ANALISIS INTERNACIONAL

IRAN ALEJO A BRASIL DEL CONSEJO DE ONU

Brasil y Turquía alcanzaron el pasado 17 de mayo un acuerdo con Irán en el que este país se comprometía a canjear en territorio turco 1.200 kilos de uranio débilmente enriquecido (a 3,5%) por 120 kilos de combustible enriquecido a 20%, para alimentar su reactor de investigaciones médicas de Teherán. Sin embargo la comunidad internacional que sospecha que la revolución islámica quiere fabricar la bomba atómica, bajo el ropaje de desarrollo nuclear pacífico, criticaron desde el primer momento este pacto, y sancionaron al régimen teocrático.

Brasilia y Ankara rechazaron las sanciones contra Irán, propuestas y aprobadas en el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas el 9 de junio, en una votación en la cual Líbano se abstuvo. «Después de haber votado contra las sanciones (Brasil y Turquía) no son neutros y su posibilidad de mediar quedó afectada», declaró el ministro de Relaciones Exteriores brasileño, Celso Amorim, al diario Financial Times.

Este nuevo tropiezo se suma a otros, entre ellos la decidida intervención, también fallida, para la restitución del ex presidente Manuel Zelaya en Honduras.

Las afirmaciones del canciller brasileño se conocieron luego que trascendiera que las posibilidades de que Brasil ocupe un lugar permanente en el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas retrocedieron, mientras se fortalecieron las de México, según afirmaron fuentes diplomáticas al diario Estado de Sao Paulo.

Según un sondeo realizado por el diario brasileño en el Consejo de Seguridad, los mexicanos se beneficiaron con la posición brasileña contraria a los intereses de Estados Unidos y sus aliados. El gobierno brasileño estableció como una de las metas de su política externa conquistar un lugar permanente en el Consejo, pero sus fallidas estrategias lo han debilitado. Brasil y México son miembros rotativos del Consejo y ambos aspiran a un sillón fijo.

«Medio Oriente no tiene nada que ver con Brasil, ellos no conocen bien el tema» dijo un diplomático francés, mientras que diplomáticos rusos manifestaron que están «incómodos con las pretensiones brasileñas» en Medio Oriente, según reveló la publicación brasileña.

La apuesta de Lula de utilizar la crisis iraní y consolidar su estratégica política exterior quedó golpeada. «Yo realmente no veo a Brasil y Turquía en una posición como para actuar como mediadores», sostuvo el ministro de Exteriores. Atrás quedaban las afirmaciones del presidente Lula que calificaban como un «triunfo» el pacto nuclear de Brasil y Turquía con Irán, y los aplausos del venezolano Hugo Chávez y los países del ALBA.

«El tamaño de una economía (Japón) o de una demografía (India) no otorga ipso facto el estatuto de actor mundial. Más bien es la toma de partido, los valores impulsados y la eficacia a escala regional lo que, en su conjunto, pueden (o no) convertirse en una catapulta al estrellato internacional», sostiene el ex canciller mexicano Jorge Castañeda.

Brasil limita con nueve países y todos ellos sufren serios conflictos internos o con sus vecinos. Pero Lula en ese pantano no ha querido incursionar, recuerda el intelectual mexicano.

Pero si la carrera nuclear de Irán perjudicó la estrategia de Brasil. Siria, otro cuestionado actor en el Medio Oriente y un fiel aliado de Teherán, también marcará negativamente al gobierno brasileño. El gobierno del presidente sirio, Bashar al-Assad, figura junto con Irán y otros países, en la lista del Departamento de Estado de Estados Unidos de países que apoyan el terrorismo. En busca de apoyo y reconocimiento internacional, el presidente al-Asad inicia este fin de semana una gira inédita por América Latina, donde tiene previsto estrechar los lazos con Venezuela, Cuba, Brasil y Argentina. «Las relaciones bilaterales y los acontecimientos en Oriente Medio y América Latina» dominarán las discusiones, señaló en Damasco la agencia oficial Sana.

De aquí en adelante, lo más probable es que las grandes potencias sean mucho más cautas a la hora de apoyar las aspiraciones de liderazgo internacional de Brasil.

Brasil cree que su país debe tener un papel principal en el mundo, que debe participar activamente en la elaboración de la agenda global, dando forma a los acuerdos internacionales y solucionando los problemas comunes del mundo.

Esta percepción de sí mismo ha llevado al Brasil a una política exterior muy ambiciosa, explica Peter Hakim, presidente de Diálogo Interamericano y Consejero Editorial de América Economía.

No basta con las ganas para ser una potencia mundial y menos para ocupar un asiente en el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas.

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