Ultimo momento. Hurtaron el "Juramento de los Treinta y Tres" del Museo Juan Manuel Blanes

El cuadro "de los 33" fue robado esta madrugada del museo Blanes

Los audaces simuladores coparon la pasada madrugada, a la hora 01:40, la sede del Museo Blanes en la calle Millán 3946, pleno barrio de El Prado, a orillas del arroyo Miguelete, redujeron al sereno y a dos policías del servicio 22 afectados a la custodia de la histórica finca.

Hechos del control del inmueble, desprendieron la inmensa tela del marco perimetral mediante corte, y cargaron con ella a bordo del mismo camión «militar» en que habían arribado.

Recién media hora después se conoció la noticia, por medio del sereno, que alcanzó a liberarse de sus ataduras y corrió hasta la cercana seccional 12 de policía, ubicada a escasas dos cuadras del Museo, sobre la misma avenida.

El espectacular robo, de ribetes cinematográficos, no tiene precendentes en el país, más por la magnitud emocional de la pérdida que por el valor monetario de la célebre pintura, imposible de calcular.

Al cierre de la presente edición, se conoció que la policía logró ubicar en Shangrilá el vehículo camuflado que usaron los los osados malhechores.

 

Los hechos

Poco después de la una de la madrugada de hoy, un enorme vehículo militar estacionó de frente a la entrada principa del Museo Blanes. Allí descendieron tres individuos con atuendo militar. Atendidos por Washington García, el sereno municipal, alegaron pertenecer a la Brigada de Explosivos, manifestando que venían a revisar el Museo en virtud de una supuesta bomba que podría haber dejado ex profeso esa tarde un visitante al museo, según informes que obraban en poder de los efectivos. De inmediato, el sereno les franqueó el enorme portón, sin siquiera prevenir a los dos policías de servicio que ese preciso momento se encontraban en el interior del inmueble.

No bien el pesado vehículo traspuso el portón, el sereno fue reducido a punta de pistola por los uniformados, entre los que, según declaró después, creyó ver a una mujer, también vestida con ropa militar.

Demostrando un completo conocimiento de las instalaciones, los delincuentes ingresaron al Museo, desarmaron rápidamente a los sorprendidos policías, a quienes condujeron al baño público ubicado en un desnivel lateral de la casona, donde fueron maniatados y persuadidos de mantenerse «bien quietitos», bajo amenaza de muerte.

El sereno, por su parte, fue recluido en una salita contigua que sirve como depósito de materiales de limpieza.

A pesar de lo tenso de la situación y del shock emocional, el sereno Washington García calcula que en total serían entre seis y siete personas, de edad mediana, menos uno, jovencito, de veinte y pocos años, estimó.

De pronto, todo se oscureció completamente; los delincuentes habrían cortado la corriente eléctrica desde la llave central.

En su encierro, lejos de la sala donde se hallaba el cuadro, los secuestrados no pudieron oír nada: ni un ruido, ni voces, nada; sólo el sereno percibió, al cabo de unos minutos, la puesta en marcha del camión y el rugido del motor al alejarse.

Minutos después, raspándolas contra un borde filoso, García logró cortar la cuerda de plástico con que lo ataron, y salió a recorrer la casa a oscuras, ignorante por completo de la suerte que habían corrido los dos policías. Encontró la linterna en lugar de siempre. Al llegar a la sala Blanes, la sorpresa fue mayúscula, inimaginable: «el» cuadro no estaba. Sólo el marco dorado sobre la pared desnuda.

Presa de un intenso nerviosismo, García no acertó a encontrar a los policías maniatados y amordazos en el baño de abajo.

La línea de teléfono estaba muerta. Entonces salió a la calle y corrió hasta la Seccional 12, ubicada a pocos metros del museo, sobre la misma avenida Millán. Allí narró lo ocurrido al comisario, Robinson Silvera Rodríguez.

Al cierre de esta edición, casi las 3 de la madrugada de hoy, el museo Blanes se encuentra atiborrado de móviles y efectivos policiales. Se espera que de un momento a otro se hagan presentes los ministros de Interior y Cultura, el director del Museo, arquitecto Gabriel Peluffo Linari, y Ricardo Ehrlich, y posiblemente el propio presidente Vázquez.

A último momento, se conoció que habría aparecido abandonado el camión usado por los delincuentes, en el balneario Shangrilá de la Costa de Oro canaria.

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