Miles de argentinos y un puñado de uruguayos reclamaron la relocalización de la planta de celulosa

Piqueteros dicen que Botnia "es parte del camino suicida del calentamiento planetario"

La multitudinaria demostración, denominada «tercer abrazo al río», movilizó a unos 30 mil vehículos y unas 150 mil personas, según los organizadores, de las cuales unas 60 mil ocuparon una cuarta parte del puente General San Martín, vacío desde hace cinco meses por el corte de ruta en Arroyo Grande. El gigantesco complejo industrial que, en pocos meses, comenzará a producir un millón de toneladas de pasta de celulosa parecía observar en silencio el hormigueo constante de miles de seres humanos, yendo y viniendo sobre el puente.

Tanto desde el Uruguay como desde la Argentina, se dispusieron estrictas medidas de seguridad para evitar cualquier desborde de la marcha que resultó pacífica. La Prefectura Nacional Argentina montó un férreo dispositivo que impidió que particulares se arrimaran a las bandas del puente que carecen de protección para personas (únicamente para vehículos). También se encargó de vigilar que sobre la estructura circularan rodados debidamente autorizados.

Un helicóptero de la Policía argentina sobrevoló, varias veces y a muy baja altura, la imponente estructura de hormigón repleta de personas. Otro, rentado por los propios piqueteros, hizo lo propio con un cameraman a bordo que filmó la movilización.

Pero lo que nadie pudo controlar y se transformó en un acicate permanente, tanto para manifestantes como para periodistas y gendarmes, fue la nube de avispas pertinaces, extrañamente inofensivas, que revoloteó la marcha durante todo el recorrido.

Un especial fervor patriótico sobrevoló también la nutrida columna que marchó varias horas bajo un sol radiante que calcinó a quienes no llevaron debida protección.

El grito de ¡Argentina, Argentina!, sumado a las centenares, tal vez miles de banderitas albicelestes le dio un toque nacionalista a la demostración que contrasta con la prédica de los propios piqueteros quienes reivindican que su lucha, trasciende los límites de los estados.

Tres gigantescas grúas aportadas por la municipalidad de Gualeguaychú permitieron a los ambientalistas filmar desde la altura a la masiva concurrencia. También autorizaron a subir a los fotógrafos, de medios argentinos y uruguayos.

 

Un «camino suicida»

En un breve manifiesto, leído después de entonar los himnos de Uruguay y Argentina, los ambientalistas se comprometieron a «honrar la vida» y exigieron que Botnia y también Finlandia se retiren de la cuenca del Río Uruguay por considerar a la fábrica de celulosa un emprendimiento «ilegal» que «no tiene ni tendrá la licencia social de estos pueblos».

Parafraseando al general José Gervasio Artigas, llamaron a «no entregar el rico patrimonio al vil precio de la necesidad». «Defendemos el río Uruguay, sus arroyos, y sus tierras de todo tipo de contaminación presente y futura. Defendemos la tierra, la naturaleza y el desarrollo sustentable frente al avance de los monocultivos y la extranjerización de los recursos naturales», afirmaron.

Para los ambientalistas, la planta fue autorizada con «permisos que no cumplen con los procesos legales mínimos», entienden que el cuidado del medio ambiente es responsabilidad de «nuestros gobernantes» y responsabilizan al gobierno uruguayo por permitir el avance de estos proyectos. «No queremos plantas de celulosa en el río Uruguay» porque «están agrediendo un recurso compartido».

Para los piqueteros, Botnia «hoy es parte de un camino suicida de la sociedad de consumo que lleva al planeta hacia el calentamiento global», y sostuvieron que el dinero invertido por la empresa «está lejos de toda comparación razonable frente a las 300 mil vidas humanas que habitan la región o frente a los 31.416 quilómetros cuadrados de territorio que van a ser afectados directamente si la empresa Botnia funciona».

 

Los protagonistas

«Más no se podía pedir, vinimos todos», decía un ambientalista argentino a otro, poco antes del inicio del acto. Mirando hacia Argentina, la larga marcha se perdía de vista a lo lejos en la espesa vegetación entrerriana. La movilización comenzó con varias oraciones religiosas de pastores y sacerdotes locales, quienes alertaron sobre el peligro de la contaminación. «En el principio, Dios puso al hombre en el huerto para que lo labrase pero también lo puso para que lo cuidase», dijo uno de ellos.

Entre los manifestantes, estuvo el laureado cineasta Pino Solanas. Bajo un sombrero de paja, Solanas se definió como un «ambientalista de siempre», sostuvo que, casualmente, filmaba una película sobre los recursos naturales y la defensa del medioambiente y que esta «secuencia formará parte de eso». «Acá ha nacido una causa que hoy es nacional, este es el movimiento social más importante de la Argentina», afirmó. «Ese espíritu ahora hay que imponerlo en todas las provincias destrozadas por las grandes corporaciones mineras o petroleras, que, como Botnia, a fuerza de mentiras y de sobornos de avisos de sponsors dividieron a las comunidades», agregó.

El folclorista, también argentino, Tarrago Ros, dijo que sentía «vergüenza por Uruguay» y que esta movilización no es contra nuestro país. Agregó que este conflicto es producto de las «mentiras de cuatro o cinco gobernantes». «Tengo guardados discursos de Tabaré Vázquez preelectorales en los que se parecía a un integrante más de una organización ambientalista».

El piquetero Alfredo de Angelis ­quien había amenazado con cruzar el puente y derribar a Botnia a golpes de martillo como se hiciera con el muro de Berlín- se mostró satisfecho con la tranquila demostración.

«Ojalá que el año que viene Botnia no esté más acá y que estemos apoyando a otros pueblos latinoamericanos para que se saquen de encima la contaminación y tengamos producciones limpias para que nuestros pueblos vivan con salud».

Pero en la movilización también participó un puñado de uruguayos simpatizantes de las causas ambientalistas que se hizo visible al entonar el himno patrio y levantar una decena de banderitas de nailon o tela. A través de poderosos altoparlantes, red que se extendió a lo largo de casi la totalidad de la jurisdicción argentina sobre el puente, los promotores de la marcha destacaron especialmente el gesto de solidaridad desde el otro lado del río. En cambio, recibieron durísimas críticas los gobernantes

uruguayos a quienes se acusó de variar su discurso.

Aferrada a una banderita uruguaya, la fraybentina Julia Cóccaro también estuvo en el puente. Perteneciente al Movimiento por la Vida , el Trabajo y el Desarrollo Sustentable de Fray Bentos, dijo que la instalación de las papeleras fue el «móvil» que la impulsó a luchar por la «defensa medioambiental». «Le pediría a los uruguayos que se informen que no se cierren porque el riesgo de contaminación es muy grande», aseguró con mucha convicción.

 

El puente

Exactamente a las 13.19 horas, y al grito de «¡El pueblo unido jamás será vencido!», la primera línea de la marcha, integrantes por la «juventud de la Asamblea de Gualeguaychú», cruzó la cabecera argentina del puente de 5966 metros de largo, de los cuales, 4220 pertenecen a la jurisdicción argentina. Detrás, los seguía una compacta muchedumbre con carteles de «No a las Papeleras, sí a la vida». El peligro por el acceso al puente de una multitud, bloqueado desde hace meses, generó advertencias en los últimos días de los propios constructores. El ingeniero Alberto Pose, quien fue el proyectista de la construcción y director de obra del puente que comenzó a construirse en 1972, dijo que una dificultad estructural podría darse si los manifestantes comenzaban a saltar al mismo tiempo.

«Si existe alguna alarma o pánico, puede darse un desastre de gente que caiga al agua», agregó. Pese a esta advertencia, y a los anuncios de los propios organizadores de la marcha, los jóvenes, eufóricos, saltaron. Y el puente, cimbró. *

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