EDITORIAL

La Oclae, con el corazón en Chile

«La represión contra los estudiantes chilenos no solo llegó por parte de los policías, sino que desde Twitter amedrentaron a la líder Camila Vallejo. Un usuario apodado como @el_yorchi difundió datos personales de la dirigente estudiantil, como la dirección y el teléfono, que rápidamente fueron retuiteados por varias cuentas, entre ellas @derechatuitera, que suele ser una fuente de propaganda del oficialismo.

El masivo repudio de la comunidad provocó que @derechatuitera tuviera que disculparse ante Camila Vallejo y que los padres de la líder de los estudiantes acudieran a instancias judiciales para protegerse del acoso.

Pero, el hecho más grave, sucedió cuando una funcionaria del gobierno de Sebastián Piñera, Tatiana Acuña Selles, secretaria ejecutiva del Fondo del Libro, dependiente del Ministerio de la Cultura, pidiera literalmente la muerte de Vallejo en su cuenta de Twitter. «Se mata a la perra y se acaba la leva» escribió la funcionaria con su cuenta @Tati_Acuna».

Hasta aquí la información de prensa de los últimos días, que muestra la gravedad de la situación chilena, donde la derecha pierde la falsa sonrisa del presidente Sebastián Piñera, cuyo período de gobierno se transforma crecientemente en una imagen muy similar oscurantismo de Pinochet.

A su vez el senador Carlos Larraín, presidente de Renovación Nacional (derecha), dijo que el movimiento por la Educación es de «inútiles subversivos». Esta categoría, incluso, la usó para definir a algunos de los parlamentarios del actual Congreso.

La calificación de seres humanos como «inútiles subversivos» abre las puertas para el ataque directo y para la agresión física. La lógica es clara: los inútiles no le sirven a la sociedad, por ende, mejor que no existan, y los subversivos quieren terminar con la paz del país, por consiguiente, su existencia resulta nefasta, escribió en Radio Cooperativa de Chile el columnista, Juan Pablo Letelier, que indignado por estas declaraciones reclamó que «debemos desterrar la descalificación y la deshumanización del que piensa distinto. Chile no quiere volver a tiempos oscuros y la derecha debe entender que su nostalgia por esa época (la de Pinochet) es inaceptable».

Esta radicalización del estudiantado chileno, que hoy no se presenta en otros países de la región, no hay que creer que es solo producto de fenómenos autóctonos, como es la enseñanza chilena -tanto pública como privada- basada en el lucro, sino que puede estar mostrando un «cansancio» de las nuevas generaciones con el discurso y las propuestas de los más adultos.

Ese cansancio, en el caso chileno, no es solo con las herencias de la política de Pinochet, sino que también lo es con los gobiernos moderados y progresistas de la Concertación.

Por eso esta situación inesperada que se presenta detrás de Los Andes, bien tendría que ser tenida en cuenta por el sistema político uruguayo, porque en cualquier momento la siesta que está viviendo el movimiento estudiantil uruguayo podría despertar y tener expresiones de radicalidad.

Todo indica que estamos en una hora en que América Latina necesita un encuentro de las fuerzas progresistas con las desanimadas generaciones juveniles, para que el proceso de transformaciones se profundice sin fracturas en el bloque social del cambio. Y los estudiantes son fuerza imprescindible de ese cambio. Por eso es saludable la realización de un nuevo congreso en Montevideo del XVI Congreso Latinoamericano y Caribeño de Estudiantes, convocado por la Organización Continental Latinoamericana y Caribeña de Estudiantes (Oclae).

¡Bienvenidos, estudiantes de Latinoamérica y el Caribe, para rodear a Chile y a sus estudiantes!

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