de habitantes al mes, de acuerdo con datos de la ONU.

En los suburbios de esas naciones viven 828 millones de personas, que no tienen acceso al agua potable ni a servicios de saneamiento, y la inestabilidad de sus viviendas hace vulnerables a los desastres relacionados con el agua y el medio ambiente, como las inundaciones o los deslizamientos de tierras.

Los más afectados son los pobres de las ciudades porque no están conectados a una red de agua corriente y se ven obligados a comprar agua, que suele ser muy cara. La mitad de la humanidad vive hoy en las ciudades y se calcula que entre 2000 y 2030 se duplicará la población urbana en Africa y Asia. Entre los desafíos planteados en 2000 en los Objetivos del Milenio se encontraba que para 2015 debía reducirse a la mitad la proporción de la población sin acceso sostenible al agua potable y a saneamiento básico y una mejora significativa en la vida de por lo menos 100 millones de personas que habitan en barrios empobrecidos para 2020.

Pero, alertan los expertos, no se alcanzarán esas metas en materia de saneamiento con el ritmo actual de urbanización y la falta de infraestructuras adecuadas. El agua es patrimonio común, un bien y un servicio público. Es un recurso que debe protegerse como un derecho para todos, sin exclusiones. El acceso al agua y a un sistema de saneamiento es un derecho humano.

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