OPINION INTERNACIONAL

A 18 años de la invacion de Panama

En estos momentos están en plena ejecución las obras para la ampliación del canal interoceánico que le da vida a la joven república. En realidad se trata de la construcción de una nueva vía, paralela a la existente, que fuera inaugurada el 15 de agosto de 1914, al inicio de la primera guerra mundial.

La misma permitirá la circulación de naves de proporciones más amplias y mayor calado, lo que tendrá importantes repercusiones para la economía mundial. La iniciativa pertenece al presidente Martín Torrijos (hijo del general Omar Torrijos, firmante junto con el presidente Carter en 1977 del tratado que permitió la devolución del Canal a Panamá el 31 de diciembre de 1999) y fue ratificada por el pueblo en el plebiscito del 22 de octubre de 2006.

En relación con este hecho tuve ocasión de visitar el país a mediados de este año. Las huellas de la invasión iniciada el 20 de diciembre de 1989 aún están visibles en los muros acribillados de balas, sobre todo en la zona de Los Chorrillos, la más damnificada de la capital.

La invasión consagró una de las mayores infamias de las muchas perpetradas por el imperio en la América Latina y caribeña.

Fue lanzada por sorpresa, sin aviso ni declaración de guerra, movilizó a 26 mil efectivos, constituyéndose en la mayor operación militar norteamericana desde la guerra de Vietnam.

La resistencia popular obligó a la prolongación de las operaciones militares, que fueron particularmente sangrientas.

Los bombardeos indiscriminados en los barrios más populosos provocaron un número indeterminado de muertos, presumiblemente varios miles, y cinco mil detenidos, sin hablar de 2 mil millones de dólares de pérdidas. Tras este acto piratesco desembozado, Manuel Antonio Noriega fue extraditado a Estados Unidos (ahora probablemente va a ser liberado) y Guillermo Endara, un títere del imperio, juró como presidente en Fort Clayton, una de las bases militares norteamericanas implantadas sobre el Canal.

Estas bases cubrían una superficie enorme.

También tuve ocasión de recorrer esa amplia zona y sus construcciones.

Desde la primera hora EEUU se había asegurado los derechos a perpetuidad sobre la vía fluvial, sus aledaños y sus accesos sobre los dos océanos.

Allí montaron su red de bases militares y sus centros de instrucción, donde adoctrinaron a cientos de oficiales de las fuerzas armadas latinoamericanas en la nefasta doctrina de la seguridad nacional y en la práctica de torturas.

Allí se formaron los dictadores y golpistas militares que sembraron el terror en América Latina a lo largo del siglo pasado. Hoy esas edificaciones están destinadas a usos civiles.

La brutal injerencia de Estados Unidos en la vida de Panamá se remonta al nacimiento mismo del país, originado en una partición de Colombia impuesta en 1903 por la invasión de los marines yankis.

Eran los tiempos del «I took Panama» (Yo tomé Panamá) del viejo presidente Theodor Roosevelt.

Más tarde EEUU reanudó la construcción del canal, que había iniciado en el siglo anterior el francés Ferdinand de Lesseps (el mismo del Canal de Suez) y después fue abandonado por dificultades en la construcción y epidemias que segaron la vida de cientos de trabajadores.

EEUU reinó como dueño y señor del Canal y sus aledaños. En enero de 1964 fueron masacrados por las tropas yankis de ocupación 21 estudiantes panameños que cruzaron la cerca e izaron la bandera de su país, transformándose en mártires nacionales. Torrijos logró firmar con James Carter el tratado que aseguraba la soberanía panameña sobre el Canal para fin de siglo.

La invasión que hoy se recuerda como «Día de duelo nacional» procuró revertir ese compromiso y extender el dominio norteamericano a perpetuidad.

Pero fracasaron. En el último día de 1999 quedó impuesta a plenitud la soberanía panameña.

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