Dick Cheney: "Soy Darth Vader"

Dick Cheney publicó el martes un libro con sus memorias. Toda la prensa se centró en los capítulos en los que teoriza sobre las bondades de la tortura. La respuesta del señor ex vicepresidente de los Estados Unidos en una entrevista fue tomarlo a broma: «Soy Darth Vader», es decir, el mero malo a escala cósmica.

A algunos no les hizo tanta gracia, Amnistía Internacional pidió que el ex jerarca sea juzgado como criminal de guerra. «En mis tiempos», Cheney cuenta detalladamente cómo muy tempranamente propuso la aplicación de técnicas de «interrogatorio incrementado». De cómo se sometió el tema a consulta jurídica para saber «si era legal» y, vagamente, que parece que se llegó a la conclusión de que sí.

Agregó que esas prácticas, como someter al detenido a asfixia, la tortura que en Uruguay costó la vida de Nibia Sabalzagaray, son «seguras, legales y efectivas». Los mismos informes militares estadounidenses demuestran por enésima vez que no es efectiva. Obviamente violan la ley internacional flagrantemente. Y sobre la seguridad ni vale la pena hablar.

Claro que Cheney nos explica que estas prácticas criminales son seguras y demás justificadas y no se arrepiente de haberlas promovido, siempre que se apliquen a esos seres inferiores llamados «extranjeros». Obviamente, no confundamos, ni Darth Vader es tan maligno como para aplicar interrogatorios incrementados a ciudadanos de los Estados Unidos de América.

El lector ya creerá que intentamos demostrar que Cheney es un criminal racista, pero se dirá: «¿No se supo siempre?». Se supo, pero a lo que vamos es a otras dos cosas. Primero, que personajes como Cheney y Donald Rumsfeld vienen a ser algo así como una vieja derecha ilustrada, si se comparan con la nueva generación de fanáticos del Tea Party, como Ron Paul, Rick Perry o Michele Bachmann.

La segunda es la grave. Cheney fundamenta abiertamente la conveniencia, seguridad y legalidad de la tortura. Una reciente encuesta del Pew Research Center revela que los estadounidenses consideran que los musulmanes son peligrosos, pero mucho más peligrosos los musulmanes de color. Y esta justificación popular del racismo se procesa civilizadamente porque los crímenes no tuvieron su Núremberg. Y eso es responsabilidad histórica del gobierno de Barack Obama, que al proteger a los criminales de la Justicia en lugar de enviar el mensaje de «nunca más», envía el que algunos crímenes por la patria son demasiado valiosos como para ser castigados.

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