Cierra sus puertas la cárcel de San Quintín

Washington (ANSA)

 

La legendaria cárcel estadounidense de San Quintín puede cerrar sus puertas, siguiendo el destino de la mítica Alcatraz, para convertirse en un condominio o un centro turístico.

El penal, situado en la pintoresca Bahía de San Francisco, a 20 kilómetros de la ciudad del mismo nombre, ha albergado a famosos delincuentes a lo largo de su historia: desde el satánico Charles Manson a Sirhan Sirhan, el asesino de Robert Kennedy.

San Quintín cuenta en la actualidad con 6.100 detenidos, incluidos 581 condenados a muerte.

La amplia estructura, construida en 1853, hizo subir a las nubes los gastos operativos, que alcanzan a 120 millones de dólares al año. En tanto, las presiones para cerrar definitivamente esta prisión están tornándose irresistibles.

La venta de las 216 hectáreas de propiedad de San Quintín puede revelarse como una actividad lucrativa para las autoridades locales.

Erigida a pico sobre el mar, con una estupenda vista hacia la bahía, San Quintín es desde hace tiempo codiciada por los inversores.

Entre las propuestas figuran un poblado marino, un condominio, un centro turístico (sobre el modelo de la vecina Alcatraz), o un centro deportivo.

La mayor oposición a su cierre proviene de los familiares y los abogados de quienes esperan entrar a la sala de la muerte.

«Los condenados a muerte reciben muchas visitas: abogados, investigadores, familiares, psiquiatras, asistentes espirituales. Trasladar la sede de San Quintín significaría obstaculizar estos contactos», observó Donald Specter, portavoz de un grupo que lucha por los derechos de los detenidos.

Otra ventaja es que la sede de la corte de apelaciones federal, que decide sobre las peticiones in extremis de suspender las ejecuciones, está situada en San Francisco, lo cual facilita el flujo de comunicaciones, a menudo convulsionado con las aproximación de las ejecuciones.

San Quintín tiene una estructura de fortaleza, cuyos muros de granito tienen un espesor de casi un metro, y las celdas son pequeñas y húmedas.

Todavía existen los bloques de piedra donde eran encadenados los detenidos, antes de ser torturados, una práctica abolida recién en 1944.

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