Dos hitos. El 3 de junio de 2009 se anuló la infamia del 31 de enero de 1962

Una victoria de Cuba y de América Latina y el Caribe

Tengo el privilegio de haber sido testigo presencial de la VIII Conferencia de Cancilleres de la OEA realizada en San Rafael, Uruguay, del 22 al 31 de enero 1962, y de haber seguido estos días por TV las deliberaciones de la 39ª Asamblea General de la OEA el 2 y 3 de junio 2009 en San Pedro Sula, Honduras, que borró la infamia perpetrada en aquella ocasión.

Esta decisión, adoptada por unanimidad y por aclamación, ha sido calificada de histórica con justa razón. La exclusión de Cuba del sistema interamericano «queda sin efecto». Y no hay ningún condicionamiento. Se enterró uno de los últimos vestigios de la guerra fría», se clavó el último clavo en su ataúd, como se dijo en la plenaria. Fue así por la voluntad de todos, absolutamente todos los países de la América Latina y caribeña. No hubo ninguna excepción. Los delegados de EEUU (Hillary Clinton, Thomas Shannon, futuro embajador en Brasil, y otros) procuraron introducir condicionamientos que retacearan, o acotaran, o desvalorizaran el carácter categórico de la declaración. Pero fracasaron en su intento, tras más de 13 horas de deliberaciones, negociaciones y conversaciones a varias bandas en el grupo de trabajo que finalmente integraron 10 países (México, Brasil, Jamaica, Canadá, Venezuela, Nicaragua, Honduras, y también EEUU, Argentina y Belice). Ya hemos señalado la furia del lobby anticubano y los sectores más regresivos del Partido Republicano por la decisión asumida.

Esta victoria neta refleja la nueva realidad del continente. Todos los gobiernos progresistas y de izquierda de América del Sur, Central y el Caribe mantienen relaciones amistosas y vínculos de estrecha solidaridad con Cuba, y ellos impulsaron la resolución.

También se plegaron gobiernos que no integran este núcleo y mantienen relaciones de otro tipo con Estados Unidos, caso de Colombia. Su canciller Jaime Bermúdez señaló que de no haberse logrado el consenso hubiera implicado una fractura al interior de la OEA.

En la reunión resaltó además la amistad y la fraternidad con Cuba de todos los países caribeños, de sus múltiples naciones insulares, también sin excepción, como lo fuimos apreciando a medida que se sucedían en la tribuna con expresiones de afecto y reconocimiento hacia Cuba por su trayectoria en defensa de su dignidad como nación. En muchos casos se reconoció además la generosa solidaridad brindada por Cuba a muchos países del continente (y de otras regiones del mundo), sobre todo en materia de salud y educación.

A lo largo de estas décadas se fueron recomponiendo las relaciones con Cuba rotas por imposición del imperio a partir de la reunión de la OEA en 1962. Llegamos así a un hecho paradigmático. El 1º de junio asumió Mauricio Funes la presidencia de El Salvador, y su primer acto fue reanudar las relaciones con Cuba.

Era el último país en dar ese paso, ya que Costa Rica, que mantenía solamente relaciones consulares, las reanudó a plenitud en marzo pasado. Otro hecho ilustrativo es que en el primer semestre de este año visitaron Cuba 10 presidentes latinoamericanos: Panamá, Ecuador, Argentina, Chile, Guatemala, Venezuela, Honduras, Nicaragua, R. Dominicana y Paraguay.

En aquella instancia EEUU pretendió aislar a Cuba revolucionaria, instalar un cordón sanitario en su torno. Ahora, a la vuelta de los años, es EEUU el que queda aislado, sin relaciones con Cuba. Quedó solo. Los sectores más recalcitrantes, doloridos por su derrota, claman para que se mantenga a todo trance el bloqueo contra la isla, tan vetusto como la resolución infame. Pero justamente sobre este punto se pronunció, también en forma contundente, la reciente reunión. Numerosos delegados, con asentimiento general, insistieron en que este primer paso debía ser seguido por el cese del bloqueo, que es anacrónico, violatorio de la ley internacional, carente de todo justificativo e impone sufrimientos indecibles al pueblo cubano.

Un antecedente relevante en esta materia es la reunión efectuada en Costa do Sauípe, estado de Bahía, Brasil, el 16 y 17 de diciembre 2008, en que participaron exclusivamente los países latinoamericanos y caribeños, se incorporó a Cuba al Grupo de Río y se reclamó el fin del bloqueo en un espíritu de «unanimidad ejemplar», según destacó el presidente Raúl Castro en su primer viaje al exterior. Brasil ha estado insistiendo una y otra vez sobre este punto, desde una conversación inicial del presidente Lula con Barack Obama hasta sus recientes declaraciones a CNN.

Viene ahora al recuerdo la Conferencia de Cancilleres de la OEA de enero 1962, cinco meses después de la participación del Che Guevara en la reunión del CIES en Punta del Este. La OEA tenía entonces 21 miembros (ahora son 34) y EEUU se afanaba en lograr los 2/3 de votos para expulsar a Cuba del organismo. Había fuerte resistencia de parte de varios países, aunque los representantes de las dictaduras de Stroessner, Somoza y los sucesores de Trujillo seguían a pie juntillas los dictados del imperio. La conferencia entró en un marasmo y se prolongaba sin solución.

La prensa reflejaba esa situación de incertidumbre. La delegación estadounidense convocó a un briefing entre sus allegados y les dictó los títulos del día siguiente, porque ya le habían dado con el precio al delegado de la dictadura de Duvalier en Haití (que se lo metió en el bolsillo). En esas condiciones, con el voto contrario de Cuba y las abstenciones de Argentina, Bolivia, Brasil, Chile, Ecuador y México (que nunca rompió relaciones) se votó la resolución, según la cual la adhesión del gobierno de Cuba al marxismo-leninismo y su alineamiento con el bloque comunista son incompatibles con el sistema interamericano, y por tal razón se le excluye.

Esta ignominia quedó sepultada 47 años y 4 meses después.

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