EDITORIAL

El aborto, nuevamente en debate

El tema del aborto ­o, mejor dicho, de su despenalización­ vuelve a plantearse en el ámbito legislativo. Esta vez, de la mano del diputado colorado Fernando Amado (Vamos Uruguay), cuyo proyecto lleva el número 11 desde el fin de la dictadura.

Desde que el país recuperó su normalidad institucional, se han presentado varias iniciativas, varios proyectos de ley con los que se pretende hacer frente a una realidad, dar respuesta a un problema que está ahí y que ha estado ahí desde hace muchos decenios, aunque la sociedad y el sistema político lo hayan hipócritamente ocultado.

Los primeros intentos de despenalizar el aborto datan de la segunda mitad de la década del 80 y fueron iniciativas de parlamentarios colorados imbuidos del mejor espíritu librepensador propio del batllismo. Durante el gobierno del doctor Jorge Batlle ­la última legislatura antes del triunfo de la izquierda­ un proyecto de ley más elaborado naufragó en el Parlamento al no contar con los votos suficientes en las cámaras legislativas. Bajo el primer gobierno frentista, los impulsores de la despenalización del aborto presentaron un nuevo proyecto que recogía lo fundamental del espíritu del anterior; como todos recordarán, el proyecto obtuvo sanción legislativa pero mereció el veto del doctor Tabaré Vázquez.

Conviene aclarar aquí que comporta un grave error conceptual plantear la cuestión en términos de estar a favor o en contra del aborto. Nadie está a favor del aborto; se está en contra de que tal práctica esté penada por la ley. Y, desde luego, la despenalización del aborto no implica que este sea declarado obligatorio…

En la presente Legislatura, la doctora Mónica Xavier volvió a presentar un proyecto muy similar al anterior, mientras el diputado emepepista Álvaro Vega presentaba su propia iniciativa; ambos proyectos fueron tratados en la bancada de gobierno de modo de unificarlos y presentar un proyecto único. A esto se suma la reciente iniciativa del diputado Amado a que hacemos referencia al comienzo.

No hemos leído el texto de este último proyecto de ley, pero por lo que ha trascendido a través de los medios es de suponer que no está en contradicción con el proyecto frentista y es de desear que en el transcurso del tratamiento parlamentario se llegue a acuerdos que permitan impulsar un solo proyecto que cuente con un apoyo plural.

Somos respetuosos de todas las creencias y de todas las posturas filosóficas respecto de tan delicado asunto. Entendemos perfectamente bien a quienes son contrarios a la interrupción voluntaria del embarazo; respetamos a quienes rechazan esa opción aun en caso de un embarazo no deseado. Pero por lo mismo esperamos de ellos una actitud diferente a la que suelen adoptar. Una cosa es no estar de acuerdo con el aborto y otra muy distinta es militar por mantener la pena establecida en el Código Penal.

El fundamentalismo contra la despenalización del aborto ignora una realidad insoslayable, la oculta o prescinde de ella en función de principios o creencias. Y esa realidad ­que existe desde siempre­ señala que la penalización del aborto no ha tenido ningún efecto disuasorio; que generó la práctica abortiva en condiciones pésimas de higiene para quienes no disponen de medios para pagar una buena clínica clandestina.

Finalmente, algo que ha señalado el diputado Amado: la realidad demuestra que la sociedad uruguaya no considera que el aborto sea un delito.

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