COLUMNA

De Mariátegui a  Ollanta Humala

Apenas proclamado vencedor en el segundo turno del 5 de junio, Ollanta Humala inició una gira latinoamericana que lo llevó a Brasil (donde se entrevistó con la presidenta Dilma Rousseff y con Lula, su principal referente en la campaña electoral), luego con el presidente Lugo en Paraguay y acto seguido a Uruguay, seguido de Argentina y Chile. Una segunda gira completará el ciclo sudamericano. Las últimas cifras le dieron 51,96% frente a 48,03% de Keiko Fujimori, con más de 7,5 millones de votos en una elevada participación de 85,53%.

El objetivo de la gira es afianzar los vínculos económicos y políticos con los países sudamericanos, «el compromiso con la unidad de América Latina y particularmente con la integración sudamericana». El presidente electo anhela la participación de su país en el Mercosur (quizá como observador, porque el TLC con EEUU suscrito por el presidente Alejandro Toledo no facilita esa inclusión) y actuar como miembro pleno en la Unasur (Unión de Naciones Sudamericanas). Con Dilma se abordaron temas de integración física, cooperación en programas sociales, acciones contra el crimen organizado y el narcotráfico. Lula dijo en el encuentro de ambos en San Pablo que era «un hecho extraordinario que los sectores progresistas llegaran al gobierno en los países de la región» y Ollanta elogió su labor como gobernante, subrayando que «combinó el crecimiento económico con la inclusión social y en eso estamos nosotros comprometidos».

Los puntos del programa de Humala de aplicación inmediata se sintetizan en: pensión 65 (una jubilación razonable para las personas de esa edad que no cuentan con dicho beneficio), el aumento del salario mínimo vital, creación de empleos, lucha frontal contra la corrupción, aprobación de la nueva ley de trabajo, acabar con los contratos temporales, reforma tributaria, impuesto a las sobreganancias de las empresas mineras, en un marco de contacto permanente con el pueblo y fortalecimiento de la democracia. Se parte de la base de que la economía del país ha tenido un crecimiento económico sostenido («nosotros no vamos a tirar por la borda el crecimiento económico de estos 10 años», dijo), pero ello no se ha reflejado en la mejora de las condiciones de vida de la población, y en ese objetivo pondrá el acento el nuevo gobierno.

Al día siguiente de la elección la Bolsa de Lima tuvo una baja histórica, de un 12,5%, y se cerró por adelantado. ¿Una advertencia de los mercados y de las fuerzas del poder económico y mediático, que hicieron una campaña desaforada contra Humala, junto a la iglesia y el gobierno de turno? El hecho es que en los dos días siguientes la Bolsa se recuperó en gran parte. Ollanta dice que el estado de la economía es sólido y habrá condiciones para aplicar gradualmente su programa de inclusión social.

Además de su repercusión continental y regional, la elección de Ollanta Humala es un golpe a la recién pergeñada Alianza del Pacífico, integrada por México, Colombia, Chile y Perú. La misma busca retomar la agenda de la fracasada Alianza de Libre Comercio de las Américas (ALCA), de notoria inspiración en el imperio del norte. Ahora queda renga. A ese respecto se ha señalado que la embajadora de EEUU en Lima, Rose Likins, desempeñó un papel muy activo en la campaña electoral peruana en favor de Keiko Fujimori. Lo dijo Jim Lobe, de IPS.

Sin duda se abre un nuevo ciclo en la vida del Perú. El general Juan Velasco Alvarado protagonizó un gobierno nacionalista entre 1968 y 1975, que adoptó importantes medidas de reforma agraria, de construcción de un proyecto nacional y de una política exterior independiente. Fue derribado por uno de sus ministros, también militar, Francisco Morales Bermúdez, que gobernó hasta 1980. Después se sucedieron gobiernos de cuño neoliberal: Alan García del APRA hasta 1985, luego dos períodos de Alberto Fujimori, seguido por Alejandro Toledo (2001-2006, que ahora actuó a favor de Humala en el segundo turno y comprometió el apoyo de su bancada parlamentaria al nuevo gobierno) y otra vez Alan García. Emir Sader escribe que «la victoria de Ollanta Humala cierra el largo ciclo de los gobiernos neoliberales y abre nuevas perspectivas al país, al tiempo que fortalece los procesos de integración regional y debilita la precipitada operación de construcción de un eje neoliberal con México, Colombia y Chile, en contraposición a los gobiernos pos neoliberales».

Un hecho notable es la extensión geográfica de la victoria de Ollanta Humala. Ganó en 17 de las 25 regiones. De las 8 en que venció Keiko, 7 corresponden a la costa (en particular Lima-Callao, donde reside un tercio de los electores) y una sola a la región andina. Humala ganó todos los departamentos andinos (salvo uno) y en toda la Amazonia, que son las zonas más pobres del Perú y con mayor incidencia de la población indígena. Como escribimos en «El batacazo peruano» (7 de junio) «en las regiones rurales, la sierra y el oriente, el sur andino, el interior profundo, en Cuzco, Arequipa, Puno, Ayacucho, Moquegua, Ica, Apurimac, Huancavelica, entre otras, Ollanta literalmente arrasó, con porcentajes entre 60% y 70%, y en algún caso hasta 77%.

Esto me trae el recuerdo del gran pensador peruano José Carlos Mariátegui, quien dedicó dos de sus magistrales «Siete ensayos de interpretación de la realidad peruana» al problema del indio y de la tierra, y escribe que «la raza y la lengua indígenas, desalojadas de la costa por la gente y la lengua españolas, aparecen hurañamente refugiadas en la sierra». En otro lugar augura que una nueva situación se creará en el país cuando esta gran masa llegue a adquirir conciencia de sus derechos y luchará «con una disciplina, una tenacidad y una fuerza» admirables. Esto es lo que está comenzando a suceder.

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