El peligroso Luis Batlle Berres

El doctor Tabaré Vázquez, en su discurso del pasado viernes en Fray Bentos, aludió al comentario que las propuestas del Plan de Emergencia elaborado por el EP-FA merecieron del primer mandatario; éste había dicho que ciertas medidas sugeridas por la coalición de izquierda eran «peligrosas» por cuanto podrían conducir al país al caos económico.

El líder de la izquierda ironizó respecto de ese calificativo empleado por el presidente al recordar que tales medidas «peligrosas» habían sido adoptadas por el padre del actual presidente, don Luis Batlle Berres, a poco de hacerse cargo del Ejecutivo tras el deceso de don Tomás Berreta.

Vale la pena rescatar del pasado lo que fue la filosofía política, económica y social que hace más de cincuenta años guió al ilustre estadista.

El 14 de agosto de 1947, al asumir la presidencia, Luis Batlle dijo en su discurso:

«Nosotros, los que fuimos formados en los últimos aleteos de la filosofía liberal del siglo pasado y dimos los primeros pasos hacia la socialización de ciertas actividades del organismo social, comprendemos que tenemos que continuar ese ritmo para encauzarlo por las vías normales. Apresurarse a ser justo es asegurar la tranquilidad; es brindarle al ciudadano los elementos principales y básicos para que tenga la felicidad de vivir y hasta él lleguen los beneficios del progreso y la riqueza. Apresurarse a ser justos es luchar por el orden y es asegurar el orden».

En un contexto histórico marcado por la posguerra, en el que se asistía a la polarización del mundo entre los modelos autoritarios y/o populistas que se verificaban en América Latina por un lado, y el avance del totalitarismo soviético en Europa por otro, la doctrina neobatllista se presentaba como un claro modelo socialdemócrata, defensor acérrimo de la producción y el trabajo nacionales, así como de las libertades individuales y de la democracia.

Luis Batlle sabía perfectamente bien que la mejor manera de evitar los estallidos sociales que pueden alterar el orden es cuidar celosamente que la riqueza no se concentre en pocas manos; que ella se distribuya de la manera más equitativa posible de forma tal que sus beneficios lleguen a todos los ciudadanos. Don Luis –fuertemente influido por su tío y mentor, don José Batlle y Ordóñez– no estaba dispuesto a que el crecimiento económico tuviera ‘costos sociales’ que habrían de pagar los más infelices. Y tampoco estaba dispuesto a enfrentar el descontento que podría desembocar en soluciones populistas o totalitarias.

Este neobatllismo conformó un movimiento policlasista típico de los sectores medios urbanos y acogió en su seno a figuras relevantes del quehacer político nacional. No se olvide que en él se formaron y descollaron dirigentes como Manuel Flores Mora, Teófilo Collazo, Luis Hierro Gambardella (padre del actual vicepresidente) y Zelmar Michelini, los que fueron llamados los «jóvenes turcos» del batllismo en razón de su radicalismo sin concesiones.

Para que todo ello fuera posible, era menester una presencia vigilante del Estado –a nadie se le ocurría que el mercado podría regular la economía y distribuir con justicia la riqueza– de manera de garantizar la movilidad social que la enseñanza pública (cuyo acceso estaba asegurado a todos) hacía posible. Luis Batlle se propuso que la igualdad de oportunidades consagrada en la Constitución no fuera letra muerta.

El impulso industrializador –para el cual el gobierno promovió altos aranceles externos, cupos de importación, reintegro de impuestos a la exportación y subsidios selectivos– era, en la concepción de Luis Batlle, el motor del desarrollo que promovería un nivel salarial decente, el afianzamiento de la clase media y la redistribución de la riqueza.

¿Cómo piensa lograr todas esas metas el gobierno actual? *

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