Cuando el mundo se dividió en dos

El día que comenzó la Guerra Fría en Berlín

En Londres y en Washington había un firme acuerdo político de que los poderes occidentales se mantendrían sobre Berlín. «Nos quedaremos. Punto», dijo Truman. Ernest Bevin –secretario inglés de asuntos exteriores– estaba igualmente decidido y anunció que «el abandono de Berlín significaría la pérdida de la Europa occidental».

Era fácil hacer semejantes afirmaciones, pero era mucho más difícil decidir qué depararía el futuro. Berlín occidental tenía un status simbólico: era el emblema del «oeste democrático dentro del Este comunista». A través de un acuerdo hecho en el tiempo de Postdam, los soviéticos se habían excusado de la responsabilidad de abastecer a los sectores británicos, americanos y franceses de la ciudad. Por lo tanto, 2,3 millones de berlineses y la guarnición militar aliada estaban ahora aislados. La parte occidental de la ciudad se sostenía con la llegada de 12 mil toneladas de abastecimientos cada día. En ese momento, había comida suficiente para 36 días y carbón para 45. La clave para mantener una presencia occidental en Berlín claramente descansaba en encontrar una manera de abastecer las necesidades básicas de los ciudadanos.

Puente aéreo

El 26 de junio de 1948, los primeros aviones de transporte estadounidenses volaron a Berlín desde bases aéreas en Alemania occidental. Los norteamericanos codificaron la operación como «Operación Vittles» y los británicos la llamaron «Operación Plainfare».

Inicialmente, alrededor de 80 C-47 realizaban dos vuelos diarios desde y hacia Gatow y Tempelhof, bases aéreas ubicadas en los sectores británico y estadounidense de Berlín. Pronto los norteamericanos agregaron 50 C-54 Skymasters, transportes de cuatro motores que podían cargar nueve toneladas cada uno, tres veces la carga de los C-47. Algunos generales norteamericanos estaban a favor de que un convoy militar rompiera el bloqueo, pues pensaban que los soviéticos preferirían retirarse antes que luchar en contra del oeste. Pero el presidente Truman no quería brindar esa oportunidad.

Sabía que los soviéticos aún tenían 2,5 millones de hombres armados, la inteligencia norteamericana estaba convencida de que en una confrontación militar convencional, el Ejército Rojo avanzaría frontalmente hacia las fuerzas estadounidenses. Pero estaban igualmente confiados de que –de no mediar una agresión– el Kremlin jamás iniciaría una confrontación militar directa con Occidente. Y ello les permitía mantener la supremacía de las fuerzas, puesto que tenían la ventaja de contar con el monopolio de su bomba atómica.

El 2 de agosto, los embajadores británico, norteamericano y francés tuvieron una reunión privada con Stalin. Stalin dejó en claro que desde el punto de vista soviético, la cuestión de la moneda era crucial, así como lo era el acuerdo de Londres de crear una Alemania occidental unificada.

Argumentó que si allí existían dos estados alemanes, entonces Berlín ya no era más la capital de Alemania y, por lo tanto, la presencia occidental en la ciudad ya no era relevante. Stalin dijo que la Unión Soviética no perseguía un conflicto con el oeste y podría levantar el bloqueo tan pronto como el Oeste quitara la B –marca de Berlín occidental– y acordara el gobierno de los cuatro poderosos sobre Alemania. Para los embajadores occidentales, fue claro que el bloqueo soviético de Berlín tenía un solo principio: prevenir la creación de un Estado alemán de occidente.

A lo largo del verano de 1948, los gobiernos británico y norteamericano revisaron constantemente sus opciones. Los jefes del gobierno británico prepararon un plan de contingencia para enviar sus tropas al Rhin en caso de emergencia. En Washington, los comandantes de la Fuerza Aérea, convencidos de que el puente aéreo estaba destinado a caer, concluyeron que era altamente probable una guerra con los soviéticos sobre Berlín.

La amenaza nuclear

El tema que se incluyó fue si Estados Unidos estaría dispuesto a usar armas atómicas en la crisis que se estaba desarrollando.

Truman argumentó que debido a que éstas eran «terriblemente destructivas», las armas nucleares no podían ser tratadas como armamento convencional. Conminó a los líderes a «entender que esto no es un arma militar. Es usada para borrar mujeres y niños y personas indefensas». En setiembre, el Consejo de Seguridad Nacional redactó un informe secreto caratulado NSC-30: «La política de Estados Unidos en la guerra atómica».

Este instruía a los militares a estar «listos para utilizar pronta y efectivamente todos los medios apropiados disponibles, incluyendo armas atómicas, en el interés de la seguridad nacional». Sin embargo, cualquier decisión sobre el uso de armas nucleares sería tomada por el presidente.

Truman ratificó el NSC-30. En una reunión con sus principales comandantes de la Fuerza Aérea, Truman rezó no tener nunca que tomar tal decisión, pero… si llegara a ser necesario, «lo haría y nadie debía dudarlo».

El 18 de setiembre, 861 vuelos británicos y norteamericanos repartieron un récord de 7.000 toneladas en un día. Para esta fecha se estima que unas 200.000 toneladas de provisiones habían sido repartidas. Carbón, harina, barriles de petróleo, papas y suministros médicos. Todo era acarreado por avión. En diciembre de 1948, la meta fue alcanzada. Los vuelos aterrizaban cada 90 segundos. La apuesta había dado resultado. El temido colapso económico no se materializó.

En 1948, un síndrome «ellos y nosotros» había emergido. Marshall reportó: «Ha habido una cristalización definitiva del público americano y la opinión del Congreso sobre el caso Berlín… El país está ahora más unido en su determinación de no debilitarse frente a la presión de un bloqueo ilegal, que en cualquier otro caso que podamos recordar en tiempos de paz». El bloqueo a Berlín le clarificó a la mayoría de los norteamericanos que el nuevo enemigo era definitivamente la Unión Soviética.

Mientras el transporte pesado continuó su misión de vuelos diarios, la constitución de una República Federal Alemana, popularmente conocida como Alemania Occidental, estaba siendo diseñada. El intento de Stalin de evitar la división de Alemania había fracasado. Después el Muro de Berlín sería el símbolo de la Guerra Fría.*

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