El contador Ariel Alvarez vio las "cajas negras" con las carpetas del affaire Banco Mercantil

Treinta años después, los Peirano cometen el mismo delito bancario

La familia Peirano incurrió en los últimos años en el mismo delito que cometió hace treinta años: vació el Banco Montevideo como antes el Mercantil.

Ya entonces el Poder Judicial los había metido presos, con abundancia de pruebas, por demás inapelables.

Sin embargo, Jorge Peirano Facio quedó en libertad, junto a sus cómplices y familiares, apenas unos días después de la disolución del Poder Legislativo, el 27 de junio de 1973.

Treinta años después volvió a la cárcel, poco antes de morir.

Sus antiguos cómplices continúan impunes. La dictadura eliminó casi todas las pruebas.

El misterio de las cajas negras

Grandes cajas pintadas de negro contenían carpetas con todos los documentos que fueran necesarios para comprobar las operaciones ilícitas que habían sido cometidas por integrantes de la familia Peirano a través de las firmas colaterales del Banco Mercantil que tenían bajo su control, a comienzos de los años 70.

Las carpetas, y su particular envoltorio, fueron entregados al Poder Judicial por Eduardo Sanguinetti, entonces gerente de negocios con el exterior del propio banco. Su padre, Juan Carlos, ocupaba la presidencia del Banco Central del Uruguay. Su hermano, Jorge, es el actual presidente de Ancap.

Treinta años después, la familia Peirano comete el mismo delito, con una sola diferencia: cambiaron cajas negras por discos duros de computadora.

Una de las viejas carpetas contenidas en una de las cajas daría lugar a interminables comentarios: tenía las iniciales J.B. estampadas en su exterior. ¿Sería Jorge Batlle? Nadie ha podido comprobarlo. El rumor persiste en medios bancarios.

La institución financiera, que se conoció como Banco Mercantil del Río de la Plata, alcanzó a ser la primera en importancia en relación a negocios con el exterior. Había adquirido, incluso, el Banco Popular, otra institución de larga trayectoria en plaza.

Hastiado de tanta impunidad, el contador Ariel Alvarez desgrana recuerdos del «affaire» Banco Mercantil. Revela aspectos inéditos de una investigación que costó el puesto y el exilio al juez Héctor Amilivia. Alvarez fue uno de los contadores que prestaron asesoramiento al magistrado Amilivia, de manera honoraria, para indagar los delitos cometidos hace tres décadas por los Peirano.

Procesado por la Justicia; liberado por la dictadura

Corría febrero de 1973. El juez Amilivia detuvo y procesó a Peirano Facio, presidente del entonces Banco Mercantil.

Concretado el golpe, y una vez instaurado el llamado Proceso Cívico Militar con las asonadas de febrero y luego junio, el magistrado se vería obligado a partir hacia un exilio, donde lo hallaría la muerte, en la ciudad de Barcelona. Había sido acusado de «prestar asistencia a la sedición».

Peirano, mientras tanto, continuaría sus negocios y acumularía durante toda la dictadura una fortuna en tres países.

En su momento, el magistrado Héctor Amilivia llegó a compilar todos los documentos contables que fueron necesarios para probar los delitos cometidos por integrantes del «clan» Peirano.

Todas las firmas colaterales, prohibidas por la normativa vigente en aquellos tiempos, estaban presididas por Juan Carlos Peirano Facio, quien resultaría procesado. Jorge, su hermano, había presidido el Banco Mercantil, pero, para entonces, había sido designado ministro de Industrias. El padre de ambos continuaría en el Banco Central.

Jorge Peirano Facio sería liberado días después de la disolución de las cámaras parlamentarias por imposición militar el 27 de junio. El banquero tenía por abogados, entre otros, a Ramón Díaz y Adela Reta.

Los mismos personajes, casi 3 décadas después

Una memorable interpelación del entonces senador Wilson Ferreira Aldunate, y varias denuncias parlamentarias, determinaron que cayera en desgracia el ministro de Industrias, Jorge Peirano Facio, el ex presidente del Mercantil, que pasara luego a ser un integrante del Poder Ejecutivo, por decisión del presidente Jorge Pacheco Areco. Ni la interpelación ni el rechazo de la opinión pública cambiaron entonces la decisión de Pacheco Areco: volvió a designar a Jorge Peirano Facio como integrante del gabinete; esta vez lo nombraría ministro de Relaciones Exteriores.

Juan Carlos continuó como presidente del Mercantil.

Jorge, ya nombrado canciller, transfirió a Relaciones Exteriores una dependencia del Ministerio de Industrias que trataba, precisamente, de negocios con el exterior, un rubro que, casualmente, había colocado al Banco Mercantil en el primer puesto del ranking bancario en operaciones de comercio exterior.

Sometido dos veces ante la Justicia Penal

El juez Héctor Amilivia obtuvo respaldo del Colegio de Contadores del Uruguay y de la Facultad de Ciencias Económicas para investigar el «affaire» del Banco Mercantil. Cada institución designó tres delegados. Se integró un Consejo Asesor. Todos actuaron de manera honoraria. Trabajaron en su tiempo libre, restando horas al sueño y la familia, o desatendiendo actividades privadas.

Colaboraron con el juez, los delegados Ariel Alvarez y Samuel Lichtensztejn, junto a Alberto Tisnés y Rovella, y los más jóvenes Pereira Hereu y Osvaldo Machado. Amilivia y Alvarez eran viejos conocidos: habían trabajado juntos en el desaparecido diario Epoca que fundara Carlos Quijano. El uno había sido director, el otro administrador.

Amilivia constituyó despacho en la sede del propio Banco Mercantil. Las indagatorias a funcionarios y las investigaciones documentarias se prolongaron por casi dos años.

Las intensas jornadas de trabajado arrojaron apreciables resultados. Pero todo cambiaría cuando apareció un enigmático personaje que nadie había tenido en cuenta en su real dimensión. Alvarez lo rememora muy bien. Todo cambiaría a partir de ese instante.

¿Conocen las cajas negras?

«Lo recuerdo muy bien», dijo Alvarez a LA REPUBLICA, «estábamos trabajando con Amilivia, en el banco, y apareció Eduardo Sanguinetti. Era gerente de negocios con el exterior. Nos preguntó si habíamos sentido hablar de las cajas negras. No teníamos ni idea. Grande fue nuestra sorpresa cuando se apareció con una de las cajas, todas pintadas de negro, de las que se utilizaban para transportar dinero del Tesoro a los cajeros, como ahora usan bolsas de jeans con cordones».

Alvarez recuerda las palabras de Eduardo Sanguinetti: «¿Ven? Estas son las cajas negras. Acá están los comprobantes de los movimientos de las colaterales del banco: son los registros del dinero en moneda extranjera que se recibe en mostrador para transferir, sin dejar huellas, a las colaterales que tiene el banco».

Casi parecía una provocación, mientras la institucionalidad se caía a pedazos. Ni el juez ni los contadores tenían potestades para incautar la documentación. Sólo podían analizar la documentación entregada en forma oficial por las autoridades del banco. A lo sumo podían interrogar algún funcionario. Pero no a un gerente que alude a documentación negada por la institución financiera. Sanguinetti se limitó a gozar unos instantes de la estupefacción de juez y contadores; luego se retiraría con la caja bajo el brazo, como había aparecido.

Más de treinta años de impunidad

«La historia vuelve a repetirse con el Banco Montevideo; nada nuevo hay bajo el sol», dice Alvarez con ácida ironía. Y luego recuerda: «era tal la impunidad con la que actuaron siempre que se dio el lujo de mostrar la caja y después se la llevó».

La instancia, debidamente documentada ante el Poder Judicial, poco pudo hacer por evitar que la misteriosa caja desapareciera de escena. Lo que nunca pudo saberse es la ide
ntidad de los clientes del Mercantil; aquellos que se beneficiaron, a sabiendas, de las transferencias al exterior. Tampoco pudo investigarse el alcance de las maniobras en toda su extensión. Peirano Facio fue trasladado a una prisión del interior, «por su propia seguridad», arguyeron las autoridades de la época.

Perpetrado el atropello militar contra las cámaras parlamentarias, el 27 de junio, el procesado y sus cómplices fueron dejados en libertad. La causa judicial se archivó, y nunca fue reabierta.

«Los procesados por el Mercantil volvieron a sus actividades», se lamenta Alvarez. *

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