Seis horas de debate. Senado dio sanción ayer al nuevo impuesto a las pasividades

Contra viento y marea se viene el IASS a pesar de duras críticas de la oposición

Se llama Impuesto de Asistencia a la Seguridad Social (IASS) y gravará las jubilaciones y pensiones por encima de los 14 mil 200 pesos por mes. A partir de esa cifra, hay tres franjas con gravamen progresivo. Por otra parte, se establece que el producido de este impuesto será íntegramente destinado al Banco de Previsión Social.

Abrió el fuego Carlos Baráibar en su calidad de miembro informante para hacer una encendida defensa del impuesto. La exposición del senador uruasambleísta se basó en argumentos por todos conocidos, a saber: que es preciso continuar con el proceso de mejora de la cohesión social; que para ello debe haber una participación equitativa en el esfuerzo de los contribuyentes; y finalmente, que los fallos contradictorios dictados por la Suprema Corte de Justicia respecto de las acciones de inconstitucionalidad contra el IRPF generaron una situación de inequidad que es preciso corregir. Hizo luego un resumen del contenido del proyecto de ley aclarando el alcance de sus disposiciones contenidas en 16 artículos.

Todo parecía desarrollarse con toda normalidad, pero la oposición no estaba dispuesta a renunciar a dar su batalla parlamentaria contra lo que considera «el mismo perro con otro collar». Isaac Alfie fue el primero en jalar del gatillo para desencadenar la metralla opositora. Empezó por cuestionar con severidad el procedimiento: «La manera en que fue tratado el proyecto en Comisión fue un atropello», afirmó sin vacilar; parece que luego de un tratamiento sumario, se aprobó por mayoría aun antes de la comparecencia de especialistas y de interesados. Auguró poca vida a este impuesto en razón de que es pasible de ser declarado inconstitucional por la Suprema Corte de Justicia. Luego, la emprendió contra la información oficial sobre el IRPF, contra los cálculos del gobierno que, a su juicio, produjeron cifra erróneas, falsas, y que eso se explica porque hay desconocimiento de la realidad o porque se la quiere ocultar. Sostuvo, también, que este impuesto es lo mismo que el anterior, y que con el cambio de nombre se pretende burlar las primeras sentencias de la SCJ. Esto implicaría que una decisión parlamentaria puede modificar una cosa juzgada.

Eber Da Rosa se sumó a los argumentos de Alfie y señaló los inconvenientes del proyecto: se puede entender como una forma de castigo a los que obtuvieron un fallo favorable de la SCJ; trae más presión fiscal sobre las rentas del trabajo; los impuestos directos y específicos no admiten la aplicación de tasas progresionales; se eliminan las deducciones por gastos de salud. Terminó sosteniendo que no hay razones de necesidad fiscal que justifiquen la urgencia, y recordó que cuando se aprobó el IRP, todos estuvieron de acuerdo en que sería transitorio.

Su correligionario Abreu insistió en los mismos conceptos y reiteró argumentos contrarios al impuesto. Pero su vibrante discurso ­acompañado por enérgicos golpes sobre su mesa­ derivó en el cuestionamiento a la política económica del gobierno, el gasto público y el equilibrio fiscal, para terminar anunciando crisis y caos cuando cambie la coyuntura internacional.

A partir de ahí, se sucedieron innúmeras interrupciones por aclaraciones o alusiones que terminaron en cobros de facturas, reproches mutuos, acusaciones recíprocas, que pueden sintetizarse en «ustedes, cuando eran oposición, votaron en contra» y «ustedes, cuando eran gobierno, hicieron lo contrario de lo que dicen ahora», y otras sesudas y profundas reflexiones que hicieron del debate un fermental intercambio de ideas… En una de sus respuestas, Abreu hizo alusión a que Baráibar exhibía síntomas de «alzhéimer político».

Heber abundó y sobreabundó en los mismos argumentos ya expuestos. Defendió el IRP aduciendo que se votó en momentos de emergencia fiscal, lo que no era el caso hoy. También ironizó sobre la reforma tributaria: «¡Que justicia tributaria maravillosa! ¡El que gana 20 mil pesos por mes, tiene que pagar, y el que invirtió un millón de dólares en bonos del tesoro, no paga nada!». Terminó sugiriendo que el mínimo no imponible se sitúe en 26 mil pesos.

Mujica pidió disculpas a la oposición por el procedimiento de apuro, algo que él también padeció, y defendió la redistribución sin matar a la gallina de los huevos de oro: «No puedo sacarle al que tiene millones en papelitos porque si le cobro algo, se va». En cuanto a que uno y otro impuesto son la misma cosa, produjo una de sus metáforas acostumbradas: «Aunque yo pueda decir que un camello es un caballo con jorobas, los dos son bien diferentes, porque la forma genera un contenido distinto; este impuesto es parecido pero es de otra naturaleza», concluyó el Pepe.

Después de muchas intervenciones y reintervenciones de los senadores Cid, Tajam, Gallinal, Mónica, Gargano, Vaillant y otros, se votó con el resultado siguiente: 17 votos a favor en 28 presentes. No prosperó una iniciativa de Gallinal de derogar el IRP vigente a las pasividades bancarias puesto que toda la materia tributaria es de iniciativa exclusiva del Poder Ejecutivo.

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