Cristina Morán se confiesa

Emulando a García Márquez, ¡qué suerte vivir para poder contarlo! Y yo cuento, aunque confesar suena más atractivo, da pie a suspicacias, a picardías…», dijo a La República de las Mujeres la actriz y guionista de «La Morán se confiesa», un unipersonal que se estrenó el 7 de abril en el Teatro de la Candela.

Cristina cuenta hechos de los que fue protagonista. Y sucesos que el público actual no conoce pero el de la época tampoco: «Hay una cantidad de cosas que ocurrían en los galpones, de pequeños accidentes que podían suceder con los comerciales, porque después todo lo demás era en vivo, naturalmente. Pequeñas cosas de mis viajes, de los personajes que conocía durante ellos…».

De estos y otros insumos se nutre esta obra en tono de comedia que dirige Carmen Morán. Por el escenario van desfilando la periodista, la conductora, la actriz, la empresaria, sin que la simpatía envolvente de Cristina Morán pierda frescura ni efecto.

El espectáculo es autobiográfico: su pasaje por la radio, la televisión y el teatro, sus amores, entrevistas con famosos, anécdotas, experiencias, recuerdos.

«La Morán» se confiesa «siendo lo que yo soy. Cuento en el espectáculo cuando don Raúl Fontaina me dijo que iba a trabajar en televisión: yo lloraba y decía que no, que era gorda y no sabía hacer esto… Finalmente pregunté: ¿qué tengo que hacer?. Y él me dijo: ‘Sé tú misma, nunca cambies. Los almidonados quedarán en el camino’. Ahora yo le digo al público: ¿se dan cuenta qué suerte, qué fácil?, ¡durante 50 años no hice otra cosa que ser yo misma!».

Cristina es alegre, dinámica, susceptible, sensible, llorona -«lacrimógena a veces en exceso» admite-, divertida, se ríe a carcajadas… «Eso que fui en televisión soy en la vida real. Y en el teatro la gente se va a encontrar con una mujer que muchos nunca vieron personalmente, con una mujer sobre un escenario que cuenta cosas, e inclusive habla de amores», aunque sin dramatismo ni ampulosidades.

Lo que no cuenta, porque le gusta más que lo cuenten contemporáneos suyos, es cómo reaccionaban los hombres cuando siendo ella joven caminaba por la calle o bajaba del ómnibus. «Si yo pudiera traer a Ricardo Espalter y que él contara qué ocurría cuando pasaba por la oficina de UTE al lado de radio Carve donde trabajaba, sería fantástico», se entusiasma Morán.

En una sala chica, de cien butacas, que habilita un clima tipo café concert, las condiciones para el contacto con el público, para el juego en el que la actriz atrapa y la gente gustosamente se deja atrapar, están dadas.

Las funciones duran aproximadamente una hora y diez minutos, y reestrenan en Montevideo la vermouth: van los viernes y sábados a las 19 horas, y los domingos a las 17 horas.

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