El Cantor no se calla

JULIO CESAR MARTINEZ – Periodista

 

Se cumplió el pasado viernes 30 de agosto, el cuarto aniversario de la muerte del «Bardo del Tacuarí», Don Carlos Molina, quien había nacido en el año 1927 en la ciudad de Melo, capital del departamento de Cerro Largo.

Fue (es) Carlos Molina, sin lugar a dudas, en la historia nunca escrita del canto popular de los orientales, un hito impostergable e irrepetible. Tanto así que si alguna vez esa historia a la que hacíamos referencia se escribiera, el canto nacional de raíz popular y testimonial, deberá dividirse en dos capítulos: antes y después de él.

Asumió su compromiso cancionero desde el más humilde y marginado de los estamentos de la creación artística: desde el payador, un cantor repentista proveniente de antiquísimos cauces estéticos, tanto así que Leopoldo Lugones, lo vinculaba a las fuentes grecolatinas de las Eglogas de Teócrito y Virgilio.

Pero no queremos en esta ocasión fundamentar la existencia milenaria del payador, sino simplemente recordar con el respeto que se merece, a un hombre que trascendió más allá de su arte, que universalizó su canto, que fue irredento en sus ideas y en sus principios, y que fundamentalmente, murió con la modestia y la humildad con la que había vivido.

Y si algo hiciera falta para testimoniar su profunda y libérrima concepción del canto, bastará con recordar un hecho acaecido pocos días antes de su muerte. El 24 de agosto ha sido instituido por Ley nacional «El Día del Payador» en recordación a la fecha del natalicio de Bartolomé Hidalgo, quien es considerado por algunas corrientes literarias e historicistas como el fundador de la lírica gauchesca rioplatense.

Para aquel 24 de agosto de 1988 habían sido invitados los payadores para ir a cantar en el Palacio Legislativo ante los integrantes del Parlamento uruguayo, por primera vez en la historia, lo que significaba sin lugar a dudas un reconocimiento más que esperado por muchos para esta manifestación cultural popular. Lógicamente, la cantidad de invitados a participar de aquel inédito recital era limitada, por lo que muchos que deseaban estar presentes quedarían afuera o como simples espectadores. Uno de los primeros convocados para hacerse presente fue precisamente Don Carlos Molina, invitación a la que muy respetuosamente renunció.

Luego diría: «Yo no puedo hermano ir a cantar allí adentro donde están muchos de los que han condenado al pueblo a la mentira eterna… ¿con qué cara podría después ir a cantarle a la gente?» Y Carlos Molina estuvo ausente del primer y único recital hasta ahora de payadores en el recinto del Palacio de las Leyes.

De más está decir que la cultura nacional está en deuda con este hombre, del cual Eduardo Galeano expresó: «Según dice la tradición, el payador enfrenta al Diablo en el duelo final. Carlos Molina lo enfrentó desde el principio. Desde que abrazó su primera guitarra, nuestro poeta matrero desafió a los demonios enjauladores de la libertad. Y en eso estaba, seguía estando, cuando murió abrazado a su última guitarra».

En octubre de 1967, el poeta Juan Gelman decía en uno de sus versos, «Pensamientos», lo siguiente:»

 

Soy de un país donde hace poco Carlos Molina Uruguayo, anarquista y payador

Fue detenido(….)

(…) Molina contaba como siempre bellezas y dolores cuando de pronto el Ché empezó a vivir a morir en su guitarra y así la policía lo detuvo…»

 

Carlos Molina murió abrazando a su guitarra, imponiendo un silencio no previsto a una canción de Atahualpa Yupanqui que le estaba cantando a su compañera de siempre, Alba («La China» para los más allegados, que hace pocos días partió también definitivamente a reencontrarse con su cantor).

Quizás para que lo recuerden impostergablemente quienes lo conocieron o lo descubran quienes no tuvieron suficientes noticias de él, basta la respuesta que dio a un periodista del semanario «Marcha» cuando éste le preguntó: «¿Usted nunca ha payado con el Diablo, Molina? Y le dijo: «Sí, sí, con el Diablo he payado.

No hay otro diablo que la injusticia social, no hay otro diablo que los que se entrometen y obstruyen el destino de mi país y de mi continente. Contra ese diablo he vivido payando toda mi vida».

Por todo esto compañeros, y por tantas otras cosas que tendría necesariamente que decir, este 30 de agosto, no he podido menos que escribir estas cuartillas, más que nada porque a pesar de su muerte, este cantor no se calla. *

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