Vaticano. El jefe de la Iglesia Católica presentó su tercera encíclica, en la cual analizó la globalización y la crisis económica

El papa Benedicto XVI reclama "una autoridad política mundial"

«Para gobernar la economía mundial, para sanear las economías afectadas por la crisis, para prevenir su empeoramiento y mayores desequilibrios consiguientes, para lograr un oportuno desarme integral, la seguridad alimentaria y la paz (…) urge la presencia de una verdadera Autoridad política mundial», escribe el Papa en su primera encíclica de corte social.

La propuesta del Papa fue lanzada tras analizar en un texto de 136 páginas el impacto de la crisis económica y financiera mundial, que ha aumentado las desigualdades, la pobreza extrema, y hasta puesto en peligro la democracia, sostiene.

En el documento doctrinal, el Papa llama «con urgencia» a una reforma de la Organización de las Naciones Unidas así como de «la arquitectura económica y financiera internacional».

«El Papa pide la reforma de la ONU pero no le toca a él decir cómo realizarla», explicó el cardenal italiano Renato Martino.

En el texto, el Pontífice reconoce que se necesita «un grado superior de ordenamiento internacional de tipo subsidiario para el gobierno de la globalización», para que finalmente se logre «un orden social conforme al orden moral».

La esperada tercera encíclica del papa alemán fue publicada un día antes de la apertura en L’Aquila de la cumbre del G8, a la que asistirán unos treinta jefes de Estado y de Gobierno, entre ellos los presidentes de Estados Unidos, Brasil y México.

La nueva encíclica es interpretada como un claro mensaje a los líderes de los países ricos y de las economías emergentes, a los que menciona en su análisis.

Benedicto XVI, conocido por sus posiciones tradicionalistas, trata esta vez graves problemas sociales, morales y éticos del mundo moderno para condenar el «egoísmo», «la codicia» y la «falta de solidaridad».

«El exclusivo objetivo del beneficio, sin el bien común como fin último, amenaza con destruir la riqueza y crear pobreza», escribe.

También analiza «las distorsiones» del desarrollo, como la actividad «especulativa» financiera, los flujos migratorios «provocados» y el aprovechamiento «no regulado» de los recursos de la tierra.

«La economía tiene necesidad de la ética para su correcto funcionamiento, no de una ética cualquiera, sino de una ética amiga de la persona», afirma el Papa.

En la encíclica, el Papa invita a la sociedad a defender los derechos «inalienables» de los trabajadores y critica «la precariedad» laboral a la vez que pide «acogida y respeto» para los emigrantes.

«Para Benedicto XVI el fenómeno de la emigración surge de la organización del mercado», aseguró a la prensa el economista italiano Stefano Zamagni, consultor del Pontificio Consejo para la Justicia y la Paz y que contribuyó a la redacción de la encíclica.

La condena del «perverso fenómeno» del turismo sexual y la manera «hedonista» y «consumista» de vivir la sexualidad también aparecen como males del mundo moderno.

Los líderes reunidos en L’Aquila recibirán copias de la encíclica, traducida a varios idiomas y al latín.

En el documento, el Papa analiza la «Populorum Progressio» (1967) de Pablo VI y la «Centesimus Annus» (1991) de Juan Pablo II, con el fin de examinar las últimas fases del deteriorado capitalismo global.

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