El poderoso jefe de la División Ejército I mintió por escrito ante la Justicia Militar

El general Cristi encubrió en 1974 la desaparición de un preso político

El estudiante de Medicina de 22 años Luis Eduardo González González, casado y padre de un hijo, militante de la Federación de Estudiantes Universitarios del Uruguay y del Partido Comunista Revolucionario, fue detenido ilegalmente en su domicilio el 13 de diciembre de 1974.

El y su esposa Elena Zaffaroni, embarazada de cuatro meses, fueron conducidos al Regimiento Nº 6 de Caballería. Ella pudo verlo en varias oportunidades, mientras eran interrogados. La última vez fue el 24 de diciembre. Estaba lúcido. Su cuerpo evidenciaba los tormentos.

«Me llevaron a verlo durante los interrogatorios; lo presionaban con lo que me harían a mí y al bebé si él no hablaba», recordó Zaffafoni, ya instaurado el Estado de Derecho, ante la Comisión Investigadora Parlamentaria. Una vez, «vi que estaba sentado y tenía convulsiones».

Otra detenida fue víctima de aberrantes torturas en «un caballete», el 25 de diciembre, al igual que González, a quien pudo ver con vida. El día anterior, indicó Zaffaroni, «estaba muy mal físicamente y tenía dificultad para respirar; además sus pies estaban hinchados y su ropa desgarrada. Era imposible que pudiera fugarse en esas condiciones».

El ex preso político José Milton Guzmán testimonió ante la misma comisión parlamentaria que llegó a ver con vida a González, días después de ser capturado, entre el 13 y el 14 de diciembre de 1974.

«Después de pasar por el submarino, una paliza y la picana, me pusieron de plantón. En ese momento escuché que cerca de mí le preguntaban a una persona: ¿vas a hablar? Reconocí la voz de Luis Eduardo y sentí cómo lo golpeaban. Primero fueron piñas, hasta que cayó al suelo y después lo patearon. Lo mismo ocurrió al día siguiente. Escuché cómo se quejaba al ser tan duramente castigado. Después de las piñas cayó al piso y volvieron a patearlo. Fue la última vez que lo oí. Presentaba un estado lamentable…», explicó Guzmán.

«Las condiciones en que él estaba eran pésimas como para poder hacer ningún tipo de tentativa» de fuga, afirmó Guzmán, tajante. La misma interpretación del estado físico del torturado fue realizada por su esposa y por la otra presa que padeció suplicios en «el caballete».

La Comisión para la Paz estableció, en su informe oficial de abril de 2003, que González murió el 26 de diciembre de 1974, como consecuencia de las torturas padecidas. El Estado reconoció que el secuestro ilegal fue perpetrado por las Fuerzas Conjuntas, y «con vehículos oficiales».

Según la versión oficial, nunca demostrada, el cuerpo de González habría sido enterrado en el Batallón de Infantería Paracaidistas Nº 14, en Toledo, de donde fue exhumado a fines de 1984, cremado, y sus cenizas arrojadas al Río de la Plata, al igual que otros desaparecidos, de acuerdo con los represores que entrevistó la comisión del gobierno.

 

Cordero: un secuestrador

El coronel (r) Manuel Cordero, entonces un capitán, fue uno de los secuestradores del joven matrimonio. El entonces teniente Roberto Echavarría le dijo tiempo después a Zaffaroni, ya recluida en la cárcel de Punta de Rieles, que «nunca iba a saber más nada» de su esposo.

Similar afirmación desmoralizadora le enrostró, al poco tiempo, el entonces mayor Victorino Vázquez. Un ex capitán de Infantería, de apellido Criado, oriundo de Mercedes, también está involucrado en las dos detenciones, según los testimonios de otros presos políticos.

Zaffaroni permaneció en el 6º de Caballería hasta febrero de 1975, cuando fue trasladada al 5º de Artillería. El control de su embarazo se hizo en el Hospital Militar. Nunca dejó de ser torturada e interrogada, sometida a tormentos durante los restantes cinco meses de gestación.

Recién después de dar a luz, en abril de 1975, Elena Zaffaroni fue trasladada a la Brigada de Infantería Nº 1, en el quilómetro 14 de Camino Maldonado, por aquel tiempo al mando del comandante Julio César Rapela. Tras un breve «reposo», la retornaron a Punta de Rieles.

«Sí, yo estuve. Estuve en tu casa, en la casa de tu madre, en realidad. Pero tú nunca vas a saber ni nunca se va a saber lo que pasó», le había dicho el ex teniente Echavarría. «Yo deduje que él sí sabía y que estaba muerto», afirmó Zaffaroni a los legisladores de la comisión.

La operación encubierta del Ejército Nacional para capturar a los esposos había comenzado con una violenta irrupción de militares armados en el domicilio de la madre de la mujer, que de inmediato fue obligada a conducir a los represores al hogar del matrimonio.

En julio de 1978, Zaffaroni preguntó al mayor Vázquez: «¿Pero usted sabe lo que pasó?». El militar respondió: «Eso no se va a saber». Al cumplir diez años, el hijo de Elena nacido en cautiverio, dijo, ya en democracia: «Creo que me voy a ir del país para que no me maten».

 

La verdad oficial: una mentira

El encubrimiento de la desaparición de González, muerto bajo tortura, fue cometido por el general Esteban Cristi, entonces comandante de la poderosa División de Ejército I, con asiento en Montevideo, y la mano derecha de Gregorio Alvarez, quien sería dictador a partir de 1981.

La mentira de la verdad oficial del general Cristi quedó estampada para la historia en la respuesta a un recurso de hábeas corpus que interpusiera en su momento el abogado Jorge Arias para ubicar el paradero de González, cuyo lugar de detención ignoraba su familia.

«… Informo a usted que Luis Eduardo González González se fugó en momentos que marcaba un local, de acuerdo a lo comunicado por radio Nº 11.176 de este Comando de División de fecha 26 de diciembre del año 1974 por lo cual fue requerido por este Comando habiéndole correspondido el Nº 1.056 de requisición», escribió Cristi.

El escrito, que relata una fuga que nunca existió, y refiere una orden de captura que resultó librada dos días después que González había sido ya asesinado, fue entregada por Cristi ante el Juzgado Militar de Instrucción de 4º Turno, según el expediente 1/75 B Lo 2 A Fo 147.

La mentira del general Cristi impidió la prosecución del expediente que el doctor Arias había iniciado a instancias de parientes, amigos y compañeros de González. El juez militar actuante puso poco, o ningún empeño, para que la causa pudiera a ser instruida como corresponde.

Investigaciones recientes probarían que muchos restos de detenidos desaparecidos fueron desenterrados, en lo que se llamó «Operación Zanahoria», para ser cremados, trucidados en algunos casos, y, según se investiga aún, sus cenizas arrojadas al río, versión todavía en duda. *

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