El ejemplo del padre Cacho

GUILLERMO CHIFFLET

 

La Cámara de Representantes tributó homenaje al padre Cacho. Cuando se escuchan -en un tema así- múltiples voces de todos los Partidos, uno siente la necesidad de aportar silencio; para que el homenaje -de justicia, como en este caso- no desemboque, como sucede con excesiva frecuencia, en el cansancio y el hastío.

Pensé, antes de borrarme de la lista de oradores, que nos encontraríamos de todos modos, en diálogo mudo, con el recuerdo del padre Cacho, en esos instantes de desaliento en los cuales el ejemplo de los humildes y la pureza de las vidas ejemplares siempre obligan.

Pero, finalizado el homenaje, sentí la necesidad de descargar, de algún modo, la emoción. (Los psiquiatras sabrán de estas cosas). Como la tarea parlamentaria todavía era mucha, sinteticé, entonces, algunas ideas. (Sobre la marcha, escribiendo mientras debía atender otras cosas).

Sentí necesario subrayar, apenas, algunos conceptos esenciales expuestos por el diputado Ponce de León y otros compañeros.

Entiendo, ante todo, que en circunstancias dramáticas del país, la memoria puede encontrar en algunas vidas, como la del padre Cacho, estrellas-guía.

Como socialista, como marxista, siento desde el alma que debo señalar su compromiso con los pobres. Hay sacerdotes hoy, en Uruguay, en América Latina y en otras latitudes, que enseñan que, ante los problemas de nuestro tiempo, es necesario tomar posición; tener un punto de vista.

Y el punto de vista para luchar por la justicia es mirar la realidad desde el ángulo de la pobreza. Esto lo han dicho claramente los teólogos de la liberación; y entre ellos, figuras como Leonardo Boff, Helder Cámera, Frei Betto o Monseñor Casaldáliga. (Este último llegó, en sus reflexiones, hasta una autocrítica sincera, al plantear que «El camello que no pasa por el ojo de una aguja, entra en cualquier catedral»).

Para muchos  sacerdotes o no- se trata, pues, de mirar el mundo desde el ángulo de la pobreza. Federico Engels ya lo advertía: no es lo mismo contemplar el mundo desde un palacio que desde una choza. Eso significa, hoy, tomar partido. No sólo ante los problemas generales, sino también ante los problemas individuales, concretos, de las personas, como lo hizo el padre Cacho. Significa asumir actitudes solidarias ante una filosofía social en la que predomina el egoísmo, el «hacé la tuya», espíritu que, en el fondo, es el del capitalismo que hoy concentra la riqueza y multiplica la pobreza hasta extremos de horror.

El padre Cacho, como otros sacerdotes que he conocido en circunstancias difíciles (en lanzamientos, en asentamientos, en las cárceles, en horas cruciales de angustia) como el padre Brito, o el inolvidable Pérez Aguirre, promovió la organización, la lucha junto a los heridos por la adversidad. Siento que en algo muchos vamos coincidiendo, cada vez más, con la convocatoria de Ignacio Ramonet: «protestatarios del mundo, uníos».

Vidas como la del padre Cacho están en las raíces de la unidad que vislumbramos, ya, en los horizontes. Y eso forma parte de los milagros posibles. Porque el cortejo de los humildes carritos de recolectores que acompañó al padre Cacho hasta el cementerio y se reiteró, recientemente, para llevar sus cenizas a la que fue su parroquia, es uno de los milagros conseguidos por este sacerdote: el de la unidad de los pobres en su recuerdo.

Milagros que permitieron que desde el Parlamento se mirase esa marcha con ternura hasta desde sectores que han pugnado por la eliminación de los carritos («que afean la ciudad») o desprecian el trabajo de recolectores o ambulantes, que llevan hasta las zonas mejores el paisaje de la realidad social, «no pagan impuestos» y «perjudican la ganancia de los comerciantes honestos».

El milagro de Alonso nació también de su sencillez, de su capacidad evangélica, de su facultad de predicar la buena nueva, pero no en una hora, o en una o varias obras, sino en la prédica y la práctica de toda una vida. Ese fue su milagro principal.

Entre otros posibles, que se consiguen poniendo fraternidad donde hay soledades, solidaridad donde hay carencias, lo que deja estelas  recordables por mucho tiempo  como la que ha logrado este ser excepcional que quiero homenajear. *

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